Opinión > finanzas

La era del dinero fácil terminó, pero hay motivos para ser optimistas en 2024

La era del dinero fácil terminó, pero hay motivos para ser optimistas en 2024. Escribe SunCapital Valores en la newsletter La City
Tiempo de lectura: -'
06 de febrero de 2024 a las 05:00

Sabemos que el mundo en el que vivimos cambió sustancialmente en los últimos años, y teníamos varias señales para sospechar lo que se venía (ejemplo, la victoria de Trump y el Brexit en 2016). Sin embargo, la pandemia y posterior guerra en Ucrania aceleraron aún más el proceso, poniendo en cuestión el modelo de desarrollo y gobernanza global surgido tras el final de la Guerra Fría. Dicho modelo (grosso modo) tenía como pilares básicos los postulados del llamado “Consenso de Washington”, a saber: disciplina fiscal, gasto público focalizado, tipos impositivos moderados, liberalización financiera, tipos de cambio competitivos, liberalización comercial, globalización, desregulación y seguridad jurídica para los derechos de propiedad, etc.

De una forma u otra, todo ese marco de política económica está siendo cuestionado por los gobiernos a lo largo y ancho del mundo. A comienzos de 2023, Jake Sullivan (consejero de seguridad nacional de Biden) dio un discurso en la Brookings Institution (“The Biden administration’s international economic agenda”) que tuvo poca resonancia, pero cuyo contenido es bien ilustrativo del nuevo mundo hacia el cual nos encaminamos. Sullivan resaltó varios desafíos y riesgos surgidos del modelo económico imperante a la fecha:

  • El problema del deterioro de la base industrial de los Estados Unidos, con cadenas enteras de suministro de bienes estratégicos que se trasladaron al extranjero.
  • El problema de un tipo de crecimiento económico que privilegió algunos sectores de la economía, como las finanzas, en detrimento de otros, como los semiconductores y la infraestructura.
  • Los riesgos de la idea de que la mayor integración económica haría a las naciones más responsables y abiertas, y que el orden global sería más pacífico y cooperativo, cuando es claro que la realidad no ha avanzado en ese sentido.
  • El desafío de la interdependencia económica producto de la liberalización y la globalización y los riesgos que la misma terminó generando (incertidumbre energética en Europa, vulnerabilidades en la cadena de suministro de bienes críticos como equipos médicos, semiconductores, minerales críticos. 
  • La crisis climática que se acelera y la necesidad urgente de una transición energética justa y eficiente.
  • Y, por último, aparece el desafío de la creciente desigualdad (real o percibida) y el daño que esta genera en las democracias.

Como resultado de todo esto, cada día es más nítido que transitamos hacia un mundo de creciente fragmentación económica, aumento del proteccionismo, etc., que no contribuirá para nada a hacer más eficientes las cadenas de suministros globales. De hecho, hoy la prioridad es más la resiliencia/confiabilidad que la eficiencia.

Además, todo esto se inscribe en el marco de otro cambio estructural, que es el advenimiento de una economía donde los problemas se derivaban de una demanda insuficiente a una economía donde es la escasez en la oferta la que marca la pauta del crecimiento global.

No es de extrañar que muchos países estén buscando reorientar sus prioridades en materia de desarrollo hacia modelos de crecimiento que privilegian la sostenibilidad y sustentabilidad ambiental, así como cuestiones de índole geopolítica y de seguridad nacional.

Suena razonable, pero esto es más caro e intensivo en insumos que no abundan (materias primas, semis, etc.) y aun en caso de que estén disponibles para su explotación, la competencia entre los estados ha resurgido con fuerza, sea en forma de conflicto directo, como la guerra en Ucrania, o de forma indirecta, como es el caso de las tensiones comerciales USA-China.

Todo esto es inflacionario y además alimenta una creciente intervención del gobierno en la economía. De ahí que se hable del resurgimiento de las políticas industriales, etc. Esto quiere decir que, en el futuro, veremos con mucha más frecuencia como la rentabilidad de muchas empresas dependerá de que un decisor político elija quienes serán las “ganadoras” y quienes las “perdedoras”. Esta intervención también la veremos, obviamente, a través de mayor gasto público, lo cual estresará aún más la sostenibilidad de las finanzas públicas.

