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No solo ayurveda, yoga y especias: India pide un voto de confianza, muestra su crecimiento (y promete más)

El país más poblado del mundo enfrenta enormes contradicciones, pero intenta mostrar su mejor cara para atraer los ojos del mundo
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09 de marzo de 2024 a las 05:03

Estamos atrás, pero no estamos tanto más atrás. La profesora universitaria india contaba en voz baja, en medio del murmullo de una cena diplomática, qué era eso que podía acercar su país a Latinoamérica, más allá de la evidente distancia que se muestra en primer lugar.

Aunque para llegar haya que volar más de 20 horas, pasar por al menos tres aeropuertos y viajar ocho horas y media al futuro, aunque en la ex colonia británica menos del 30% de su población hable inglés y el idioma oficial más extendido, el hindi, sea para un hispanoparlante un sonido extraterrestre, esta mujer, de casta alta debido a su formación académica, ve que el atlántico cultural y económico es mucho más angosto de lo que dicen los miles de kilómetros del mapa.

El yoga, la práctica milenaria con origen en India y que se practica en todas partes del mundo, la ayurveda, la medicina tradicional con base en lo natural y que conecta los conceptos cuerpo y espíritu, o las especias con las que India se posicionó en el mercado internacional desde el minuto cero son los primeros tres puntos de contacto. Pero en India anhelan que haya muchos más.

Mercado de especias en Old Delhi

Hay cosas que el gobierno del primer ministro Narendra Modi quiere contar y está dispuesto a que su grito atraviese ese gap oceánico, para pelear así con esa imagen extranjera a la que está asociada la palabra India: trenes abarrotados con personas saliéndose por sus puertas y ventanas, ciudades sucias con su población viviendo en condiciones infrahumanas, desarrollo bajo, polución alta, fuentes de agua contaminadas al extremo, difícil conectividad con occidente. Quiere pelear contra la foto de la India como la resaca esclavista de la vida de colonia británica.

Para muestra, el botón de quien se viste de embajador de la India en el Río de la Plata. Hasta a Dinesh Bathia le cuesta explicarle a sus hijos lo que las cosas han cambiado en India en relativos pocos años. Cuando él era chico, apenas tenía luz eléctrica unas horas al día.

Tanto quiere pelear con esa imagen que el gobierno del primer ministro Modi hasta pretende reemplazar el nombre de su país. Para hablar de esta nueva India prefiere el nombre Bharat, que también es oficial ―está en la Constitución― pero es el hindi, el que reivindica, según entiende el oficialismo, el camino hacia Amrit Kaal, la edad de oro, de la evolución, el progreso definitivo. 

Por eso, el gobierno indio prefiere resaltar de los enormes avances que está dando con el hidrógeno verde, del éxito que ha tenido en su carrera espacial al convertirse en el cuarto país en llegar a la Luna y obtener información con un alunizaje cerca del polo sur del satélite, de cómo avanza en telecomunicaciones y se prepara para momentos de desastres naturales, de la seguridad de su industria farmacéutica, de la calidad de la educación terciaria y de posgrados que tiene para ofrecer, y de todas las posibilidades de negocios que puede implicar tener en su país una de las pistas más grandes del mundo para probar la seguridad en el ensamblado de vehículos. De que la calidad de los neumáticos locales ya está en el mercado latinoamericano y le compite pelo a pelo a los que ya conquistaron la confianza en occidente.

Quiere lucirse y demostrar que tiene con qué: en los últimos años, India trepó hasta ser la quinta economía del mundo y sus proyecciones la posicionan en el tercer puesto para antes de que termine esta década. Está abriendo nuevos aeropuertos, construyendo carreteras, inaugurando dos universidades nuevas al año. El canciller, Subrahmanyam Jaishankar, encuentra en el inglés las palabras que quiere comunicarle al mundo: We are looking for friends. We want more, better, and deeper relations.

Aunque, apenas una capa más abajo, en el país de Mahatma Gandhi, en la cuna del hinduismo y el que también albergó a Teresa de Calcuta, las contradicciones son imposibles de ocultar.

