La nueva vida de Toby

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Matrimonios que hacen agua: cómo el cine, las series y los libros de hoy están hablando del divorcio

Los relatos cambian y la forma en la que se ve el divorcio a través de los ojos de la cultura pop también
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16 de abril de 2023 a las 10:51

Cuanto más nos adentramos en las aguas extrañas y esquizofrénica de este siglo XXI que nos lleva de los memes como nuevo producto lingüístico genuino a la explosión de la IA sin escalas, más nos damos cuenta que uno de los aspectos humanos que más rápido está mutando son los vínculos, en especial los que refieren a las relaciones sexoafectivas. En más de un sentido, el amor se abre ante nuevos paradigmas, nuevas formas de entender el placer, nuevos espacios de experimentación y, también, a la reivindicación o transformación de viejas estructuras. Porque el matrimonio sigue estando ahí, es un objetivo, un proyecto, un ideal familiar-institucional que se mantiene a pesar de los baches en el camino, y por ende el divorcio, su conclusión precipitada, también. Y en la línea de esa deconstrucción, lo que durante décadas tuvo un solo significado —el fracaso— parece empezar a cambiar o, al menos, a admitir más matices. Esto pasa, de alguna manera, porque aunque su existencia es longeva el divorcio se está imponiendo como uno de los temas de esta era, o estos años o época de la humanidad, y, como siempre, la cultura popular se está haciendo cargo de contarlo. El final, la línea de meta del proyecto del amor, está más presente que nunca en el consumo diario. Las nuevas formas de entenderlo también.

La muestra más evidente es La nueva vida de Toby —cuyo título en inglés, Fleishman is in trouble, es muchísimo más atinado—, la serie que, por estos días, se cuela en una conversación dominada por dos títulos más ruidosos, como lo son Bronca de Netflix y Succession de HBO. Protagonizada por Jesse Eisenberg y Claire Danes, la producción que se puede ver en la plataforma Star+ ofrece en ocho episodios una visión menos trágica para un momento que, por pensar en cosas como Kramer vs Kramer o la más cercana Historia de un matrimonio, en general ha sido tratado como un campo de batalla, una bomba atómica devastadora en la vida de dos personas que alguna vez se quisieron y ahora se destrozan sin piedad. Una catástrofe que solo deja, como resultado, tierra arrasada.

Así, con su pinta de veinteañero eterno y la timidez tartamuda irremediable, el woodyallenesco Eisenberg se pone al hombro a un personaje que ya tiene 40, que tiene dos hijos, que ha hecho carrera como médico y le va bien, que de repente se encuentra yendo de una cama a la otra con casi tanta torpeza como maneja las aplicaciones de citas, que no sabe dónde se metió su exesposa y al que se le abre una nueva manera de entender la vida post instituciones.

Sobre esta serie y el tema escribieron varios, entre ellos la argentina Tamara Tenenbaum, que en su columna de Eldiario.ar decía:

“Las novelas del siglo XIX fueron las novelas de matrimonio, las novelas del siglo XX fueron las novelas de adulterio y las novelas del siglo XXI (del siglo XXI largo, pongamos, el que arranca con la crisis del socialismo real) son las novelas de divorcio. No se trata solamente del divorcio como el fin de una relación amorosa o la transformación de una familia (aunque sí), sino incluso de un principio constructivo: las novelas de matrimonio se trataban del final feliz, las novelas de adulterio del final trágico y las novelas de divorcio se tratan de una vida con menos finales, de un mundo en el que no es raro llegar a los 80 años y entonces divorciarse a los 40 con una vida entera por delante. Se tratan de cambiar de trabajo, de cambiar de amigos, de cambiar de vida, de vivir mil vidas, pero con la sensación de que no es gratis, que los años siguen pesando en el cuerpo, los ex maridos no desaparecen sino que se acumulan igual que todos nuestros errores y aciertos y nos rondan hasta el final de nuestras vidas. Se trata de empezar de nuevo sin que nunca se pueda empezar de nuevo.”

Historia de un matrimonio

Algo así es lo que le pasa a Toby Fleishman. Y el punto de Tenenbaum se destaca porque, al margen de establecer al divorcio como un tema del que se está hablando y mucho, ejemplifica de qué manera se ha transformado ese abordaje: la vida es más larga, la cantidad de personas con las que estableceremos un vínculo íntimo probablemente también y, al final, esos trozos de vida son los adoquines que le terminan dando forma al tiempo que estamos en este mundo.

