Hoy en día, lo máximo que un usuario puede desarmar de su smartphone es la parte trasera para extraer la batería, el chip, la tarjeta microSD y, en algunos casos, la tarjeta que amplía la memoria. También puede agregar una carcasa distinta, un film sobre el
display y hasta algún pegotín para personalizar ese dispositivo que es, a grandes rasgos, fijo y macizo. Pero en el imaginario colectivo existe el interés por un smartphone que se pueda armar y desarmar a gusto del consumidor, que esté construido con piezas intercambiables de pies a cabeza.
El diseñador holandés
Dave Hakkens es uno de los que sueña con un teléfono con piezas para armar como si de un Lego se tratara. Es el creador de
Phoneblocks, un proyecto que salió a la luz en setiembre en
Thunderclap, un sitio de
crowdfunding donde el objetivo no es conseguir dinero para un proyecto sino hacerlo conocer. En menos de dos meses, el video que explicaba el proyecto fue visto por más de 17 millones de personas, primera señal de que había gente interesada en la idea.
Armar y desarmar
Phoneblocks propone un teléfono construido a partir de bloques, los cuales pueden ser movidos y cambiados a antojo del usuario. Hakkens lo presentó como “un teléfono que vale la pena tener”, y más adelante aseguró que sería el “último smartphone” que los usuarios se comprarían.
La clave de Phoneblocks está en ir reemplazando las diferentes piezas que corresponden a la cámara, la batería, la memoria, la pantalla del teléfono. Así, un usuario al que se le rompe el
display puede reemplazar solo la pantalla y no tener que comprar un celular nuevo o mandarlo a arreglar a precios disparatados. A su vez, a quien le interese la fotografía puede optar por una cámara con más megapíxeles, mientras que alguien a quien no le importe puede prescindir de ese bloque y usar el espacio para una batería más grande, por ejemplo.
Aunque suene tentador, algunos especialistas encontraron falencias en el proyecto. Las partes de un celular deben estar integradas entre sí o habría problemas de compatibilidad, a lo que se sumaría el problema del polvo y la humedad entrando por los espacios entre los módulos. Por si esto fuera poco, un teléfono hecho con bloques sería más endeble y se rompería más fácil, y las piezas serían más caras.
También se debe considerar la “obsolescencia planeada”, esa fuerza del marketing que lleva a los usuarios a cambiar sus teléfonos cada menos tiempo del necesario porque quedan desactualizados o pasan de moda.
El Android del hardware
Según
contó Hakkens a la revista Forbes, al principio creyó que quienes se entusiasmarían más con la idea serían los usuarios más ecologistas, atraídos por un teléfono que redujera la cantidad de
chatarra electrónica en el mundo.
Sin embargo, quienes demostraron mayor interés fueron los usuarios que echaban en falta un smartphone personalizable, moldeable según sus gustos y necesidades.
En medio del alboroto online que generó la idea de Hakkens, varias compañías de la talla de Nokia e Intel se acercaron al diseñador. Sin embargo, el holandés eligió a Motorola, por tratarse de una compañía con 40 años de experiencia desarrollando celulares, explicó en su web.
Cuando Phoneblocks salió a la luz, Motorola anunció que desde hacía cerca de un año trabajaba en el concepto de un teléfono modular, el
Proyecto Ara. A su vez, la idea del “hazlo tú mismo” aplicada al teléfono ya había sido presentada este año
con Moto X, aunque en este caso solo es posible cambiar la apariencia externa del smartphone.
Pero Hakkens también eligió trabajar junto a Motorola (pero permanecer independiente) debido a Google, el dueño de la compañía. Es que la idea de Phoneblocks es volverse “el Android del hardware”, pues busca llevar el concepto del open source del software al mundo tangible de los dispositivos.
Por eso, Phoneblocks y Proyecto Ara no están desarrollando un teléfono en particular, sino una plataforma abierta y gratuita para crear smartphones, en la que todos puedan colaborar. Eso implica que habrá celulares de otras marcas y con sistemas operativos que no sean Android.
Siguiendo con la analogía, los módulos serían los equivalentes a las aplicaciones y los desarrolladores podrían crear nuevos bloques para publicar en una Blockstore.
Bajar las barreras de entrada al mercado e impulsar la innovación son otras de las razones de Motorola para apostar a esta idea, que promete ser la semilla para un ecosistema que buscará crecer con las ideas y propuestas (y dinero) de sus adeptos. Para ello necesitará precios razonables sin perder en funcionalidad y estética para llegar a las manos de una amplia cantidad de usuarios.
De ser así, los pesos pesados del mundo tecnológico podrían empezar a preocuparse por estos teléfono más democráticos, que no tienen, en teoría, fecha de caducidad.
Por el momento, solo se trata de un experimento, con seguidores que quieren salir pronto del laboratorio para respirar realidad.