Los investigadores señalan que los “fagos” son como un misil dirigido que puede eliminar una especie o cepa específica causante de una infección.

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Los virus, aliados inesperados en la lucha contra las superbacterias

Conocidos como “fagos”, se trata de pequeños y abundantes virus capaces de infectar y eliminar a bacterias resistentes a los antibióticos, una promesa que despierta expectativa
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21 de febrero de 2024 a las 05:04

Lynn Cole tenía una infección en la sangre de la que no podía librarse. Durante años estuvo entrando y saliendo del hospital. Si bien los antibióticos que le administraban obligaban a la infección a retroceder, esta no desaparecía y el poco tiempo volvía a aparecer.

En el verano de 2020, la situación se tornó crítica. Las bacterias que inundaban su torrente sanguíneo dejaron de responder a los antibióticos. Se acababa el tiempo. Los médicos decidieron que tenían que probar un enfoque diferente.

En un último intento por detener la infección solicitaron a la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) que les permitiera administrar una terapia experimental: un tipo de virus diminuto conocido como bacteriófago que infecta y destruye las bacterias.

¿Qué ocurrió después? Los bacteriófagos, o simplemente fagos, funcionaron, según los detalles del caso informados por el equipo médico publicado en la revista especializada mBio. Cole se recuperó con notable rapidez. Sin embargo, la terapia terminó fracasando.

Los especialistas señalan que el caso de Cole pone de relieve la enorme promesa de la terapia con fagos, pero también evidencia lo mucho que queda por aprender. La fagoterapia existe desde hace más de un siglo, pero pasó de moda en la mayor parte del mundo con la llegada de los antibióticos.

Sin embargo, el agravamiento de la crisis de las superbacterias, cada vez más resistentes a los antibióticos, reavivó el interés de los científicos y generó una enorme expectativa. La esperanza reside en que en el futuro los médicos puedan recetar virus en lugar de antibióticos.

En los últimos años, el entusiasmo por su uso se disparó a raíz de una historia especialmente interesante. En 2016, el investigador del VIH Tom Patterson contrajo en Egipto una infección mortal resistente a los antibióticos.

Su esposa, la epidemióloga de enfermedades infecciosas Steffanie Strathdee, ayudó a buscar la terapia con fagos. Patterson se curó. Strathdee dio una charla. Ella y Patterson escribieron un libro y ella contó la historia en la revista People.

Historias como ésta y otras similares presentaron a los fagos como una cura milagrosa. Los investigadores afirman que estos pequeños virus tienen muchas cosas a su favor. Atacan a las bacterias con una especificidad asombrosa.

"Pensamos en los fagos como un misil dirigido", explica Daria Van Tyne, investigadora de enfermedades infecciosas de la Universidad de Pittsburgh y coautora de un nuevo estudio. “Pueden eliminar una especie o cepa específica causante de una infección, pero dejar ilesas otras bacterias que no son dañinas", añade Van Tyne.

Uno de los factores que hacen a los fagos especialmente interesantes reside en que no es tan probable que provoquen resistencia bacteriana como los antibióticos. Además, son muy abundantes. "En una gota de agua de mar se pueden hallar billones", explica Van Tyne.

Los fagos, no obstante, están lejos de ser un elemento milagroso. En 2022, se publicaron una serie de estudios sobre casos de terapia con fagos para infecciones bacterianas resistentes a los antibióticos.

De las 20 personas tratadas, la mayoría con infecciones relacionadas con fibrosis quística, 11 tuvieron una respuesta positiva. Sin embargo, sólo cinco consiguieron eliminar totalmente sus infecciones. Otras seis tuvieron una respuesta parcial. El resto no respondió o los resultados no fueron concluyentes.

Cuando Cole recibió la fagoterapia por primera vez, llevaba casi un mes con una infección en la sangre. Sus médicos probaron varios antibióticos sin resultado. Pero 24 horas después de administrar la terapia fágica, la infección de Cole había desaparecido.

Un mes después, sin embargo, la infección reapareció. Así que los investigadores encontraron otro fago que funcionaría contra la bacteria Enterococcus causante de la infección de Cole y empezaron a administrar ambos fagos.

Durante cuatro meses, Cole estuvo libre de infecciones. Dejó el hospital y se fue de vacaciones con su familia. Pero entonces la infección reapareció. Cole se quedó sin opciones. Ingresó en un centro de cuidados paliativos y siete meses después murió de neumonía.

Van Tyne y sus colegas pasaron los dos últimos años intentando explicar por qué fallaron sus fagos. Aún no tienen una respuesta, pero sí una hipótesis. Un par de semanas después de que Cole empezara a recibir el segundo fago, desarrolló anticuerpos contra ambos.

"Es posible que esto influyera en la capacidad de los fagos para encontrar sus objetivos bacterianos y matarlos", evalúa Madison Stellfox, médico que integra el equipo liderado por Van Tyne en la Universidad de Pittsburgh.

Stellfox supone que los anticuerpos recubrieron los fagos para que no pudieran penetrar en la bacteria, o quizá ayudaron al organismo a eliminar los fagos más rápidamente, de modo que no tuvieron tiempo de actuar.

Cole no es el único paciente tratado por Van Tyne y sus colegas. Desde que Van Tyne comenzó a trabajar en el tema en 2018, su laboratorio desarrolló una biblioteca que contiene alrededor de 200 fagos, la mayoría aislados de las aguas residuales de Pittsburgh.

Los fagos apuntan a seis o siete especies de bacterias. “Utilizamos esa biblioteca para desarrollar terapias personalizadas para pacientes con infecciones potencialmente mortales", explica Van Tyne.

El equipo trató a casi 20 pacientes. Algunos superaron la infección. Otros, como Cole, experimentaron mejoras temporales. Otros no respondieron en absoluto. Pero nadie resultó dañado por la terapia en sí.

Todos los pacientes fueron tratados en el marco del programa de "uso compasivo" de la FDA, que facilita el acceso a terapias de investigación a personas con enfermedades potencialmente mortales.

Los estudios, aunque aportan información valiosa, no son una vía para la aprobación reglamentaria. “Para introducir los fagos en la medicina general, apuntan los especialistas, se necesitan ensayos clínicos", señala Van Tyne.

En Estados Unidos, la investigación sistemática con fagos comenzó en 1998, buscando primero la aprobación de productos para combatir la contaminación bacteriana en alimentos. Ahora, sin embargo, algunos laboratorios tienen en marcha ensayos clínicos para probar cócteles de fagos contra bacterias resistentes a los antibióticos.

Por lo pronto, Armata Pharmaceuticals, con sede en Los Ángeles y dirigida por Deborah Birx, está desarrollando ensayos para probar sus terapias con fagos. La empresa tiene previsto lanzar el año que viene un estudio de eficacia, que podría servir para obtener la aprobación reglamentaria.

“Este tipo de ensayo ayudará a que las farmacéuticas se interesen por la terapia con fagos. Merece la pena avanzar para obtener una respuesta definitiva", añade Birx, quien considera una muy mala idea seguir esperando para que “dentro de veinte años sigamos preguntándonos si los fagos son una opción o no".

 

(Con información de agencias)

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