El presidente Javier Milei ante la Asamblea Legislativa
Luis Majul

Luis Majul

Periodista y director de El Observador 107.9 y El Observador Argentina

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Milei no cree que "la casta" se sume al Pacto del 25 de Mayo

La invitación del presidente al resto de las fuerzas políticas para un acuerdo fundacional del país implica más un desafío que una búsqueda de consenso
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02 de marzo de 2024 a las 10:48

El presidente Javier Milei es pesimista con respecto al compromiso real de la mayoría de “la casta” a sumarse al Pacto del 25 de Mayo que acaba de proponer. Dice en la intimidad: “No creo que cedan tan fácilmente sus privilegios”.

Su discurso no defraudó. Al contario. Es probable que haya generado una adhesión superior a la que las encuestas midieron después de 82 días de haber asumido.

Su alocución de 70 minutos tuvo —y sigue teniendo— un alto impacto político, económico y social. Su nivel de audacia lo coloca en uno de los más notables desde 1983 hasta la fecha. La combinación de datos históricos y de la actualidad con problemas estructurales que se vienen arrastrando durante años y años y casos de corrupción que apenas se acaban de conocer fueron abrumadores.

Milei detalló la terrible herencia recibida de manera sencilla y dramática. Lo resumió explicando que más de 100 años de decadencia tuvieron como resultado casi el 60% pobreza y una reducción del 90% respecto a los ingresos de hace 20 años.

Para que se entienda bien: de un salario promedio equivalente a 3.000 dólares a los 400 dólares del día de hoy.

Expuso con claridad los realizado hasta ahora. Argumentó que está habiendo “más motosierra” que “licuadora”. Les dijo a los diputados y senadores presentes que muchos de ellos se habían hecho ricos a costa de la pobreza de los demás. Anticipó medidas de alto impacto simbólico, como la prohibición para “los políticos” en funciones de utilizar aviones privado, si no media razón de emergencia o excepcional.

Mencionó, con nombre y apellido, a quienes denominó “jinetes del fracaso” como Cristina Kirchner, Sergio Massa, Máximo Kirchner y Juan Grabois. Puso a Roberto Baradel como el gran ejemplo de lo que no se debe hacer con la educación pública.

Denunció que la creación de nuevas universidades era para adoctrinar a los estudiantes y no para construir un país mejor. Comparó a los 30.000 “muertes de verdad” que, según él, se pudieron haber evitado durante la pandemia, con la misma cantidad de desapariciones, a las que puso en duda, durante la sangrienta dictadura militar.

Presentó una serie de medidas con un título “ganchero”: “paquete anti casta”. Anunció que terminaría con las jubilaciones de privilegio de los presidentes y los vicepresidentes. Propuso “ficha limpia” para que ningún político pueda presentarse a una elección con dos condenas firmes en su contra, como las que tiene el ex vicepresidente Amado Boudou.

El presidente Javier Milei ante la Asamblea Legislativa

 

Confirmó el envió de un proyecto de ley para mandar a la cárcel a los funcionarios responsables de emitir dinero sin respaldo, y pidió que se lo considere un delito imprescriptible. Prometió que ningún sindicalista gozará de reelección indefinida, y que sólo podrá ser reelegido una vez, después de un período de cuatro años.

Anunció el cierre de Télam, después de definirla como una agencia de propaganda política del kirchnerismo. Repudió escándalos de corrupción recientemente conocidos, como el de los seguros que involucran al ex presidente Alberto Fernández, o el de las SIRA, que comprometen a ex funcionarios de Sergio Massa.

Y en el medio de revoleo de acusaciones, no se olvidó ni de los “empresarios prebendarios” ni de los “periodistas ensobrados”, denunciando que acusan o callan según la oferta del mejor postor.

El Pacto del 25 de Mayo: la sorpresa que llegó

Había prometido, para el final, una enorme sorpresa política. Sólo sabían de qué se trataba el propio presidente y el asesor a quien considera, junto con su hermana Karina Milei, un riñón de su propio cuerpo: Santiago Caputo. Ni siquiera estaban al tanto Karina o el jefe de Gabinete, Nicolás Posse.

La convocatoria al Pacto del 25 de Mayo en Córdoba después de los fuertes ataques a los gobernadores desconcertó y arrinconó a casi todos, y reconfiguró el escenario político, acelerando los tiempos y el reposicionamiento de todo el sistema. Estableció una nueva grieta, en la misma dirección que había elegido para la campaña.

No entre kirchneristas y anti kirchneristas. No entre la derecha y la izquierda. No entre el oficialismo y la oposición.

Una grieta moral, entre quienes pretenden un cambio con equilibrio fiscal, sin privilegios, acuerdos de toma y daca y tolerancia a la corrupción.

Invitó a todos los expresidentes y todos los gobernadores. Incluidos Cristina Kirchner y Mauricio Macri, los mandatarios provinciales que se atrevieron a desafiarlo, como Ignacio Torres, Martín Llaryora y Maximiliano Pullaro.

Pero condicionó su firma a que, previamente, apoyen la Ley Bases de reforma del Estado y el capítulo fiscal que el ministro de Economía, Luis Caputo, había retirado antes de la discusión en el Parlamento.

La magnitud de la sorpresa se puede medir por la ola de silencio que invadió el recinto mientras lo estaba anunciando. Mientras los invitaba, los volvía a desafiar.

Les dijo en la cara que prefería la paz y el acuerdo al conflicto y la pelea, pero les anticipó que si no aceptan sus ideas, va a seguir acelerando, sin pensar en su futuro político y en su eventual ostracismo. También les recordó que puede hacerlo solo, aunque tarde más en lograrlo, y los beneficios sean menos duraderos. En el siguiente párrafo está la clave de su método para alcanzar los objetivos que se propone.

“Ordenaremos las cuentas fiscales de la Argentina con o sin la ayuda del resto de la dirigencia política. Pero si el resto de la política acompaña, lo haremos más rápido y mejor, con menor costo social y mayor costo para quienes viven de este sistema. Si el resto de la política acompaña, las reformas que implementaremos tendrán un carácter más duradero y en consecuencia, generarán mayor seguridad para los actores económicos locales y extranjeros, lo cual redundará en acelerar el crecimiento económico, la caída de la pobreza y la mejora del bienestar”.

El presidente Javier Milei ante la Asamblea Legislativa

 

La velocidad y el contenido de los apoyos de unos y la demora o el silencio en el pronunciamiento de los otros empieza a delinear los primeros trazos del nuevo mapa político. El ex presidente Mauricio Macri y el jefe de gobierno de la Ciudad, Jorge Macri, se pusieron enseguida en uno de los “bandos” en que dividió al escenario Milei.

Es la señal que esperaba el presidente para empezar a trabajar en el armado de una nueva fuerza partidaria. ¿Le alcanzará?

Él dice que no cuenta, de antemano, con la adhesión de quienes, durante años, siempre pusieron "la suya" por encima de los intereses del país. Que son parte de un sistema cultural que no cambiará de la noche a la mañana.

Pero su verdadera carrera es contra el tiempo.

El tiempo que le demande bajar la inflación a un dígito. El tiempo en que tarde la economía en volver a crecer. El tiempo que necesita para evitar que el desgaste impacte más rápido que los resultados que persigue.


 

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