De hecho, así ocurre, por ejemplo con la Luna, cuya gravedad superficial es aproximadamente g/6, responsable de esa peculiar manera de caminar sobre nuestro satélite que hemos visto en documentales. Si los guiones de cine fueran fieles a las leyes de la física, ¿no deberíamos ver efectos parecidos en numerosos planetas ficticios, como los célebres Tatooine o Alderaan de Star Wars?
Sorprendentemente, parece que no. Un estudio publicado en la revista Astrobiology ha hallado que, a pesar de mostrar ostensibles diferencias de masa y tamaño, una fracción considerable de los planetas extrasolares descubiertos hasta ahora presenta una gravedad de superficie muy similar a la terrestre.
El artículo, firmado por Fernando J. Ballesteros, del Observatorio Astronómico de la Universidad de Valencia, y Bartolo Luque, de la Universidad Politécnica de Madrid, pone de manifiesto una curiosa propiedad que los modelos de formación planetaria al uso no solo no explican, sino que ni siquiera contemplan.
Para llevar a cabo su estudio, los investigadores acudieron a la base de datos exoplanets.org y estimaron la gravedad de superficie en aquellos exoplanetas para los que existen datos tanto de su masa como de su radio (aproximadamente unos 1.200 exoplanetas de alrededor de los 3.500 detectados).
Si se representa la masa de los planetas (en unidades de masa terrestre) frente a su gravedad en superficie (en unidades de gravedad terrestre) en ejes doblemente logarítmicos, se puede observar que existen tres zonas escalantes bien diferenciadas. Por un lado, para cuerpos pequeños del sistema solar y planetas rocosos de tamaño inferior a Venus, la gravedad de superficie crece con la raíz cuadrada de la masa.
Por otro lado, en el caso de los exoplanetas gigantes gaseosos, la gravedad de superficie crece linealmente con la masa. Y sorprendentemente, en la zona de transición entre ambos regímenes (entre 1 y 100 masas terrestres), aparece un plateau que muestra un valor de gravedad de superficie casi constante, parecido al terrestre.
El resultado que desvelan Ballesteros y Luque se ve confirmado en nuestro propio sistema planetario: aunque Urano, Neptuno y Saturno son, respectivamente, 14, 17 y 95 veces más masivos que la Tierra, sus gravedades superficiales apenas varían entre 0,9g y 1,1g. Según explican los autores, los modelos actuales de formación planetaria no predicen esta ley constante, sino leyes de potencias cuyo exponente cambia suavemente al pasar de los planetas completamente rocosos a los gigantes gaseosos.
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