Leandro Otormín se fue a Cerro Largo para cambiar. Para tener otro protagonismo, para jugar por el centro del ataque, para mostrar su faceta goleadora. A los 25 años ya le tocó irse de Nacional para buscar minutos, emigrar y disponer de escasas posibilidades, volver y romperse los ligamentos de la rodilla. Terminar su contrato con el tricolor y volver a empezar en el ascenso. Pero ahora llegan las maduras: 6 goles en 12 partidos (todos de titular) y muchas perspectivas de darle un salto a su carrera deportiva.
"Estoy contento con esta oportunidad de poder jugar muchos minutos, me hace feliz poder jugar y más cuando se puede sumar en lo individual para que el equipo pueda cumplir con sus objetivos", dice a Referí el delantero.
El pasado viernes, el delantero anotó dos goles para el 3-1 contra Rentistas, uno de ellos de penal ya que es el encargado de ejecutar las penas máximas.
"Toda la carrera en Nacional y en City Torque jugué por afuera. El año pasado, en Torque jugué muchos partidos y me sentí cómodo, con una movilidad diferente y ahora en Cerro Largo me muevo como segundo 9 o por atrás del 9", expresa.
Sin embargo, cuando le presentaron la posibilidad de jugar en Cerro Largo no lo dudó. "En City Torque rotaba porque era la característica de Pablo Marini para armar el equipo y acá se me presentó una oportunidad de tener más protagonismo y de mostrarme de otra manera".
Otormín nació en Paso de los Toros y se formó en Don Bosco. Con 11 años lo fue a buscar Rincón de Carrasco para completar el baby fútbol. Con la selección de su ciudad bajó a la capital a disputar el Mundialito Danone y su talento rompió los ojos. Tenía entonces 13 años. Captadores de talentos de River Plate, Danubio, Defensor Sporting, Peñarol y Nacional le presentaron la oportunidad de sumarse a las formativas. "Con mi madre decidimos que el primero iba a jugar en el primer equipo que me llamara". Y el que llamó fue Nacional.
Vivió en la residencia para juveniles, hizo toda la escalera en las formativas del club y en su primer año de Cuarta dio un salto de calidad que fue el trampolín directo para pasar a Tercera.
En 2013 jugó el Mundial sub 17 de Dubái donde metió cuatro goles en cinco partidos. Fueron dos dobletes contra Nueva Zelanda y Eslovaquia.
En enero de 2015, con Álvaro Gutiérrez, asomó en el primer equipo en un clásico de verano contra Peñarol. Entró a los 70' por Sebastián Fernández y ganaron 1-0 con gol de Carlos De Pena.
Pero fue recién a mediados de ese año que hizo su estreno oficial, por la primera fecha del Apertura de la temporada 2015-2016, contra Villa Teresa, con Gustavo Munúa como entrenador. Entró a los 75' por Leandro Barcia.
"Jugué poco en Nacional (cinco), había muchos delanteros", recuerda. Iván Alonso, Barcia, Fernández, el Loco Abreu, De Pena, Rodrigo Amaral... Por eso para el Clausura salió a préstamo a Racing donde si bien disputó ocho partidos confiesa: "No fue un pasaje muy bueno". Con esa camiseta anotó su primer gol en Primera, contra El Tanque Sisley.
Para el segundo semestre de 2016 emigró a Venados de México, para jugar en el ascenso del fútbol azteca. "Fue una experiencia que me sirvió en lo personal porque me fui solo. Pero también jugué poco". Fueron ocho partidos.
Cuando se le pregunta qué entrenador lo marcó más a lo largo de su carrera no duda: el Cacique Medina.
"Volví a Nacional en 2017 sin continuidad, desmotivado y me acuerdo que tuve una charla muy linda con el Cacique que era el técnico de la Tercera de Nacional. Me abrió las puertas en el equipo y me sirvió para volver a crecer y para prepararme para ser otra vez jugador de Primera".
"En la Tercera me tenía caliente no poder hacer goles de afuera del área. Y una tarde, antes de un clásico nos quedamos un rato largo con el Cacique probando y probado. Él, que fue delantero, me pasaba sus consejos y cuando llegó el clásico hice un lindo gol de afuera del área, tal como lo entrenamos, y lo ganamos", cuenta.
Cuando llegó la primera fecha del Apertura 2018, ya con Medina como técnico del primer equipo, Otormín no fue convocado. "Le dije que quería jugar en Tercera". Quiso el destino que en el primer tiempo, en un partido ante Cerro, se escapó de contragolpe y al intentar tirar un taco la rodilla se le trancó. Sufrió rotura de ligamentos cruzados.
La recuperación no le demandó solamente seis meses sino dos años. "Cuando me recuperé, (Eduardo) Domínguez (en 2019) dijo que me quería ver, pero la verdad es que la rodilla me dolía en todo lo que hacía y no pude demostrar nada. Por eso me fui a préstamo a Segunda a City Torque". Pero los dolores persistían. Hasta que se operó de una fibrosis y quedó a punto. Recién pude volver a jugar en mayo de 2019. El tratamiento con inyecciones de ácido hialurónico que le recomendaron Sergio Blanco y Leandro Ezquerra también fue clave para mantener a esa rodilla en óptimas condiciones.
En su pasaje por City Torque disputó 33 partidos y anotó 6 goles. La misma cantidad que ya suma en Cerro Largo con 12 encuentros.
"La carrera del futbolista no es que sea corta, es que pasa rápido. En lo personal no he podido dar un salto importante y eso muchas veces me hace cuestionar qué voy a hacer el día en que se termine. A veces pienso por qué dejé los estudios. A veces pienso en hacer algún curso. Algún día espero ser padre y pienso en cómo cuidar a mi familia", reflexiona el delantero.
Por esa razón, Otormín comenzó a cultivar su otra pasión: los caballos.
"Me gustan desde chico y siempre iba a ver carreras. Cuando era niño quería ser futbolista o jockey pero me tiró más la pelota. Con el tiempo me compré un caballo junto con Miguel Barboza que es su entrenador. Se llama Nhoque y lo tenemos en Las Piedras y ha corrido en Maroñas. Ahora tengo una yegua que se llama Billy Chapel que el domingo salió tercera en Maroñas. Cada vez que puedo voy a ir a verla. En Melo también hay hipódromo y también me estoy vinculando con muchas personas. Cuando se termine el fútbol me voy a dedicar a eso", revela.
Cuando logró el ascenso con City Torque, en 2019, se fue desde Las Piedras al entrenamiento a caballo.
Ahora piensa en seguir sumando en Cerro Largo para poder dar ese salto de calidad que le permita proyectar su futuro.
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