Últimamente pienso bastante en los patrones del mercado literario. No sé por qué. Entro a una librería y me pasa. No me quita el sueño pero me hago preguntas. Por qué se vende lo que se vende. Por qué se edita lo que se edita. Por qué a veces las librerías sufren avalanchas en simultáneo, casi como si las editoriales orquestaran grandes movimientos tectónicos. Ahora, por ejemplo, estamos viviendo una lluvia torrencial —y lógica, dado que estamos en aniversario— de títulos sobre el Golpe de Estado y la dictadura uruguaya. Hace no mucho, y de forma más prolongada, pasó con los libros gastronómicos, que saturaron el mercado. Dentro de algunas semanas, con algunos lanzamientos que se asoman en el horizonte y otros títulos que ya están ahí, la inteligencia artificial parece imponerse como tema recurrente.
Pero no vengo a hablar de eso. O sí, pero también de cine. Porque resulta que en esa especie de jugada en conjunto, de temas o corrientes que de repente invaden las estanterías, en los últimos meses aparecieron unos cuantos libros de ficción escritos por directores de cine. Sí: realizadores que pausaron por un rato las filmaciones —o encontraron el espacio entre rodajes— para sentarse a escribir y sobre todo publicar.
Esto no es nuevo, pero sí está pasando cada vez más. En algún punto me gusta pensar que los artistas se desbordan de la necesidad de crear y las plataformas —me refiero, claro, al soporte y no al streaming— se les quedan cortas. Que si Quentin Tarantino la clava en el ángulo con su última película, también puede hacerlo con una novela o un ensayo.
Por supuesto, escribir no es para cualquiera y los entramados narrativos de un guion, por ejemplo, no funcionan de la misma manera en una novela y viceversa, pero lo curioso es que en el marco de esta tendencia reciente las cosas están saliendo bien. O, al menos, podemos encontrar varios casos de éxito. Y casos futuros: se vienen novelas de Werner Herzog, Sofía Coppola...
Eso es lo que te invito a hacer en este Epígrafe: a recorrer tres títulos aparecidos hace no mucho —uno de ellos, incluso, tiene días— en los que una serie de cineastas se apartan por un rato de las cámaras y cambian de registro y de rubro, pero siguen siendo sensacionales. Ya lo sabés: si querés comentarme algo, o recomendarme, por qué no, podés hacerlo a [email protected]. Contesto con gusto y relativa (con énfasis en relativa) agilidad.
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