Ciencia > Clima

Si creías que los molinos y paneles solares eran la única alternativa energética…

…Es porque todavía no leíste sobre la geoingeniería. Volcanes artificiales y parasoles planetarios son algunas de sus propuestas similar a la ciencia ficción para combatir el calentamiento global
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08 de junio de 2014 a las 05:00
La Tierra tiene fiebre. Tanto dióxido de carbono (C02) la enfermó y ahora necesita paños húmedos para enfriarse.

La típica caricatura del planeta azul con un termómetro en la boca nunca fue tan acertada. Aunque se trate de una imagen con fines didácticos, los científicos han llegado a la misma conclusión: la Tierra está caliente y es necesario enfriarla. El C02 que se produce en cantidades cada vez mayores desde la revolución industrial es el culpable principal del calentamiento global. Este, a su vez, tiene otros efectos negativos, como la acidificación de los océanos, el daño de los cultivos y el aumento del nivel del mar, entre otras tantas. Humanos, animales y plantas, todos son parte del círculo vicioso del cambio climático.

Según un informe del  Panel Internacional de Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), publicado en abril, el cambio climático no desaparecerá sino que va a empeorar. Además, la capacidad de adaptarse de los humanos no será suficiente para prevenir todos los impactos negativos. Ni siquiera detener por completo las emisiones de CO2 y demás gases de efecto invernadero sería suficiente. Ya hay demasiada cantidad en el mundo como para seguir calentándola Tierra por otros mil años.

Ante este escenario, la comunidad científica propone medidas tan distintas que resultan futuristas. Las energías renovables o limpias, como los molinos de viento o paneles solares, demoran en ser adoptadas de forma masiva por su alto costo, por lo que hay quienes están imaginando medidas aún más alternativas.

Desde hace ya cerca de una década, en el mundo se habla de geoingeniería y en países como Inglaterra, Alemania y Estados Unidos se invierte en sus proyectos. Según la Royal Society británica, que agrupa a científicos de prestigio, esta disciplina es “la manipulación a gran escala del medioambiente y las condiciones atmosféricas planetarias para contrarrestar las consecuencias del cambio climático generadas por causas humanas”. Es, en definitiva, mover los hilos del clima mundial de forma consciente y con objetivos claros. El problema está en los efectos colaterales.

Manipular el clima


La geoingeniería o ingeniería climática propone medidas que parecen, muchas de ellas, de ciencia ficción. Todas tienen por objetivo que la Tierra refracte el calor del sol de nuevo hacia el espacio, manipulando la radiación solar. Una de las propuestas es la del parasol planetario y consiste en instalar kilométricos reflectores espaciales, hechos de cristal, aluminio o espejos, que refracten la luz del sol, para evitar que el calor llegue hasta la Tierra. Otra de las ideas es agregar partículas de yoduro de plata en las nubes más altas, llamadas cirrus, que contribuyen a que la Tierra se caliente, lo que permitiría controlar dónde llueve.

Crear volcanes artificiales es otra de las propuestas. Se trata de poner en la estratósfera partículas de sulfato disparadas por  aviones. Echar burbujas de aire en el mar con productos radiativos, para que el océano quede más blanco y refleje más luz, es otra opción. Hay quienes proponen incluso tirar una bomba en la Luna para crear una gigantesca nube de polvo y evitar los rayos solares.

Una segunda rama de la geoingeniería propone capturar el C02. Máquinas que atrapen las partículas de este gas directamente desde el aire, o añadir más hierro a los océanos para que las algas se alimenten de él y absorban, a su vez, más carbono, son algunas de las propuestas dentro de esta línea.

Pero la geoingeniería también propone medidas menos drásticas, como pintar los techos y calles de blanco o colocar mantos blancos en la cima de las montañas o desiertos, para que sean capaces de refractar más cantidad de luz solar. También postula crear árboles artificiales, capaces de absorber mucho más CO2 que los naturales.

