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La historia del jubilado uruguayo que se convirtió en estrella de los videojuegos

Con más de 208 mil seguidores en la plataforma Twitch, Robertson Escuotto pasó de estar completamente alejado de internet a convertirse en protagonista
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13 de noviembre de 2020 a las 05:01

La industria de los videojuegos factura más que la del cine y la música juntas. Algunas proyecciones apuntan que para fin del 2020 todo lo vinculado a las consolas y sus personajes futuristas de colores estridentes va a generar cerca de US$ 160 mil millones.

Mientras leas estas líneas, y durante el resto del día, más de 2.700 millones de personas repartidas por todo el planeta encenderán su teléfono, su tableta, su computadora o su televisor y dedicarán al menos unos minutos a sumergirse en la realidad paralela y electrizante de los videojuegos.

El 57% de los jugadores serán hombres y el otro 43% serán mujeres. La mayoría, un 38%, va a tener entre 18 y 34 años.

Y también va a estar Robertson Escuotto.

Cada día, cuando el reloj marque las seis de la tarde, en un ritual casi religioso, este jubilado montevideano de 70 años se va a sentar frente a una modesta computadora. La máquina estará instalada en una mesa ancha al costado de su cama, en un departamento chiquito y luminoso cerca del Hospital de Clínicas. 

Entonces todos esos millones de dólares, toda esa colosal industria del entretenimiento moderno, se va a rendir a los pies de un veterano con más de 208 mil seguidores que nunca esperó convertirse en estrella de los videojuegos.

De los “juegos de viejo” al fenómeno viral

“Empecé jugando juegos de viejo: Solitario, Ta-te-ti y Ludo”, dice Robertson. Y explica que nunca había sentido una particular atracción por las computadoras y mucho menos por las consolas.

En realidad, lo suyo siempre fue “poner el lomo”. Trabajó como mozo en bares y restaurantes de Montevideo y Piriápolis y los últimos años antes de jubilarse los pasó metido en obras y construcciones ejerciendo el oficio de albañil. Pero cuando se jubiló, el tiempo empezó a correr un poco más lento.

Una tarde como cualquier otra, Robertson ojeó el cuarto de su hijo (29) y lo vio enfrascado frente al monitor de la computadora, jugando. Entonces se dio una chance con los videojuegos más modernos.

 
 

Durante meses, el League of Legends (LOL) fue su amansaloco. Se pasaba horas intentando descifrar a los personajes, analizando la dinámica del juego, sumergiéndose en un universo ajeno y seductor.

El LOL es lo que se conoce como un multijugador de arena. Es decir que varios usuarios, que ni siquiera se conocen, se conectan en línea para jugar partidas de equipos. Cada partida es una batalla ambientada en un escenario fantástico diferente. Las partidas se pueden transmitir por streaming a través de una plataforma especializada, que generalmente es Twitch. O sea que hay ciertos jugadores que se filman jugando para que otros se conecten y los vean en vivo y en directo desde sus casas. Ellos son los streamers y algunos se convirtieron en verdaderas estrellas con legiones de fanáticos y contratos multimillonarios. 

 Para Robertson el pasatiempo fue solo eso, un pasatiempo. Hasta que en octubre del 2019 su nieto le avisó que un popular streamer argentino había subido un video suyo sorprendido por lo mal que jugaba. Claro que entonces, escudado en el apodo de usuario Tellier50, nadie podía saber que del otro lado de esos movimientos torpes y despreocupados en el juego, había un jubilado uruguayo.

"Cuando pasó todo eso seguí jugando como siempre -dice Robertson-, solo que empezaron a aparecer botijas que se metían a jugar en la misma partida que yo y me decían ‘vos sos Tellier50, escuché hablar de vos en YouTube, estoy jugando con un famoso, con un grande’. Todo sin saber quién era yo en verdad”, cuenta.

Fue su nieto el que le inoculó la idea de empezar a stremear, es decir, a mostrarse frente al mundo gamer a través de una cámara. “Estás loco, mijo”, fue la primera reacción.  Aunque tiempo después, el mismo nieto lo acompañó a comprar un teclado nuevo y lo convenció también de llevarse una cámara web. Total, no había nada que perder.