De trenes, carreteras y tuk-tuks: cuidado al cruzar

Las obras de infraestructura están a la vista. En las calles de Delhi, pero también en la provincia de Indore, enormes pilares se levantan para extender conexiones de carreteras sobre el nivel del suelo. Las ciudades están en obra. El polvo y el ruido se suman al caos cotidiano que implica circular en el país más poblado del mundo, que es solo entendible y armónico para quienes juegan de local.

Estación de tren en Delhi

Cruzar la calle sin ayuda, para un extranjero, es tentar a que lo pise un auto, un tuk-tuk, una bicicleta o incluso una vaca. O todo a la vez.

"Para conducir en India se necesita buena vista, buen oído, buenos frenos y buena suerte", resume con humor el conductor de un taxi en Nueva Delhi.

En 2019, el gobierno inauguró el Vande Bharat Express, el tren de media distancia y de fabricación enteramente india de mayor velocidad que opera en el país, y que de nada se diferencia con los trenes habituales de cualquier ciudad desarrollada. 

Aunque, claro, los otros, los de las películas con imágenes de vagones apelmazados de gente, también operan y todavía siguen siendo mayoría.

¿Drinkable water? El agua potable aumenta en India pero no todos confían

El consejo más repetido, y rogado, cuando uno viaja a la India, es que, por favor, agua de la canilla, ni para lavarse los dientes. Lo dice cualquiera que haya estado en el subcontinente indio antes, pero lo dicen sobre todo los locales, que son los que saben dónde está el peligro.

India ha dado pasos agigantados en las conexiones de agua en su país. Altos funcionarios del Ministerio de Agua de la India mantuvieron un intercambio con 35 periodistas latinoamericanos y mostraron, con orgullo, que el país había pasado de una conexión de agua potable del 16% en 2019, al 75% este año. 

Los inmensos tanques de agua se ven en la entrada de varios barrios de Delhi, la capital, y también en provincias más alejadas. En un pueblo a pocos kilómetros de Indore, “la provincia más limpia de la India”, una comunidad de indios baila sus danzas tradicionales y muestra con agradecimiento cómo les cambió la vida el enorme tanque de agua que tienen en la entrada. Casi ninguno de los más de 20 pobladores que reciben a los periodistas habla inglés, pero una de ellas, que oficia de vocera, agarra el micrófono y habla unas pocas palabras temblorosas en un anglosajón apenas entendible: gracias a Modi, esta es obra de Modi, repite, en un año en que la propaganda electoral con la cara del primer ministro aparece en cada rincón del espacio público.

Para el gobierno, el mensaje de que el agua de las canillas indias tiene dudosa reputación es solo una cuestión de falta de “confianza”, porque afirma que los controles son intensos y que por eso lo que necesitan es machacar en el mensaje de que el agua de la canilla es tomable, es segura.

Sin embargo, puertas afuera del ministerio, los indios sugieren, por precaución, seguir tomando agua únicamente embotellada.

Indore, la smart city que bate récords

Hay una ciudad, en el corazón de la India, en donde muchas cosas están cambiando. Indore es la ciudad más limpia del país, según un certamen nacional que viene ganando hace seis años de manera consecutiva.  

Ahora, qué significa una ciudad limpia, depende con el lente que se lo analice. En India, donde en muchos lados es habitual que los desechos se tiren directamente a los cursos de agua, donde la recolección de residuos a veces es manual y no siempre está sistematizada, y donde la polución es un problema, Indore hace la diferencia. 

Y no solo porque no se ve basura tirada en la calle y la calidad del aire es mejor. 

Allí, el gobierno instaló una planta de tratamiento de desechos para convertirlos en gas de combustión a buena parte de los ómnibus de la ciudad. Es un polo tecnológico, industrial y educativo. 

No necesariamente es un destino turístico para el público exterior: el desarrollo que ha logrado en poco tiempo puede quedar opacado por una infraestructura que todavía está en etapa de crecimiento. Cablerío en las calles, veredas angostas y rotas, construcciones maltratadas por el paso del tiempo.

