Los interrogantes sobre la conveniencia de la energía nuclear aluden básicamente a los costos y riesgos futuros de su desarrollo.

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Los pros y los contras de la energía nuclear: un debate con final abierto

Una conversación entre científicos, especialistas en redes eléctricas, expertos en protección radiológica y activistas climáticos arrojó varias coincidencias sobre la energía nuclear, pero también desacuerdos sobre su futuro
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10 de octubre de 2023 a las 05:04

Existe una marcada división entre los científicos que comparten la preocupación por el cambio climático y aceptan la necesidad de reducir urgentemente la emisión de gases de invernadero. La división se da acerca del papel futuro de la energía nuclear en la combinación energética mundial. Entre estos científicos abundan los argumentos a favor de la necesidad y la conveniencia, de la energía nuclear y los que plantean sus peligros e impracticabilidad, según escribieron para el Bulletin of the atomic scientists el profesor en física John Harte y la activista Joan Blades.

El argumento a favor de la energía suele suponer que el sol, el viento y una mayor eficiencia no pueden satisfacer las necesidades energéticas futuras, en particular la demanda básica. Quienes defienden la energía nuclear enfatizan la cantidad relativamente pequeña de tierra necesaria para obtener combustible nuclear y los reactores, y la casi ausencia de los contaminantes asociados con la quema de combustibles fósiles durante la operación.

Pero quienes advierten sobre peligros inaceptables asociados con la generación de energía nuclear apuntan a los accidentes de Fukushima y Chernobyl, a la creciente amenaza de una guerra nuclear si cada vez más naciones tienen la capacidad de producir isótopos aptos para armas, a las etapas del ciclo del combustible que podrían ser vulnerables al desvío de material radiactivo por parte de terroristas y a posibles fugas de los sitios de almacenamiento de combustible gastado. Quienes sostienen que un mayor uso de la energía nuclear no es práctico enfatizan principalmente su costo relativamente alto, su largo tiempo de implementación y la ausencia de una aceptación pública generalizada.

Con el fin de determinar si estos puntos de vista reflejan desacuerdos fácticos, se organizó una “conversación” de expertos. El objetivo era reunir a personas conocedoras con puntos de vista divergentes, en un ambiente privado, para hablar entre sí, aprender si hay puntos en común sobre el papel futuro de la energía nuclear en la reducción de las emisiones de carbono y, en caso contrario, tratar de identificar la información necesaria para lograr un acuerdo sobre hechos clave.

Los autores consignan que, entre los seis participantes se encontraban dos científicos ambientales cuyas investigaciones enfatizan el cambio climático; uno argumentó que la energía nuclear es clave para un futuro libre de emisiones (argumento de necesidad), y otro, que los costos seguirán siendo prohibitivos mientras las alternativas a la energía nuclear sean adecuadas (argumento de impracticabilidad y falta de necesidad). Los otros cuatro participantes incluían a uno que tenía experiencia en la red eléctrica de Estados Unidos, otro que era especialista en protección radiológica y dos que eran organizadores progresistas de la acción climática preocupados porque los expertos en quienes confiaban les contaban historias contradictorias sobre el mejor camino a seguir en lo que respecta a la energía nuclear.

Hubo áreas sustanciales de acuerdo en la conversación más allá del consenso sobre la necesidad de reducir las emisiones tan rápido y barato como se pueda sin causar impactos inaceptables en el bienestar humano.

Hubo consenso también sobre la necesidad de garantizar en forma confiable una demanda mínima de base y de modernizar la red eléctrica en Estados Unidos. Hubo entusiasmo general por futuras mejoras en la eficiencia energética para reducir la demanda general. Y, por supuesto, hubo apoyo para continuar la investigación, particularmente sobre cuestiones de seguridad en todas las etapas del ciclo del combustible nuclear y en el diseño y funcionamiento de pequeños reactores modulares.

Lo más interesante es que durante las dos horas de conversación no surgió ningún desacuerdo sobre los hechos. Nadie afirmó que el almacenamiento de residuos plantee riesgos grandes e inevitables para el público, o que el problema de los residuos haya sido resuelto. Nadie afirmó que los futuros Fukushima y Chernobyl sean prácticamente inevitables o que sean prácticamente imposibles con las salvaguardias actuales. Realmente no había nada de qué discutir, excepto cómo será el futuro.

Quienes argumentaron sobre la necesidad o conveniencia de la energía nuclear estuvieron bastante seguros de que los costos futuros caerán sustancialmente, que la construcción podrá acelerarse y que se desarrollarán e implementarán salvaguardias para garantizar la seguridad pública. Quienes argumentaron desde la perspectiva de los peligros o la impracticabilidad de la energía nuclear creyeron que los costos futuros seguirán siendo prohibitivos, los riesgos seguirán siendo inaceptablemente altos y las necesidades de carga básica pueden satisfacerse sin energía nuclear. Estas visiones divergentes del futuro reflejaban, principalmente, deseos diferentes, no posesión o creencia en hechos diferentes.

De acuerdo con Blade y Harte, la principal conclusión de la conversación fue hasta qué punto sólo la especulación separaba los dos puntos de vista sobre la energía nuclear: una parte especula que el precio bajará, que se puede evitar que los terroristas intercepten las cadenas de suministro de combustible nuclear y que la expansión de la energía nuclear el poder no aumentará peligrosamente la probabilidad de una guerra nuclear; la otra parte especula que el precio seguirá no siendo competitivo, que el desvío de materiales nucleares seguirá siendo una amenaza grave y que la opinión pública seguirá resistiéndose a esta solución.

Un lado especula que la energía solar y la eólica no pueden satisfacer las necesidades futuras de energía de carga base, mientras que el otro espera que una red modernizada que coordine la energía solar y eólica en todas las regiones, nuevos desarrollos en tecnología de almacenamiento y el desarrollo futuro de geotermia profunda de roca seca será suficiente para satisfacer una demanda mínima básica.

La cuestión del suministro de carga básica demandó un análisis más detenido. Es necesario debatir más a fondo las posibles maneras en que se puede promover y lograr una mayor flexibilidad temporal en el uso de la electricidad, reduciendo así la necesidad de un gran suministro de carga base. El papel futuro de la energía geotérmica de carga básica parece prometedor, pero se necesitan muchos más análisis y debates sobre esa opción.

Y, por último, también merece más reflexión la vulnerabilidad de las necesidades de refrigeración de la energía nuclear ante olas de calor prolongadas e intensas que podrían hacer que la energía nuclear no sea fiable como suministro básico de electricidad.

Concluyen los autores que el intercambio entre seis personas calificadas en el tema no parece demasiado, por lo que sería necesario multiplicar este tipo de conversaciones para hallar consensos en torno a lo que hoy son especulaciones y surgen de dos preguntas básicas: ¿se pueden reducir sustancialmente el costo de la energía nuclear y sus riesgos?, y ¿se pueden satisfacer las necesidades básicas sin ella?

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