En definitiva, la geoingeniería busca tomar la Tierra como un gran laboratorio de experimentación y manipular los fenómenos naturales a su antojo. Las consecuencias de sus medidas no han sido evaluadas y sus peligros son evidentes, incluso para quienes las proponen. No se conoce cuánto durarían los efectos que desencadenen y el hecho de poder hacer llover en una parte del mundo  desde el otro extremo del planeta abre discusiones éticas  y de gobernabilidad. De hecho, hay quienes proponen que el clima será la próxima arma de guerra. Una de las voces que se oponen a la ingeniería climática es la del exvicepresidente de Estados Unidos, Al Gore, quien tildó a las medidas de “desesperadas” y “delirantes”.

Energías inusuales


A pesar de las fuertes críticas y de los peligros que supone jugar a ser Dios, los últimos informes del IPCC proponen considerar este tipo de medidas para ponerlas en marcha en los próximos años.

En este marco, un equipo de científicos de Francia y China publicó en marzo, en la revista científica Renewable and Sustainable Energy Reviews, un informe en el que plantea alternativas a la geoingeniería: las energías inusuales. Estas también buscan enfriarla Tierra, pero manipulando la radiación dela Tierra en vez de la del Sol.

En pocas palabras, se trata de crear “puentes térmicos” entre la Tierray el cielo, llevando la energía infrarroja, que produce calor, de nuevo hacia el espacio. En concreto, el informe plantea cinco energías inusuales y sus ventajas (ver recuadro): chimeneas solares, torres de energía, huracanes artificiales, termosifones y enfriamiento por radiación nocturna por cielo despejado.

Según dijo a Cromo uno de los autores, el doctor en Química e investigador francés Renaud De Richter, las tres primeras energías ya se están investigando a nivel industrial, mientras que las otras dos se estudian a nivel de laboratorio o académico. De Richter, quien trabaja en el Instituto Charles Gerhardt, en la ciudad francesa de Montpellier, destacó que estas energías inusuales no solo ayudarían a bajar la temperatura de la Tierra. También servirían para reducir las emisiones de C02 y producir “la energía que la humanidad va a necesitar cuando seamos 9.000 millones de personas”. “Por eso creemos mucho en nuestra propuesta”, dijo el investigador.

Estas energías inusuales, que implican un desafío no solo de ingeniería sino arquitectónico, se podrían combinar entre sí, dependiendo del lugar. También deben unirse con la energía fotovoltaica e hidráulica, por ejemplo, explicó De Richter.

El informe reconoce, sin embargo, los posibles efectos negativos de estas tecnologías. Por ejemplo, hacer que llueva en un lugar en donde nunca llueve (el caso de las tres primeras energías) tendría impactos no solo en la temperatura sino en la biodiversidad, o sea, en la fauna y flora que habite en esa región.

Asunto de todos


En abril, la Organización MeteorológicaMundial (OMM) registró niveles récord en la concentración de CO2 en la atmósfera en el hemisferio norte. “Si queremos preservar nuestro planeta para las generaciones futuras, es necesario actuar urgentemente para reducir las emisiones de ese gas que atrapa el calor”, dijo al dar la noticia el Secretario general de la OMM, Michel Jarraud, para quien “ya no queda mucho tiempo”.

La urgencia por ponerle paños fríos a la Tierra es cada vez mayor y la comunidad científica habla de eso. Según contó De Richter, el artículo que publicó junto a sus colegas fue el más descargado de esa revista online durante el primer mes y permanece como el segundo más descargado desde entonces.

En el ámbito académico uruguayo no existen líneas de investigación sobre geoingeniería o energías inusuales. En cambio, tienen lugar diferentes estudios sobre energía solar, eólica y otras energías renovables.

Aun así, nadie queda fuera del problema. Sobre todo si se tiene en cuenta que un día podría dejar de llover aquí porque alguien apretó un botón desde otra parte del planeta.




