La doctora en veterinaria de Karumbé comienza a revisar a una de las tortugas en rehabilitación internada en la base científica de Cerro Verde.

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Voluntarios de todo el mundo llegan a Rocha al rescate de las tortugas

Karumbé, una ONG uruguaya que trabaja en la conservación y protección de especies marinas, se enfrenta a un verano plagado de desafíos
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15 de enero de 2017 a las 05:00
La tortuga fue encontrada el 27 de diciembre en una playa de Punta del Diablo cercana a La Coronilla, en el departamento de Rocha. Estaba en la orilla, salpicada de arena e inmóvil, envuelta en una red de pesca. Al principio los que la encontraron –una familia de veraneantes y un guardavidas– creían que estaba muerta, pero el aleteo inquieto que realizó para poder escapar de una ola que la golpeó dio prueba de lo contrario. Enseguida fue trasladada a la base científica Cerro Verde de Karumbé. Allí, los expertos la atendieron de inmediato. No había sangre ni heridas. "Esto es el plástico", pensaron los veterinarios. Y efectivamente así era. A los pocos días de internada, Clementina –como la bautizaron en la base– defecó pequeños trozos de nailon. Luego, la misma materia salió acompañada de pus.

La situación era crítica: la tortuga verde había confundido algún desecho plástico en el mar con un alga y se lo había tragado. La ingesta le había generado una infección en el intestino y necesitaba ser tratada con antibióticos y suero para poder salvarse. Además, los veterinarios debían hacerle masajes con agua caliente para estimular el sistema digestivo e intentar eliminar la mayor cantidad de plástico de su organismo. Para cuando la rescataron, e incluso algunas semanas después, no se sabía qué tan grave era la situación. Podía ser que la tortuga solo tuviera una pequeña herida interna o, por el contrario, podía tener todo el intestino tapado de plástico y basura. Habría que esperar a ver cómo evolucionaba el animal a los tratamientos y el cuidado de los técnicos. De lo que no hay dudas es de que si el ejemplar no hubiese caído en manos de Karumbé ya estaría muerto.

Clementina es solo una de las casi 100 tortugas que llegan en estado crítico cada verano a la ONG, creada en 1999 y que trabaja en la conservación y el estudio de las tortugas marinas en Uruguay.
A su vez, la organización se concentra en la educación y la difusión de información a la población sobre cómo relacionarse con la fauna marina y ayudar a la protección del medioambiente.

En Rocha, Karumbé tiene dos casas, una en el centro de La Paloma y otra a metros de la playa en La Coronilla. Ambos centros están abiertos a todo público con acceso gratuito y se pueden visitar para conocer más acerca de las tortugas y observar la evolución de algunos de los casos clínicos que allí atienden.

Solo quedan siete especies de tortugas acuáticas en todo el mundo; todas integran la lista de animales en peligro de extinción de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). A Uruguay, muchas de estas variedades llegan en los meses de verano debido a la temperatura del agua (una confluencia entre una corriente cálida de Brasil y otra más fría de las Malvinas) y para alimentarse de las algas que crecen en la costa rocosa de Rocha. Según datos de Karumbé, son grupos numerosos de tortugas los que llegan a La Coronilla. Aunque es difícil estimar la cantidad exacta debido a que son animales migratorios, en la ONG evalúan que son unas 1.000, que recorren más de 5.000 kilómetros hasta dar con las preciadas algas uruguayas.

Envueltas en plástico

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Frasco que contiene restos de plástico extraídos del estómago y el intestino de una tortuga verde
Frasco que contiene restos de plástico extraídos del estómago y el intestino de una tortuga verde
Karumbé nació de la inquietud de Alejandro Fallabrino, un investigador y conservacionista uruguayo que comenzó su trabajo con tortugas en diferentes organizaciones de México. Hace 17 años, cuando ya tenía a varios compatriotas motivados con el asunto de la fauna marina, comenzó a estudiar el comportamiento de las tortugas en Uruguay y su vínculo con los pescadores, quienes muchas veces son considerados los principales enemigos de los animales del mar. Desde entonces, Fallabrino las sigue hacia donde vayan: Brasil, México o África. La ruta de las tortugas es su propia ruta.

