A los 8 años vio un póster de una revista de surf y desde ese momento se enamoró de las olas. De hecho, eligió ir a la Universidad de California en San Diego solo porque estaba cerca de la playa. Iba a surfear muy temprano por la mañana, luego asistía a clases, volvía a la playa en la tarde y regresaba por la noche.
Nicholas Woodman, hijo de un inversor y vecino de
Silicon Valley –sitio que aloja a grandes corporaciones tecnológicas del mundo y miles de pequeñas compañías en formación–, a los 26 decidió crear una empresa. Creó una página web de juegos pero la burbuja de los puntocom lo alcanzó y todo acabó.
Para pensar nuevas ideas se fue a surfear a Australia e Indonesia en un viaje que duró cinco meses. Allí necesitó una buena cámara para documentar su experiencia en las olas. Un día ató una a su brazo con banditas elásticas. Así nació la
GoPro, la que lanzó al mercado en 2008 y generó ganancias desde el primer día.
Los amigos de Woodman recuerdan que estaba obsesionado con el desarrollo del prototipo y trabajaba 18 horas por día en su habitación con una cantimplora de Gatorade atada a su espalda para evitar "viajes innecesarios a la cocina". Hoy su empresa, Woodman Labs, emplea a 500 personas y se valora en más de US$ 2.500 millones.
Si bien al principio la
GoPro se vendía en tiendas de surf, hoy ya ha conquistado a distintos públicos.
Ahora tiene 40 años y una vida que parece perfecta: está casado con su novia de la universidad, tiene tres hijos y un trabajo que le permite disfrutar de su pasión por los deportes extremos.