Margarita, la gata margay que vive en el Bioparque M

Ciencia > RÍO NEGRO

Una reserva secreta de animales autóctonos

El Bioparque M’Bopicuá es un espacio para la conservación de especies autóctonas que busca reinsertarlas en áreas protegidas, como el pecarí de collar, extinto hace más de un siglo en Uruguay
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18 de abril de 2015 a las 05:00

La garza colorada estira su cuello, posa y cada tanto mira de reojo a quien enfoca con un lente para captar el curioso suceso. Los tamanduás, que se caracterizan por ser animales calmos y de un carácter adormilado, son capaces de pararse en dos patas y amenazar a los invasores. Los animales del Bioparque M’Bopicuá, en Río Negro, no son indiferentes a la presencia humana y, cuando se trata de los felinos, el gruñido está a la orden del día.

Pero hay un tipo de felino que es especialista en recibir a los invitados. Margarita es una gata margay –un pequeño mamífero carnívoro de piel manchada y ojos grandes – que baila entre los árboles que unen los extremos superiores de su recinto y salta al hombro del coordinador del parque, Juan Villalba.

El naturalista, que lleva más de 40 años trabajando en conservación de fauna, tiene especial debilidad por este animal, al que tuvo que cuidar desde sus primeros años de vida. Por esta razón está más acostumbrado al contacto con el ser humano y por lo que nunca podrá volver al medio natural.

A pocos kilómetros de Fray Bentos se ubica esta reserva de 150 hectáreas, propiedad de la empresa forestal Montes del Plata. El parque es parte de la acción de responsabilidad social de la compañía y su objetivo es criar especies autóctonas –especialmente las que están amenazadas– y repoblar con ellas algunas zonas protegidas, también propiedad de la compañía. Hasta el momento, se han devuelto a la naturaleza yacarés, coatíes y aves rapaces nocturnas.

De vuelta a la naturaleza


Criar a un animal en cautiverio y luego liberarlo en la naturaleza no es una tarea fácil. Incluso hay casos en los que es imposible. Muchas veces los animales pierden la capacidad de recolectar alimentos o cazar debido a los cuidados que le da el ser humano en el cautiverio, lo que, en algunos casos, son fundamentales para la supervivencia de algunos ejemplares. Esto ocurrió, por ejemplo, con una cría de margay, cuya madre no tenía leche para alimentarla y por eso vivió sus primeros meses con humanos como padres.
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Los felinos son el mayor desafío porque tienen que cazar y ese es un aprendizaje que realizan en los primeros años, jugando. Por eso, cuando en la reserva reciben un animal que creció sin ese proceso, queda destinado a vivir en cautiverio.

Para entrenarlos para una posible reinserción, el personal del parque los alimenta con presas vivas, como roedores o aves. De esta forma, aprenden el proceso de captura, explicó Villalba. “Si no, se los está condenando a que mueran de hambre”, agregó. El felino que está más cerca de una posible reinserción es el gato de los pajonales. Dos generaciones ya nacieron en la reserva.

Con los herbívoros, el entrenamiento es más fácil. Se les dan frutos que luego podrán encontrar en la naturaleza, para que no se acostumbren a comer la ración que les dan en cautiverio.

Pecarí de collar


En una especie de corral de madera viven decenas de pecaríes de collar. Este animal de pelaje marrón, hocico rosado y grandes colmillos, se parece al jabalí pero tiene orejas más pequeñas y una mancha blanca alrededor del cuello. En Uruguay se extinguieron a principios del siglo XX, pero el parque trabaja desde hace 14 años para reinsertarlos en un área protegida de 15 hectáreas en Paysandú.
Es la primera vez que se reintroduce un animal que estaba extinto” en Uruguay, indicó Juan Villalba coordinador de M'Bopicuá

“Es la primera vez que se reintroduce un animal que estaba extinto” en Uruguay, indicó Villalba. A los animales se les colocarán dispositivos de localización y se los liberará en un área cercada para estudiar su comportamiento. “Tenemos grandes expectativas porque es un representante importante de la fauna que se perdió”, apuntó.

Sin embargo, la reinserción sigue teniendo algunos obstáculos por delante. Uno de ellos es la sanidad. El parque debe seguir protocolos específicos y debe recibir la autorización de la División Sanidad Animal del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca. Por ahora, no han tenido grandes problemas con la salud de los animales, pero es importante controlar que no contraigan enfermedades.
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“Es más fácil extraer que reintegrar”, sostuvo Jorge Cravino, director de Fauna de la Dirección Nacional de Recursos Naturales (Renare). Aunque se mostró optimista sobre una posible reinserción del animal en el territorio nacional, destacó que sería un paso que se debería tomar a largo plazo, ya que es necesario hacer estudios y evaluar cómo sería su interacción con el ser humano.

