Aquellos montevideanos que se criaron en la época en que sonaban los tangos melancólicos de Julio Sosa o Carlos Gardel, aquellos que ya eran adultos cuando la banda de rock The Police lanzó So Lonely (tan solitario) o que en su juventud tararearon Doña Soledad de Zitarrosa se sienten, paradójicamente, menos solos que los millennials y los integrantes de la generación Z.
Los resultados de la encuesta sobre Soledad y Generaciones, que lideró el Centro Interdisciplinario de Envejecimiento de la Universidad de la República (Udelar), rompe los prejuicios: a medida que va aumentando la edad, disminuye el sentimiento de soledad subjetiva. Así le llaman los expertos a esa sensación —mezcla de vacío y aislamiento— que corre debajo de la piel y que, en el imaginario, está asociada a un veterano que enviudó y cuya familia lo dejó de lado.
Dos tercios de los jóvenes menores de 40 años que viven en Montevideo admiten sentirse solos. Entre los adultos más mayores, en cambio, esa sensación cae al 37,8%. ¿Por qué? La socióloga Lucía Monteiro, una de las autoras de la investigación de la Udelar, explica que “en las entrevistas posteriores a la encuesta surgió que los jóvenes dicen tener vínculos más efímeros”. Y al contrario de lo que se piensa, “las personas mayores tienen más herramientas para afrontar la soledad e incluso muchos ven en la soledad una oportunidad positiva de autorrealización”.
Porque la soledad se asocia a la oscuridad y el mal. Hasta en Google. Las primeras imágenes que muestra una búsqueda con la palabra “soledad” son de siluetas a contraluz, de penumbra que podrían ilustrar temas tristes.
En ese sentido, insiste la investigación de Udelar, vivir solo no es sinónimo de soledad. “En Uruguay la mitad de la personas mayores vive sola o con alguien de su misma edad. A diferencia de la mayoría de países latinoamericanos o de España, el cuidado no está a cargo de otros familiares. Y muchos sienten satisfacción de vivir solos”.
Pero la soledad no es solo una cuestión de sensación interna, subjetiva, sino que también es una dimensión social. Por eso la encuesta usó otra escala que mide el grado de soledad según 15 preguntas filtro. Por ejemplo: uno de cada diez mayores dice que “nunca” tiene a alguien con quien puede hablar sobre sus problemas cotidianos, y casi tres de cada diez admiten que “no le hacen caso”.
En esta segunda escala, la social, la encuesta concluye que las generaciones más jóvenes padecen una soledad baja (en intensidad) frente a los más adultos en que el 42% transita una soledad media.
Prueba de ello, todos los zetas o millennials se siente queridos “siempre” o “a veces”. Mientras que en la generación X, los boomers o los mayores hay una mínima proporción (cercana al 2%) que “nunca” se siente querida. Es más: entre quienes nacieron inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, bajo aquel auge de la fecundidad, el 5% dice carecer de amigos o familiares cuando le hace falta.
La Udelar repetirá la encuesta "dentro de unos años" para ver cómo afectó la pandemia del covid-19 en la sensación de soledad.
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