Luego de una década dorada que coincidió con la ola de gobiernos progresistas en el continente, la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) había pasado a ser el último vestigio de la integración política en América del Sur. Desde 2018 en adelante, cuando ocho de los doce miembros de la organización empezaron a denunciar el tratado constitutivo, el sueño chavista-kirchnerista-lulista se hizo añicos para pasar a ser una unión de cuatro naciones (Bolivia, Guyana, Suriname y Venezuela) sin, ni siquiera, una sede para reunirse.
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