Lo que preocupa a los biólogos que han discutido el tema, contó Cravino, es que “después de 100 años en que una especie no está presente en un sitio, la naturaleza evoluciona, así como las cadenas naturales. Cuando existían pecaríes en Uruguay había también jaguares, sus depredadores naturales”, indicó. Y agregó que por su rápida reproducción, la especie va a proliferar y preocupa el contacto con humanos y cultivos. Pero, por ahora, lo que se propone M’Bopicuá es liberarlos en un espacio de encierro grande y controlado por expertos.

Los nuevos zoológicos


Para el naturalista que se formó de manera autodidacta, Uruguay tiene demasiados zoológicos. “Hubo una época en la que cada capital tenía que tener su propio zoológico y eso me parece un gran error. Muchas veces los municipios no tienen los recursos suficientes para atenderlos adecuadamente”, opinó Villalba, quien cree que deben existir menos de estos establecimientos y mejor atendidos.

Si el foco de las instituciones está en tener muchos ejemplares de pocas especies, en vez de tener muchas variedades pero pocos ejemplares, se deja de lado el concepto del zoológico victoriano y se le da un nuevo rol, que es el de la conservación, agregó.

“La conservación de especies en cautiverio es una herramienta válida y lo ha demostrado porque se han salvado muchas especies de la extinción gracias a la cría en cautiverio. La exhibición de esas especies es otro cantar. Tiene que ser redimensionado a criterios más actuales”, sostuvo.

Uruguay perdió especies importantes de su fauna autóctona, como el puma, el jaguar, el oso hormiguero y otros que están en peligro, como el venado de campo o el lobo grande de río. Para el coordinador del parque, es igual de importante establecer áreas protegidas como controlarlas y protegerlas de la caza furtiva, además de educar para evitar la caza y compra de animales obtenidos ilegalmente.

“Cada especie cumple un rol en el mantenimiento de un equilibrio natural y cuando se extinguen vemos que aparecen las consecuencias negativas de esas extinciones”, explicó. Un ejemplo de esto son los yacarés y caimanes, cuyo descenso en población se atribuye como causa del crecimiento de pirañas en Uruguay.

Santuario


En la reserva, además de las aves enjauladas, se pueden encontrar más de 100 especies de aves silvestres. Mientras Villalba hablaba del funcionamiento del parque, se podían escuchar los diferentes cantos de las aves que, en algunos casos, sobrepasan los decibeles de su voz.

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Hasta el momento, M’Bopicuá ha recibido a cerca de 27.000 estudiantes, entre liceales, escolares y otros grupos. Sin embargo, no todos pueden entrar. Las visitas controladas se realizan entre abril y agosto, época en la que la reproducción de las especies es menos frecuente. La presencia constante de visitantes arruinaría la posibilidad de reinserción para las especies.

Si bien Margarita sabe seducir con sus poses, saltos y movimientos, los tamanduás también tienen su encanto. Para mayo, se espera que nazca la tercera cría en el parque. Pereira, el primer ejemplar nacido en cautiverio en Uruguay, es ahora un animal de medio metro de altura que se cuelga con agilidad por los tejidos de su recinto.




Las estrellas del bioparque




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Gato margay. Su pelaje manchado, similar al de un ocelote, ha sido la causa de la disminución en su población. Figura como casi amenazado según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). En Uruguay es una especie rara que habita la cuenca del Yaguarón, llegando a Rocha, Lavalleja, Treinta y Tres y Cerro Largo.



Lobo de río. Este excelente nadador se conoce también por el nombre de nutria gigante. Son animales semiacuáticos ya que dependen de la tierra y el agua para sobrevivir. Están en peligro de extinción en el mundo y en Uruguay su número está disminuyendo notoriamente en los últimos años, según la Sociedad Zoológica del Uruguay. Son cazados por su piel.



Tamanduá. El oso hormiguero chico tiene una lengua que puede llegar a medir 40 centímetros. Se alimenta de termitas y hormigas a números increíbles: unos 10 mil por día. Tienen solo una cría tras una gestación de cinco meses. Es un animal de actividad nocturna. No están en peligro de extinción y en Uruguay se sabe poco sobre cuántos son y dónde viven.




Cazador de especies en peligro




Cuando era joven, el coordinador de M’Bopicuá, Juan Villalba, tenía claro que quería estudiar biología. Sin embargo, en la dictadura la facultad fue cerrada y esto lo obligó a convertirse en un naturalista autodidacta. Era un ávido lector y escribía cientos de cartas a organizaciones en todo el mundo pidiendo información. Incluso llegó a presentarse en las embajadas de los países que le interesaba visitar, lo que le ganó una beca de la Embajada de Sudáfrica para conocer parques nacionales y reservas.

Así fue que entró en contacto con distintas organizaciones y llegó a trabajar con Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

“Policía verde“ y “detective de la fauna“ son algunos de los apodos que se ganó en su trabajo como director de Traffic en Latinoamérica, organización que lucha contra el contrabando de fauna.

El caso que más recuerda de aquellas épocas es la incautación en una residencia de Paraguay de un guacamayo de spix, una especie de ave de la que quedan alrededor de 70 en todo el mundo. Los últimos 15 años de su vida los dedicó a trabajar en el bioparque, donde vive junto con su familia.

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