Cinco energías inusuales para enfriar la Tierra




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Chimenea de aire caliente ascendente o chimenea solar. 
Son construcciones alargadas que colectan el calor del suelo, por eso lo ideal es instalarlas en lugares que reciban mucha radiación solar, como los desiertos. La clave es que ese calor ascienda hasta arriba y salga hacia la estratósfera, por eso lo ideal sería construir chimeneas de unos 5 kilómetros de altura. De Richter ha estudiado esta energía inusual durante unos siete años y, según ha podido averiguar, estas suponen todo un desafío arquitectónico a partir de los 2 kilómetros. Se ha propuesto fabricarlas con plástico, pero sin realizar estimaciones de precio. Por el momento los arquitectos proponen chimeneas solares de 1 a 1,5 km de alto. Estas chimeneas cuentan además con turbinas debajo para convertir ese calor en  electricidad, por lo que generaría energía libre de gas carbónico que podría emplearse para calefaccionar edificios cercanos. En España, existió una que estuvo instalada durante ocho años, hasta que fue derribada por una tormenta una vez que quedó sin mantenimiento. En Inglaterra, el año pasado se presentó el prototipo de una chimenea solar  inflable de un kilómetro de altura. Esta proponía instalar un invernadero en la parte inferior más que utilizando la calefacción de la chimenea solamente.

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Torre de energía de corriente frío descendente. En vez de ser aire caliente que sube, estas torres consisten de aire frío que baja. En una chimenea también muy alta, se toma agua del mar y la suben con bombas hacia arriba de la torre. Desde allí, el agua se proyecta en gotas muy pequeñas; se nebuliza y finalmente, cae. Al caer se evapora y entonces el aire se enfría. Ese aire frío alimenta unas turbinas en la base, que producen energía eléctrica. En Arizona (EEUU) ya se encuentran en la etapa de desarrollo industrial y diferentes prototipos de han probado durante las últimas dos décadas en Israel.





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Huracanes artificiales o motor de vórtice atmosférico. Muchas plantas de energía cuentan con torres de refrigeramiento o cooling towers, donde se pone agua que absorbe el calor y, una vez caliente, se vierte en los causes de agua. Esta energía inusual propone utilizar ese calor para generar un huracán artificial, que se queda en dentro de una chimenea, de unos 50 o 100 metros. Este huracán puede llegar a los 10 o 15 kilómetros de altura, explicó De Richter, por lo que produciría mucha más energía que una chimenea solar. Esta energía, que  imita la fuente de energía básica de los huracanes y ciclones tropicales -la transferencia calor desde el océano-, ya cuenta con financiamiento necesario para su actividad de desarrollo e investigación.



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Termosifones. Se trata de un circuito cerrado que reproduce más o menos el ciclo natural del agua y de la lluvia, explicó De Richter. En un tubo sellado, abajo se coloca un líquido que se evapora por el calor. Este vapor se eleva dentro del tubo y cuando llega a la parte superior, se condensa por el frío. Entonces, el líquido cae por gravedad, y el ciclo empieza de nuevo. Sirven para transferir el calor del suelo a la altitud. Por eso, al igual que las chimeneas solares, cuanto más alto sea más efectivo es. Se utiliza ampliamente en varias industrias. En Alaska y Siberia existen más de 100 mil con el objetivo de evitar que el permafrost se derrita a lo largo de las tuberías de transporte de petróleo.



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Enfriamiento por radiación nocturna por cielo despejado. 
Se trata de enfriamiento radiativo. Esta forma de energía es similar a un panel solar fotovoltaico, pero en vez de capturar la luz del sol, capta las emisiones infrarrojas de la Tierra hacia el espacio exterior. Con ellas genera energía. La lógica es que cuando un cuerpo caliente emite energía infrarroja hacia un cuerpo frío, este se calienta. Y como el espacio está muy frío y la Tierra está bastante caliente, de noche la Tierra emite radiación infrarroja hacia el espacio, resumió De Richter. Esto hace posible, por ejemplo, poner de noche un aparato que transfiera agua caliente o agua a temperatura ambiente en el techo de una casa. El agua puede enfriarse a unos 5 a 10 grados menos que la temperatura ambiente (si no hay nubes en el cielo), aunque afuera haya 30 grados. Y esta agua fría puede ser utilizada durante el día para ahorrar aire acondicionado. Según el investigador, ya se dispone de los materiales y el conocimiento para poner en marcha esta energía inusual.

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