Ruja Ignatova nació en una familia gitana, como muchos en Bulgaria. Y como muchas familias gitanas, su padre los llevó a Alemania y se establecieron, por un tiempo, en el Estado de Baden Württemberg, donde Ruja hizo una notable carrera académica en la Universidad de Constanza hasta lograr un doctorado en Derecho Privado.
Trabajó en la prestigiosa consultora McKinsey. Sin embargo, a poco andar, cuando tenía 31 años puso su propio emprendimiento, un salón de belleza. Diversificó sus actividades y a los 36 logró que miles de admiradores ovacionaran a esta mujer de pelo azabache y ojos negros penetrantes en el Wembley Arena de Gran Bretaña.
Ignatova, dos años antes de los aplausos cerrados había incursionado en el atractivo mundo de las criptomonedas. Mucha gente ya creía o percibía que el dinero digital era algo más que una ilusión de riquezas inmediatas. Otros, más desconfiados, saben que las compañías que ofrecen esos productos son burbujas especulativas donde más de un inversor queda enterrado.
Había inventado una moneda digital que promocionó como capaz de mejorar los rendimientos que dejaba BitCoin. Fue un año de furor del OneCoin, armado con un sistema piramidal en el que un inversor seduce a otros y estos a otros. Este esquema de venta de dinero virtual le permitió a Ruja Ignatova no solo ser ovacionada como la Cripto Reina sino hacerse de dólares reales hasta la cifra de US$ 4.000 millones.
Ignatova logró tener una red de promotores en varias ciudades que captaban dinero de inversores y lo depositaban en las cuentas de la Reina. Los inversores recibían el equivalente en OneCoins y seguían su cotización como cualquiera que invierte en títulos, acciones o, ahora también monedas virtuales.
En octubre de 2017, tras unos días en Lisboa donde promocionó su empresa, tomó un vuelo a Atenas. Hasta entonces no había registros ni denuncias de maniobras fraudulentas contra ella. Pero la Cripto Reina, por algún motivo, decidió invisibilizarse, salir de cualquier circuito legal.
Desde entonces se encendieron las alarmas y comenzaron a llegar denuncias en distintos lugares del planeta. Dos de sus promotores fueron encontrados muertos en julio de 2020 en Mazatlán, México. Otros de la red de Ignatova fueron acusados de estafas, algunos de ellos condenados en lugares tan distantes como Singapur y Estados Unidos.
En julio de este año, primero la Europol (la Agencia de la Unión Europea para la Cooperación Policial) y esta última semana el FBI (la Agencia Federal de Investigaciones de Estados Unidos) la colocaron en la lista de las personas más buscadas del mundo. Comparte podio con narcotraficantes, terroristas y sicarios.
Lo curioso del caso es que Ignatova y su padre habían hecho un desfalco en 2012 por el cual ella fue condenada a una pena de 14 meses sin cumplimiento efectivo. Al año siguiente Ignatova tuvo un rol no tan destacado en otros dos intentos de estafas de criptomonedas, una llamada BigCoin y otra BNA con clientes chinos. Ambas colapsaron apenas salir en oferta.
En el caso de OneCoin, los logros de difusión y del armado piramidal le permitieron a la Cripto Reina captar fondos. Pero OneCoin nunca operó, ningún cliente convirtió la criptomoneda en dinero real.
Una vez que las agencias policiales y judiciales tomaron la investigación detectaron que el OneCoin no contaba con una “blockchain”, la estructura de seguridad informática imprescindible para que estos instrumentos financieros no resulten falsificados o utilizados por terceros.
Ignatova llevaba ya dos años con paradero desconocido y muchos dólares en cuentas que no fueron descubiertas cuando su hermano Konstanin, uno de los integrantes de la cadena de captación de clientes, fue detenido en Estados Unidos en 2019.
Los cargos contra Konstantin podían sumar hasta 90 años de prisión efectiva. Sus abogados lograron un acuerdo con sus propios inversionistas de OneCoin, pagó hasta el último dólar que pudieron detectarle y logró que lo condenaran a nueve años.
Ruja, sin embargo, sigue evadida. Las teorías sobre su paradero son múltiples. Algunos la dan por muerta; otros piensan que se hizo cirugías estéticas y aún sigue allí, escondida y potencialmente lista para intentar un nuevo golpe.
Según Damian Williams, a cargo de la causa en la Fiscalía Federal de Manhattan, Nueva York, Ruja “cronometró el esquema a la perfección, capitalizando el furor especulativo por el OneCoin en los primeros días”. Dicho en otros términos, montó un escenario que no se iba a sostener más que por la fiebre que despierta el fetiche del dinero.
Lo cierto es que el FBI ofrece US$ 100.000 –reales- por pistas sobre la CriptoReina. Ella integra la lista de los diez más buscados por esa agencia de seguridad. Y es la única mujer en esa decena de gente peligrosa. Tiene en su contra nueve cargos graves en materia financiera, relacionados al fraude electrónico y al fraude de valores. Quizá la única que supo despertar el interés sin siquiera amenazar con un arma o con una extorsión. Sólo se valió del deseo íntimo de los inversores, ganar mucho y pronto.
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