De niño no quería ser músico sino arquitecto, como su papá, pero después "se le pasó". Fue a un colegio que no tenía liceo, a un liceo que no tenía preparatorio y luego de terminar el bachillerato humanístico se decidió por hacer comunicación en la Universidad Católica. Pero la música fue algo que lo acompañó toda su vida. En su casa había un piano, vestigio de las clases que había tomado su madre cuando era chica. Además del piano había una guitarra pero ningún músico. Sus hermanas más grandes lo llevaron a conocer artistas que no eran propios de su edad, como Charly García (de quien confiesa ser un fanático) y los Rolling Stones. Esos primeros músicos lo marcaron para siempre. Charly García y Keith Richards ocupan el lugar de sus guitarristas favoritos y a ambos los pudo ver en vivo en más de una oportunidad, al igual que a quienes los siguen en su lista: Jack White de The White Stripes y Prince.
¿De Uruguay qué te gusta? "Lo que más me gusta es Jaime Roos, que me parece un anormal. Me emociona mucho lo que hace, no puedo creer lo talentoso que es. Cuando escucho música como la suya me acuerdo de que para mí la música es más que un entretenimiento". De las bandas de rock nacionales sus favoritas son Hablan Por La Espalda. Guachass y Motosierra. "Siento que son las bandas de rock uruguayas con las que pasa algo". El rock para él tiene que conectar con un grupo de gente, pero no tiene que ser algo para la familia y estas bandas cumplen con su requisito.
A los 13 años fue su verdadera iniciación como músico. Como muchos adolescentes, quería formar su propia banda de rock, pero con 13 años se sentía viejo para aprender a tocar la guitarra, así que optó por el bajo, instrumento que consideraba más fácil por tener menos cuerdas y tocarse de a una a la vez. "Empecé a estudiar con Popo Romano, que en aquel momento era el bajista de Jaime Roos y armé así las primeras bandas con mis amigos del liceo, tocábamos covers y después canciones nuestras. Así fue como entré en la música". A la hora de elegir la carrera, la música no era una opción porque él no quería ser profesor o tocar en una orquesta, sino en una banda de rock y para eso "no se estudia".
Mientras estudiaba comunicación trabajaba en el área de marketing de la empresa familiar, el estudio Atijas-Weiss (posteriormente Atijas Casal Arquitectos). En 2007 su esposa se ganó una beca para hacer un máster en Estados Unidos y él, ya recibido y con varios años de experiencia en marketing, decidió hacer las valijas y acompañarla. "En ese momento trabajaba desde mi casa para una empresa estadounidense que hacía marketing digital para compañías discográficas. Les planteé que me había surgido la posibilidad de irme al exterior y arreglamos para que pudiera seguir trabajando desde allá". Al segundo año de vivir en Estados Unidos se anotó en facultad. Postuló y quedó seleccionado en la Universidad de Nueva York para hacer un máster en marketing. Durante dos años se dedicó a estudiar y a hacer pasantías, que era lo que le permitía su visa de estudiante. Para preparar la tesis, Rafael tenía que encontrar un tema que realmente le gustara porque ocuparía su tiempo durante un semestre entero, y fue allí que la música volvió a decir presente.
"El momento en que se me prendió la lamparita fue cuando vi a mi sobrina de 6 años. Le habían regalado una guitarrita de esas de supermercado para niños y yo, que era el tío músico, el que se la afinaba cuando iba a la casa y trataba de enseñarle, me di cuenta de que era absolutamente imposible que con un instrumento así un niño se pusiera a tocar, que disfrutara. Ahí se me ocurrió que había una oportunidad de hacer una guitarra para niños y niñas que fuera bien distinta a las que había". La gran diferencia era que sería de tres cuerdas, con un peso y tamaño adecuados y, además, armable. ¿Por qué una guitarra armable? "Queríamos hacer una guitarra distinta y que los niños (y los grandes también) se sintieran estimulados a tocarla; que no fuera simplemente algo que agarran y después quedara olvidado por ahí, entonces se me ocurrió que, si es algo que lo armás, generás un vínculo más profundo, hasta emocional con el instrumento".