Durante la temporada de verano en La Coronilla trabaja Daniel González, un investigador español que llegó a Uruguay cautivado por el trabajo en las costas de Rocha. Desde entonces vuelve todos los años y se encarga de la coordinación general del proyecto.

"Tenemos tres líneas de trabajo básicas", dijo González a El Observador. "La primera es educación ambiental, con la que enseñamos a la gente común qué es una tortuga para que entiendan por qué hay que protegerlas. La segunda es rehabilitación de los animales que quedan varados en la playa; y la tercera línea es la investigación".

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Daniel González, coordinador de la ONG, junto a los datos de una de las tortugas internadas
Daniel González, coordinador de la ONG, junto a los datos de una de las tortugas internadas
Karumbé instaló un hospital en lo que antes era el zoológico de Villa Dolores en Montevideo, y allí se analizan muestras y se atienden los casos más complejos.

Particularmente, González recuerda dos. El primero: una tortuga que fue hallada en la playa del canal Andreoni que había tragado tanto plástico que ya defecaba bolsas de nailon de 15 centímetros, casi enteras. El otro –un poco más complejo– fue la aparición de una tortuga de 80 centímetros de caparazón con sus aletas delanteras amputadas. "Suele pasar que cuando las tortugas entran en las redes de pesca la manera más fácil de sacarlas para los pescadores es, en vez de desenredarlas, cortarles las aletas", explicó González. Los veterinarios no podían creer que el animal estuviese vivo luego de semejante mutilación. Finalmente, ambos ejemplares murieron.

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Una tortuga defeca una bolsa de nailon entera.
Una tortuga defeca una bolsa de nailon entera.
De los 100 casos clínicos que Karumbé atiende por año, entre el 60% y el 80% son tan complejos que terminan con la muerte del animal. El 90% de las muertes se debe a causas vinculadas con la ingesta de plástico.

La experiencia más buscada

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Eran cerca de las tres de la tarde del primer viernes de enero cuando una camioneta repleta de jóvenes universitarios se detuvo en la puerta de la sede de Karumbé en La Coronilla. Con las mejillas enrojecidas por el sol y los pies magullados de caminar descalzos en la arena, la tropa se bajó del vehículo y se encaminó directo al comedor ubicado detrás de una pared de madera compensada dispuesta para los turistas y repleta de carteles con información de la fauna marina local.

El grupo, compuesto por una docena de jóvenes, se ubicó en una mesa larga y comenzó a almorzar. Aquel mediodía tocaba arroz con vegetales. Eran voluntarios de la ONG, llegados hace pocos días de lugares tan variados como la ciudad de Rosario, en Argentina, o Bélgica.

Karumbé funciona gracias a un sistema de voluntariado abierto en el que personas de todas partes del mundo, sin importar su formación, pueden postularse vía Facebook para viajar hasta Rocha y trabajar en los diferentes centros por al menos una semana.

A pesar de que hay desde científicos hasta diseñadores gráficos, la mayoría de los que llegan poseen algún vínculo con la veterinaria o la biología; son estudiantes, docentes o profesionales que buscan una experiencia diferente o aprender de lo que sucede en el mar.

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Jaqueline, Camila y Julia son argentinas, dos de ellas de Rosario y una de Buenos Aires. Llegaron a Uruguay hace apenas unos días y esperaban poder quedarse toda una semana trabajando en el rescate y la investigación de las tortugas marinas. Se enteraron de la existencia de Karumbé gracias a congresos en la universidad y a la experiencia de algún compañero o amigo voluntario.

Para acceder al programa los interesados deben abonar una cuota con la que cubrir gastos
de alojamiento y comida en La Coronilla.

"Nunca supe nada de tortugas. Todo lo que sé lo aprendí trabajando acá, cerca del mar. Es importante saber de estos animales porque los humanos somos los responsables de que estén en peligro de extinción. Lo menos que podemos hacer ahora es ayudar a conservarlos", dijo una de las voluntarias.

¿Cómo colaborar?

El centro Karumbé de La Coronilla se puede visitar todos los días de 10 a 19 y en La Paloma de 18 a 0. Allí se puede efectuar donaciones. Por consultas: 099 917 811.

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