La autora británica Rachel Cusk también ha tirado líneas sobre el divorcio en sus libros, que llegan a librerías uruguayas a través de la editorial Libros del Asteroide. La siguiente cita proviene de uno de los últimos:

“Era imposible explicar por qué el matrimonio se había roto: el matrimonio es, entre otras cosas, un sistema de creencias, un relato, y aunque se manifiesta en cosas muy reales, sigue un impulso que, en última instancia, es un misterio. Al final, lo real era la pérdida de la casa, que se había convertido en el emplazamiento geográfico de todas las cosas que habían desaparecido y que representaba, suponía yo, la esperanza de que un día esas cosas pudieran regresar.”

El fragmento de Cusk pertenece a la novela A contraluz y si bien trata al fin de la unión con una melancolía que la hace mirar hacia atrás con una sonrisa triste, evidencia que la idea de des-realización detrás de la separación quizás hoy se tamice por las expectativas diferentes que manejamos en estos tiempos. Y así, la pérdida, más que existencial o emocional, puede terminar siendo más física: nos duele la repentina falta de un asidero al mundo, algo que permita sentirnos parte de algo más grande, que ocupa un espacio vital, que tiene sus propias reglas y un lenguaje, coordenadas que, por otro lado, desaparecen inevitablemente cuando el amor termina de morir.

De nuevo: del divorcio se está hablando mucho, está en la mayoría de lo que consumimos, incluso solapadamente. Incluso, con retratos que a veces se acercan más a esta nueva forma de entenderlo, y a veces no pueden olvidar la carga del pasado.

La mencionada serie del momento, Succession, también tiene ese punto de inflexión en el relato de su última temporada, que está en emisión. En el primer capítulo de está cuarta entrega de la serie de Jesse Armstrong —spoilers de acá en adelante— ya se pauta que uno de los conflictos principales, además de saber qué pasa con el imperio de Logan Roy, será la resolución/disolución del matrimonio entre Shiv Roy y Tom Wambsgans. En bandos separados, con puñales enterrados por turnos, ambos protagonizan una de las escenas más conmovedoras de toda la serie: acostados, vulnerables, sin mirarse en la cama que ya no comparten, se agarran de la mano y se dicen, entre otras cosas más o menos dolorosas, que por lo menos trataron. 

Y si de producciones “del momento” se habla, no se puede dejar de lado a la última ganadora del Oscar a mejor película, Todo en todas partes al mismo tiempo, otra historia que planta el divorcio en el medio de la pantalla y lo utiliza como catalizador de todo el delirio cósmico y multiuniversal que llega después. Porque debajo de todos los estímulos visuales y los mapaches escondidos en sombreros de cocina hay un matrimonio ya veterano de inmigrantes asiáticos que deben enfrentarse a la falta de motivaciones para sacar adelante su relación y la posibilidad, deslizada por una de las partes, de seguir por caminos separados. 

En esa película, de todas formas, la cosa termina bien. No importa cómo, o en cuál de los universos que abre, pero termina bien. No se puede decir lo mismo de algunos divorcios clásicos como el de Escenas de la vida conyugal, la serie/película de Ingmar Bergman que se convirtió en un paradigma de las relaciones quebradas y que el año pasado tuvo su versión estadounidense acondicionada a los tiempos y con dos de las estrellas más hermosas y seductoras de Hollywood: Oscar Isaac y Jessica Chastain. 

Secretos de un matrimonio

En Secretos de un matrimonio —así se llamó la versión de HBO—, los roles cambian, la historia original se altera, pero la herida original se mantiene. Las idas y vueltas entre los personajes, y las discusiones de alto voltaje, también. La huella de la obra de Bergman es honda y en los relatos de este tipo siempre se deja entrever —pasa en esta adaptación, en Historia de un matrimonio de Noah Baumbach, hasta en la tercera y fascinante tercera temporada de la serie de Netflix Master of None— pero ya en ejemplos como La vida de Toby empieza a menguar. Y eso es una señal de que la mirada hoy se corre, que habilita otras lecturas. Que el final no es el final.

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