Aunque así sea, hoteles de las principales cadenas están ahí, a la espera de que los ojos del mundo los descubran.

Indore

El lugar de las mujeres en la agenda pública: ¿dónde están?

Vini Mahajan, secretaria del Departamento de Agua Potable y Saneamiento, contaba a los periodistas cómo la política del agua había sido una enorme oportunidad para reconvertir el trabajo de las mujeres, sobre todo en zonas rurales y semirrurales: ellas solían ser las que iban a buscar el agua cuando la conexión sanitaria todavía no había llegado a sus hogares, y muchas son las que, suplido ya el acceso desde su casa, se encargan hoy de controlar la calidad del agua en cada punto del territorio.

Mujeres de un poblado semirrural reciben a periodistas y les muestran los beneficios que llegaron con el agua

El país que tiene por segunda vez en su corta historia independiente a una presidenta mujer, Droupadi Murmu, ―aunque el cargo de mando más relevante es el del primer ministro― ha impulsado políticas para mitigar el impacto de la enorme inequidad de género que existe en India: la política implementada en el control del agua, la obligación de representación gubernamental femenina con una ley de cuota, o el apoyo financiero a emprendimientos de mujeres son algunas de ellas.

Aunque, por supuesto, basta con mirar algunos números para notar que no es suficiente.

En el Índice Global de Brecha de Género, India ocupó el lugar 127 del ranking en 2023. Hace dos años, estaba en el lugar 140 de 155 países. 

O basta, incluso, con abrir uno de los periódicos nacionales, para ver los variados mensajes clasificados de familias buscando mujeres y hombres para formar parejas. En los matrimonios arreglados, aceptados culturalmente, la que “agasaja” ―el arreglo económico está prohibido desde la década de 1960― es la familia de la mujer, y es ella la que queda sometida a las reglas de su esposo.

A diferencia de lo que ocurre en Latinoamérica, o incluso en Uruguay, el crimen o el narcotráfico no es un tema que acapare titulares en India. Lo es, en cambio, la violencia contra las mujeres, la explotación, y hasta la violación en grupo. Hace unos días, la violación grupal de una ciudadana española recorrió los portales del mundo, como también lo hizo el mote de definir al país como uno de los países más inseguros del mundo para las mujeres

Esto se suma a un sistema de castas que, si bien fue abolido en los papeles, en la práctica sigue tan impregnado culturalmente como siempre: quien nace con determinado apellido, tradición, o entorno cultural, vivirá sin posibilidad alguna de modificarla. De hecho, el gobierno impulsa políticas apoyar para las castas más vulnerables socioeconómicamente, y para acceder a esos beneficios los integrantes de la casta deben presentar los documentos que avalen su procedencia.  

Desde el cielo, cuando el avión sobrevuela la capital india, las luces en la noche reflejan las de un país que todavía se está iluminando, con claras intenciones de más. Aunque hasta en los hoteles más grandes de la ciudad las bombitas cada tanto se apagan, la electricidad se corta, y solo después de un rato vuelve a poner todo a andar. 

Los uruguayos quieren tentar a los indios con el vino
Una delegación de 20 empresarios indios visitará Uruguay a fines de abril con el objetivo de explorar posibles mercados. En esa oportunidad, mantendrán reuniones con el sector vitivinícola, que intentará acercarse para intentar alcanzar un futuro vínculo comercial y colocar los vinos uruguayos en tierra india. El embajador uruguayo en ese país, Alberto Guani, saca la cuenta de que las mujeres indias están recuperando libertades, y eso implica también más potenciales consumidores. En números indios, el consumo de alcohol es bajo: se estima que hay en el país unos 30 millones de tomadores de vino, lo que, para números uruguayos, aún puede ser un mercado indudablemente tentador.

 

*El Observador fue invitado a conocer la India en el marco de un programa de familiarización para periodistas impulsada por el Ministerio de Relaciones Exteriores de la India.

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