Pensó que sería bueno desarrollar la guitarra en la vida real y no solo en la tesis, así que se juntó con un grupo de diseñadores industriales que trabajaban en productos de madera y para niños: Agustín Menini, Carlo Nicola y Lucía Guidali. En una reunión en el bar Las Flores les planteó la idea y su intención de realizarla, a lo que todos se sumaron. Con el equipo ya armado se postularon para uno de los programas de la ANII que cofinancia la etapa de investigación y desarrollo de productos innovadores. Al tener la aprobación se pusieron a trabajar. En mayo de 2010 entregó la tesis (obtuvo una A) y en setiembre, tras nueve meses de investigación y mucho trabajo de diseño, nació el primer prototipo de Loog Guitars, que mandaron a hacer al luthier Ariel Ameijenda, especializado en guitarras.
Hacer esa primera Loog les costó en el entorno de los 500 dólares, pero preparar una partida grande no era algo que pudiera hacer un luthier, sino una fábrica. Con el prototipo en la mano, el siguiente paso fue mandar mails y visitar distintas fábricas de todo el mundo para ver cuál podía hacerlas. "Me fui a una fábrica de guitarras en Estados Unidos, contacté algunas en Brasil, en Argentina (en Uruguay no hay) y a unas cuantas en China, porque hay millones". La gran mayoría directamente no le respondió, las que sí lo hicieron fueron las chinas, así que empezó un proceso de selección hasta dar con una que hizo unas muestras que le gustaron. Con la fábrica apalabrada, lo único que faltaba era el dinero para comenzar a producir y fue entonces cuando apareció el sitio web Kickstarter como salvador
Kickstarter es uno de los tantos sitios web dedicados al crowdfunding, es decir, a la recaudación de fondos para financiar proyectos. Personas de todas partes del mundo invierten, con relativamente poco dinero, en aquellos proyectos que les resultan interesantes. La contrapartida que reciben a cambio varía, pero muchas veces suele ser el nuevo producto. Rafael se enteró de la existencia de Kickstarter en webs de tendencia y tecnología y fue el sitio que escogió para lanzar el proyecto a la venta. Hacerse conocer desde Uruguay con un producto innovador y tener la posibilidad de llegar al mercado estadounidense con cero peso en publicidad era muy tentador, pero el reto era el producto, ya que estaba muy alejado de los costos y el tipo de proyectos que se solían financiar en Kickstarter allá por 2011. "En aquel momento predominaban los proyectos artísticos o productos tipo estuches para iPhone que salían 20 dólares, no 150 como mi guitarra. Entonces dudé, dudé, dudé, pero me tiré al agua y por suerte salió bien".
Kickstarter recomienda a quienes ofertan que hagan campañas de un mes máximo, así que en solo cuatro semanas Rafael tenía que llegar a 15 mil dólares para producir la primera partida de Loog Guitars. A los usuarios les gustó tanto el proyecto que al finalizar la campaña había recaudado más de 65.000 dólares. ¿Te sorprendió? "Me recontrasorprendió, no lo podía creer. Un blog muy leído hizo una nota sobre las Loog, como ese hizo una nota otro hizo otra y hubo tres días seguidos que pasó eso y explotó la campaña. Fue una cosa mágica". En 2013 replicó el modelo y lanzó una nueva campaña para financiar la versión eléctrica de las Loog. Necesitaba 50 mil dólares y llegó a 70 mil.
Con el dinero recaudado en la primera campaña hizo más guitarras que las que tenía que entregar en Kickstarter y abrió su propio sitio web (loogguitars.com) para aceptar pedidos. "Al principio pensaba que con eso bastaba, pero me di cuenta de que para generar volumen, para crecer, para vender, también estaba bueno estar en lugares físicos, sobre todo por ser una guitarra que es algo que a la gente le gusta ver y tocar", así que empezó a ir a ferias de instrumentos y a venderla en tiendas. Actualmente las Loog se venden en más de 30 locales en Estados Unidos y en más de 40 países a través de la web (hasta tienen un distribuidor en Japón). Suelen hacer unas cuatro o cinco partidas al año y llegan a un total aproximado de 5.000 guitarras. Para Uruguay importan muy pocas porque es muy caro traerlas de China y, como la empresa es pequeña (solo son cinco personas), necesitan enfocarse en donde está su verdadero negocio: Estados Unidos. Pero como todo el equipo vive en Uruguay y les gusta que estén acá, las traen igual.
