Las autoridades de Secundaria y UTU están acordando, a contrarreloj, cómo será la evaluación de los estudiantes a partir del año que viene. Porque los equipos que están pensando si habrá exámenes, repetición y calificaciones en todos los grados, tienen que presentarle al Codicen una propuesta unificada antes de que acabe octubre. Y, por ahora, hay al menos dos posturas.
La UTU quiere poner fin a las “evaluaciones tribunalizadas”, como le llaman a los exámenes. En su lugar, plantea que los estudiantes que no alcancen el mínimo aceptable al acabar un curso, y luego de haber recibido un acompañamiento docente, tengan que presentar un proyecto que se entrega en febrero y que podría tener distintas chances con el objetivo de que el alumno promueva. En este sentido, la repetición sería el último recurso y se aplicaría solo si existe un abandono.
El director general de UTU, Juan Pereyra, lo explica a El Observador así: “La propuesta de UTU, siempre abierta a lo que se acuerde con Secundaria, es acercarse lo más posible al sistema de evaluación que rige en el FPB (Formación Profesional Básica) desde 2021”. Ese plan, para jóvenes y adultos que cursan con rezago, no tiene exámenes y usa las evaluaciones con proyectos. “Soy proyectos tutelados e integrados: no se evalúan los contenidos de una disciplina, sino las competencias en sentido amplio y sin la necesidad de exponer a un estudiante a un tribunal que lo evalúa en un solo día”.
En Secundaria, sin embargo, la intención es mantener los exámenes. Una fuente de este subsistema, que participa del equipo técnico que está pensando la reforma, aclaró que “mantener los exámenes no significa una continuación del mismo sistema de evaluación que rige hoy: hay consenso de que la evaluación tiene que ser formativa, que lo relevante es que el estudiante entienda qué aprendió, qué no, qué saber hacer, qué le falta y qué se espera de él”.
Eso no significa que tanto la UTU como Secundaria quiten las calificaciones (las notas), como la propuesta que acordaron los inspectores en Primaria y que se asemejaría a lo que ya pasa en el sistema finlandés y danés. Pero sí, en concordancia con lo que pasa a escala internacional, la intención de las autoridades es cambiar la escala para hacerla “más parecida” a los sistemas de acreditación de otros países. ¿Qué significa? Dejarían de ser notas del uno al doce, para ser del uno al diez.
Tanto en UTU, en Secundaria como en Primaria existe el consenso de que la repetición automática dejará de existir y que tiene que ser un recurso limitado (en la cantidad de estudiantes que afecta y en qué momentos se podría aplicar).
En Primaria, como había informado El Observador, no existiría la posibilidad de repetición hasta el término de segundo de escuela. Y luego no la habría en medio de cada tramo (solo se podría a fin de cuarto o sexto grado). En la UTU, si se acepta el modelo FPB, la repetición solo estaría atada al abandono. Y en Secundaria se prefiere circunscribirla a tramos (al fin de octavo y de noveno grado).
A priori, Secundaria es quien maneja la postura más conservadora y, según el exdirector de Planeamiento de la ANEP, Antonio Romano, no es casual. “El currículo de Secundaria, a pesar de los cambios de planes que ha habido, tiene un anclaje en el plan 1941: es el currículo humanista clásico con materias del siglo XIX como Literatura, Historia, Geografía y un poco de ciencias básicas. O dicho de otro modo, lo que se pedía para ingresar luego a la universidad”.
Romano, cuya tesis de doctorado es en Historia de la Educación, recuerda que el filósofo Carlos Vaz Ferreira había planteado la eliminación de los exámenes cuando era el decano de Secundaria. Por entonces, ese subsistema era parte de la universidad. Su postura fue discutida por el Parlamento y en la prensa del momento, pero, tras las voces contrarias, el filósofo terminó renunciando y diciendo que se había instalado un golpe de Estado en su contra.
“Para Vaz Ferreira los exámenes desnaturalizaban el sentido educativo de la enseñanza obligatoria y, pese a que había muchas veces consenso en la academia, nunca se llegó a discutir en profundidad un régimen alternativo”, dice Romano. Tal es así que “la UTU siempre tuvo que adaptarse al modelo de Secundaria que es quien, antes de la existencia de un Marco Curricular, estableció qué se define como educación media obligatoria… en todo caso la UTU le agregaba un componente técnico complementario, pero atado al tronco de Secundaria”.
Contra esos símbolos —los abanderados en la escuela, las notas, los exámenes— es que la reforma educativa que lidera el gobierno tiene que enfrentarse ahora. Y la discusión, si es que se quiere cumplir con la implementación en 2023, tiene que zanjarse en los próximos días.
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