"La capacidad para entender, identificar, manejar nuestras emociones y las de los demás". Esa es la definición de inteligencia emocional con la que se trabaja en la organización
Educación Responsable Uruguay, fundada y dirigida por
Ilan Bajarlia. La organización está aplicando en Uruguay la primer experiencia fuera de España de un programa destinado a desarrollar la inteligencia emocional en
docentes y alumnos, creado por la Fundación Botín en colaboración con la Universidad de Yale, y que se aplica en 250 centros educativos españoles desde hace diez años. Bajarlia conoció el programa cuando en 2014 realizó una maestría de la Fundación Botín. Estaba emprendiendo en tecnología, y le daba mucha impotencia la situación por la que atravesaba la
educación en Uruguay. Fue así que planteó el adaptar el programa a Uruguay, lo que le llevó un proceso de dos años. Para llevarlo adelante convocó a empresarios preocupados por la educación y se contactó con la ONG El Abrojo. La primera fase está por llegar a 120 docentes y 1.200 alumnos de 12 escuelas y liceos en barrios como Casavalle, Cerro, Aires Puros o Pocitos.
¿Qué implica la inteligencia emocional?Ser empático con los demás. Entender cuando alguien está enojado y de qué manera tendría que acercarme para permitir que esa emoción sea manejada con más naturalidad, tanto si estoy en una empresa y necesito algo de un jefe o de un empleado, o si se trata de un docente con un chico en una escuela.
¿En qué consiste el programa escolar?En las escuelas se alimenta el coeficiente intelectual, la razón, y eso es muy importante, pero no es suficiente para que las personas tengan más oportunidades, ni éxito en la vida profesional y personal. Es necesario trabajar las emociones.
El programa dura tres años y se divide en tres partes: formación docente, actividades con niños en el aula y evaluación. A los docentes se los forma presencialmente con expertos de España. Luego se les proporciona actividades y recursos para trabajar en el aula. Se trabajan variables de desarrollo afectivo, social y la creatividad.
En España se midió que este programa mejora el clima escolar. Los niños van más contentos, hay menos
bullying, menos ansiedad; los maestros están más motivados y entienden mejor a los alumnos. Esto genera mejor rendimiento académico.
¿Cómo se sostiene el programa?A través de una sociedad civil que se llama Emocionarte, en la cual están empresarios de renombre como Rodolfo Oppenheimer, Gabriel Colla, Eduardo Mangarelli, Carmen Correa, Roberto de Luca, Alfonso Lema e Isidoro Kosak, entre otros. Ellos ayudan a pensar la estrategia y conectar con empresas.
Emocionarte hace una alianza con el Abrojo y otra con Fundación Botín para la franquicia en Uruguay; esa fue la forma que encontramos de traer este programa. El directorio de Emocionarte ayuda a buscar la financiación, no solo con empresas sino con modelos de financiación diferente. Por ejemplo, hicimos una especie de modelo freemium: las escuelas y liceos públicos no pagan, sí lo hacen los privados. Es una forma para no depender 100% de empresas. Lo público se está pagando con sponsors como Bantotal, Sabre, Santander, PwC, entre otros. Además hicimos alianzas con fundaciones y hemos detectado organizaciones que donan recursos y tiempo. Tenemos un aproach interesante y diferente hacia el mundo empresarial.
¿Cómo es eso?A las empresas que aportan dinero les ofrecemos capacitar a su gente en inteligencia emocional y el padrinazgo de una escuela. Es una contrapartida.
Los formamos con las mismas tecnologías y el staff. En empresas de tecnología, por ejemplo, nos dicen que tienen gente que es muy buena a nivel de desarrollo de software pero mala en habilidades sociales.
Además, los tipos de trabajo y los tiempos van cambiando tan rápido que precisás adaptarte todo el tiempo. Se necesita la capacidad de ser autodidacta, de aceptar nuevos desafíos, de caerse y levantarse. Y esto no es solo para los emprendedores, sino para cualquier persona. Necesitas tener esa flexibilidad para entender lo emocional y bajarlo a tierra con habilidades que te permitan trascender.
¿Y el padrinazgo?Se hacen talleres –por ejemplo sobre autocontrol del dinero o emprendedurismo y resiliencia–, y luego los empleados de la empresa van a una de las escuelas a hablar sobre el tema. No solo se genera conocimiento sino también inspiración, motivación.
No es el voluntariado empresarial tradicional, es algo mucho más profundo. Estamos brindando actividades a medida en inteligencia emocional. Es coherente con nuestro mensaje y nos permite apalancar dinero para las escuelas.
Hace poco hicieron un taller con empresarios y gerentes, ¿cómo fue esa experiencia?Hubo un nivel de sensibilización impresionante. Empezaron a decir que el mundo va muy rápido, que están superconectados al teléfono y en modo automático, y que no se ponen a pensar en temas más profundos. Se abrieron mucho y se armó un debate. Fue el mismo proceso que pasa con los docentes. l