Robertson instaló el equipamiento nuevo y empezó a stremear a ver qué pasaba.

"Tres días después se rompió todo", dice.

Sumergido en los códigos del videojuego

En cuestión de horas, el número de seguidores de Robertson en Twitch comenzó a aumentar de a miles.

Así se convirtió en el “tata” de internet.

No fue tan sencillo acostumbrarse al lenguaje y los códigos del mundillo gamer. Robertson precisó de su hijo y su nieto para hackear ese universo. “Nerfeo”, “poke”, “kappa”, “smurf” o “lootear” fueron todas palabras que empezaron a aparecer en los chats entre Robertson y sus seguidores, y que el jubilado se tuvo que aprender para poder mantener una conversación.

“Muchos botijas me escriben diciéndome que ojalá sus abuelos se animaran a jugar como yo. Entonces les respondo: enseñale, explicale. A nosotros los viejitos nos tienen que decir, cinco, seis o diez veces las cosas. ¿Y qué? Cuando ustedes eran chiquitos, les digo, nosotros los adultos les decíamos veinte mil veces las cosas. Y no nos quejábamos. Vos enseñale”, exclama Roberston. Y agrega: “No sean malos, botijas, denle pelota a sus abuelos si quieren aprender. Van a ver cómo todo esto de los juegos nos distrae, cómo nos saca”.

"Muchos botijas me escriben diciéndome que ojalá sus abuelos se animaran a jugar como yo. Entonces les respondo: enseñale, explicale. A nosotros los viejitos nos tienen que decir, cinco, seis o diez veces las cosas"

Lo que Robertson más valora de su nueva aventura virtual es, precisamente, el contacto con los jóvenes. Lo dice así: “Esto de conversar con los gurises y retarlos porque no van a estudiar es maravilloso. Les digo que los deberes son lo primero y que después vengan a mirar a este viejo. ‘Ah, el tata se enojó’, me escriben cuando los rezongo. Pero sí, priorizo el estudio. También me llena de alegría cuando puedo darles algún consejo”.

Facundo Juárez, conocido en el mundo paralelo de los videojuegos como RealKafu, de veintitantos años, dice que la comunidad de jugadores uruguayos se sorprendió cuando el mito del jubilado uruguayo gamer comenzó a rodar por la web. “Es algo totalmente fuera de lo normal en la plataforma, algo que no ves. Cuando lo conocimos no lo podíamos creer”, recuerda. Además, el joven destaca el compromiso de Robertson con cada uno de sus seguidores. “No te deja un mensaje del chat sin responder”, dice en alusión a la catarata de comentarios que le llegan cada vez que se conecta a jugar.

Un homenaje más allá de las pantallas

Cuando Robertson hace el ejercicio de imaginar para dónde puede salir disparado todo este sacudón digital a sus 70 años, le cuesta reconocer una dirección clara.

Ya se le acercaron algunas marcas para ofrecerle productos a cambio de publicidad en su cuenta de Instagram donde cosecha más 56 mil seguidores, pero su mayor sorpresa se la dieron su colegas gamers.

En más de una oportunidad streamers famosos le donaron dinero para mejorar su equipamiento (es una práctica relativamente común en este rincón de internet) por lo que cada tanto se lleva alguna que otra sorpresa.

La más recordada fue la vez que Coscu -un argentino de 28 años con más de dos millones y medio de seguidores en Twitch- le donó US$ 1.000. “Me cambió un poquito la vida, fue muy emocionante”, recuerda Robertson.

Lo que muchos no saben es que detrás de todo este espectáculo de las pantallas, descansa una ofrenda a la vida.

En enero de este año, Robertson perdió a Fabián, uno de sus hijos. “Creo que Fabián estaría contento con todo esto. Una vuelta me sacó una foto jugando al LOL y la compartió en sus redes sociales con un texto que decía: ‘Ver a mi viejo jugando al LOL no tiene precio’”, cuenta.

Y agrega: “Esto que estoy haciendo es un homenaje para él. Estoy seguro que me está ayudando desde arriba”.  l

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