En 2013 ganaron el premio a mejor herramienta musical para estudiantes de primaria otorgado en los Best Tools for Schools, al ser votada por maestros de música de todo Estados Unidos. "El premio nos abrió un montón de puertas y estamos en varias escuelas, aunque ya trabajábamos en ellas antes. Fue un argumento más que está buenísimo tener porque nosotros realmente estamos muy convencidos del producto y creemos que es una buena guitarra para niños, pero una cosa es que lo digamos nosotros y otra es que lo diga la Asociación de Maestros de Estados Unidos".
Con Loog Guitars en marcha, él y su esposa decidieron volver a Uruguay luego de cuatro años en Nueva York. "Nunca sabés si tomás la decisión correcta pero en aquel momento nos volvimos" y confiesa que le costó mucho el regreso porque el estilo de vida de allá y el de acá eran muy diferentes. ¿Volverías a vivir en otro país? "No, ahora no, por mis hijos. Acá encontramos una rutina y siento que mis hijos no van a estar mejor en otro lado de lo que están acá, no me gustaría". Con una nena de 3 años y un bebé de 7 meses, siente que separarlos de su familia, sus amigos y sus costumbres sería egoísta de su parte. "Hasta que tuve hijos era una pregunta que me hacía todos los días, pero ahora ya está contestada. Cuando tenés hijos pasás a ser otra persona y todo lo que pasó antes quedó en otra vida".
A los 37 años, sus proyectos a futuro giran en torno a la estabilidad profesional y personal. Le gustaría poder trabajar un poco menos para tener más tiempo de hacer otras cosas, como deportes, pasear con su familia y viajar. ¿Sentís que encontraste tu lugar con Loog? "Sí, sí porque aparte no me considero un emprendedor serial de esos que se les ocurre algo y lo dejan caminando y después se les ocurre otra cosa, arman un equipo y así sucesivamente. Realmente no tengo ese ADN. No sé si voy a estar en Loog toda la vida pero hoy mi mente está 100% enfocada en esto. Cuando se me ocurre una idea nueva es una idea aplicada a Loog". Y el emprendedurismo también está en ese pensamiento, cosa que detectaron dos grandes instituciones de las que forma parte: la ANII y Endeavor.
¿Cómo te ves de aquí a 10 años? "Me veo en Loog, con más instrumentos. Siento que Loog puede ser tipo Lego, salvando las distancias. Una guitarra para niños también es un instrumento para fomentar la creatividad, la curiosidad. Quiero que Loog llegue a estar en ese lugar. Ojalá dentro de 10 años haya tiendas Loog en Japón, en Dinamarca y que en cada casa haya una. Pero te juro que no es por un tema comercial, sino porque creo que el producto tiene ese potencial" y su respuesta suena realmente sincera. Termina la entrevista y a mí me nacen las ganas de desempolvar la guitarra de mi casa, hasta que recuerdo que sus cuerdas "nuevas" no están afinadas y que apretarlas contra el traste sigue siendo un sufrimiento para mis dedos por la falta de costumbre... y porque no es una Loog.
¿Qué representa la música en tu vida? "Fah, yo qué sé". Luego de una larga pausa se deja llevar por la sensación y responde: "Es muy, muy importante. Charly García, los Rolling Stones, un buen sonido de un disco de blues... Me copo con eso. Y analizando un poco más, noto que es casi lo único en el mundo que es común a toda la humanidad. A algunos les gusta Rombai y a otros les gusta Miles Davis, pero a todo el mundo algo de música le gusta y le gusta en serio. No hay nadie a quien no le guste la música. Ahí pasa algo que no sé qué es, pero sé que a mí también me pasa".
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