Sabemos que los gobiernos del mundo quedaron exhaustos tras los estímulos fiscales y monetarios implementados para hacer frente a la pandemia y hoy muchos de ellos cargan con déficits elevados y una pesada deuda.

Es difícil pensar que la situación mejore si tenemos en cuenta que hoy vivimos en un mundo con costos de financiamiento más altos, mayores exigencias en términos de gasto de defensa, crecimiento de mediano plazo más bajo  y, lo que muchos pasan por alto, un aumento estructural de los precios de bienes y servicios que tradicionalmente provee el gobierno, como educación, salud, etc., lo cual hace que el gasto estatal, cobre vida propia, haciendo compleja la tarea de restablecer los equilibrios fiscales.

Sin una visión clara sobre la sostenibilidad de la deuda y las finanzas públicas, no es extraño que los mercados puedan por momentos dudar sobre la capacidad de pago de ciertos gobiernos y poner presión sobre los rendimientos de los bonos soberanos, especialmente los de largo plazo.

Este fenómeno no debería resultar extraño para los inversionistas. En 2022 por ejemplo, el gobierno de la primera ministra británica Liz Truss presentó un presupuesto expansivo (mini-budget) y generó la “Gilt Crisis”, que tuvo importantes derivaciones afectando por ejemplo a los fondos de pensiones (a través de las liability-driven investment strategies). Más cercano en el tiempo, en los Estados Unidos, entre septiembre y octubre del año pasado, vimos un fenomenal aumento de los yields de los bonos del tesoro, gatillado en buena medida por la fenomenal emisión de deuda del gobierno. Esto generó un aumento de la “term premium”, o sea la compensación que los inversores exigen por mantener bonos de largo plazo entre sus tenencias. Por lo tanto, la era del “dinero fácil” terminó: en 2022 los inversionistas tuvieron un amargo recordatorio de esto, mientras que en 2023 les tocó a algunos gobiernos pasar por una experiencia más o menos parecida. Esperemos que ambos tengan memoria. 

Por último, no podemos dejar de lado que todas estas discusiones están inmersas en medio de un clima social muy tenso a nivel global, con una enorme demanda de parte de las masas por un estado de bienestar que corrija las crecientes asimetrías sociales. De modo que el ánimo por encarar reformas estructurales y sacrificios está en niveles mínimos, no solo a nivel de la sociedad en general, sino también de su clase dirigente, donde proliferan los extremismos y los populismos. En este sentido, 2024 será un año con elecciones en varios de los países y las economías más importantes del mundo, el principal, Estados Unidos. También tenemos elecciones en México y varios países de Europa, entre otros.



La emergencia de populismos y el creciente cuestionamiento del estado de derecho formarán sin duda cada vez más parte del marco en el cual los inversionistas deberán tomar decisiones. De modo que, con tanta inercia en términos fiscales y tensiones sociales latentes, la clave será cómo recuperar un crecimiento potente y sostenido.

Pese a todos los desafíos, hay motivos para ser optimistas. Uno de ellos es el mundo emergente, que todavía crece a tasas altas y suma ingentes capacidades productivas a la economía global. Esta dinámica estructural continuará en el corto-mediano plazo, con todo lo que esto implica. Del otro lado, tenemos la creciente “digitalización” de distintos aspectos de la vida humana lo que permite impulsar el crecimiento, a fin de cuentas, prácticamente todos los sectores de la economía son susceptibles de tener aumentos de productividad derivados de esta “revolución”. 

Mención aparte merece el tema de la transición energética que al reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, es clave en que el crecimiento sea además de potente, sostenible.

Por último, los desarrollos en ciencias de la vida, biología y biomedicina suponen un auténtico cambio de época. El factor común detrás de muchos de estos elementos es obviamente, el extraordinario desarrollo tecnológico que la humanidad ha experimentado en las últimas décadas. En este sentido, el último capítulo de esta serie fue uno de los protagonistas del pasado 2023, esto es la inteligencia artificial, que además tiene un potencial enorme en materia de productividad.

Comentarios

Registrate gratis y seguí navegando.

¿Ya estás registrado? iniciá sesión aquí.

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 345 / mes

Elegí tu plan

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Te quedan 3 notas gratuitas.

Accedé ilimitado desde US$ 345 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 345 / mes

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Elegí tu plan y accedé sin límites.

Ver planes

Contenido exclusivo de

Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.

Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá

Cargando...