Es probable que casi nadie se plantee, en el momento de abrir una cuenta en una red social, qué pasará con ese perfil después de su muerte. Pero todos vamos a morir en algún momento y, aunque no nos guste pensar en eso, a veces resulta necesario.
Cada año, cuando se acerca el 13 de diciembre, amigos y conocidos homenajean a Nadia Cachés a través de Facebook, le escriben en su muro y no se cansan de pedir justicia. También la recuerdan cada 16 de diciembre, cuando se conmemora su cumpleaños.
La joven canaria de 20 años salió andando en bicicleta el 13 de diciembre de 2010 y nunca regresó a su casa. Cuando se hizo pública su desaparición, varios medios utilizaron sus fotos de Facebook para ilustrar la noticia. Hoy, a siete años de su desaparición, aún no hay avances en la investigación y su perfil en esa red continúa intacto, tal y como lo dejó.
Cuando no existían las redes sociales el procedimiento era más simple: se iba al velatorio, se eliminaba el contacto de la agenda y se realizaba el duelo correspondiente. Pero ahora todo cambió. Las pérdidas se anuncian por WhatsApp y las redes son el nuevo obituario. La digitalización trajo consigo nuevas formas de comunicar la muerte y de sociabilizar en torno a ella.
Cuando muere una figura pública, sobre todo en el ámbito de la cultura, es desmesurada la cantidad de frases e imágenes que se comparten en las redes sociales. Se le rinde homenaje y se lo dota de actualidad. Y cada año, cuando se acerca el aniversario de la pérdida, los fanáticos repiten los mensajes y las fotos, creando una ilusión de permanencia.
¿Por qué nos comportamos así? ¿Acaso despedirse de alguien no merece más que una linda foto, una frase creada para conseguir un "me gusta" o el hashtag de turno? ¿Por qué seguimos revisando las cuentas de los usuarios que ya no están?
En Twitter se encuentra la opción "Comunicar el fallecimiento del usuario", donde se puede notificar sobre el deceso y solicitar el cierre de la cuenta. Se debe llenar un formulario especificando la relación con el fallecido, nombre completo y dirección del usuario, así como el correo electrónico, copia del documento de identidad y certificado de defunción.
En Instagram hay dos opciones: transformar la cuenta en conmemorativa o solicitar su eliminación.
La "cuenta conmemorativa" es un perfil homenaje que se genera a partir de la solicitud de un usuario y brinda un espacio para que los amigos y familiares compartan sus recuerdos. Para crearla, se necesita una certificación del fallecimiento, también una nota necrológica o un artículo de un periódico.
"Intentamos evitar que aparezcan en Instagram referencias a las cuentas conmemorativas que puedan entristecer a los amigos o a los familiares de esa persona y también bloqueamos la cuenta a fin de proteger la privacidad del difunto", detalla la red social en un comunicado.
En Facebook el titular de la cuenta puede decidir antes de morir qué pasará con esta. Al igual que en Instagram, su perfil puede transformarse en conmemorativo o ser eliminado cuando alguien notifique su deceso. Pero si se quiere definir desde ya qué hacer, se puede designar un contacto de legado, quien será el encargado de gestionar la cuenta conmemorativa y podrá descargar una copia de todo lo que el usuario haya compartido en la red.
Con cerrar las cuentas de las redes sociales no alcanza para desaparecer de la red. La huella que dejamos cuando nos relacionamos con otros usuarios o cuando generamos contenidos es difícil de borrar.
Con las redes sociales como vidriera de nuestras vidas, eliminar nuestro historial lleva tiempo y trabajo. Para que los datos personales desaparezcan de los buscadores, debemos pedir que los retiren. En el caso de Google, hay una página desde la cual se puede solicitar que se elimine información en las búsquedas.
Si por el contrario queremos permanecer en la red y gestionar nuestro legado digital, hay empresas que prestan servicios sobre recolección de información y antecedentes "digitales". Como si fuera poco, existen cementerios virtuales. En el portal eladios.com.ar se pueden programar un velatorio, dejar condolencias y recibir ofrendas virtuales y recordatorios.
"Antiguamente lo privado quedaba puertas adentro y muchas veces oficiaba de secreto familiar. Hoy eso pasó a ser público, ya no existe el límite entre ambos", dijo la psicóloga Leticia Fernández. La muerte salió del ámbito privado y ya no se oculta, se exhibe públicamente y se comparte colectivamente. Cualquiera puede expresar su desconsuelo. La muerte se transformó en otra forma de hablar de lo que nos sucede y de mostrar cómo nos sentimos al respecto. Es probable que sigamos entrando a los perfiles de las personas que murieron porque "es una forma de retornarlos al mundo de los vivos", explicó la psicóloga.
Dos sociólogos de la Universidad de Washington llegaron a la conclusión de que los medios sociales ampliaron los círculos en los que se desarrolla el duelo y por lo tanto crearon un espacio que no existía.
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