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Juanita Jalea y el después de la polémica: ¿cómo califica el INAU los espectáculos en Uruguay?

La obra, que se presenta en el Teatro Victoria, quedó en el centro de discusiones sobre calificaciones y sensibilidades tras un comentario en una web de críticas
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23 de julio de 2023 a las 05:05

En 1984, una película que había sido catalogada como apta para todo público empezó a escandalizar a algunos padres en Estados Unidos. En una de sus escenas de mayor tensión, una especie de sacerdote oscuro le arrancaba el corazón mediante el uso de la magia negra a una persona. La mutilación, gráfica y llena de sangre, solo la sufría un personaje secundario, claro, porque luego aparecía Harrison Ford en el papel de Indiana Jones y salvaba el día. No más corazones arrancados. La película era Indiana Jones y el templo de la perdición, la segunda de la franquicia del arqueólogo más famoso del cine. Después de su estreno, nada fue igual para la saga y para el resto del cine contemporáneo: con ella nació la calificación PG-13, que recomendaba la presencia de los padres para los menores de dicha edad.

Las calificaciones por edad ya tenían un largo trecho recorrido en Hollywood para aquel entonces —incluido largas épocas de pacaterismo unificado bajo el infame código Hays, que murió a fines de los sesenta y a lo sumo permitía algún “piquito” en pantalla y poco más—, pero la segunda parte de Indiana Jones marcó la existencia de los matices, de que las sensibilidades varían con la edad y que puede haber más que películas aptas y no aptas. ¿Qué hizo revisar la manera en la que se concebía la calificación? Una polémica, claro.

Esta semana en Uruguay pasó algo similar. Si bien la situación no está ni cerca de modificar la manera en la que se califican los espectáculos públicos, y que todo partió de un comentario semi anónimo en la web Cartelera que debería tomarse con pinzas por la propia característica del sitio —cualquier persona puede comentar y calificar el espectáculo sin demasiado control e independientemente de si lo vio o no—, sí puso en discusión la pertinencia o no de "avisar" que en obras para niños se incluyen personajes LGTB, y hasta qué punto algo así puede tomarse como una afrenta a la sensibilidad de los espectadores. Y qué responsabilidad tiene el INAU en esto.

Todo pasó con la obra Los cuentos de Juanita Jalea: los misterios de la Monstrua y la Matapota, que se exhibe actualmente en Teatro Victoria, que se estrenó originalmente en 2022 —año en que se llevó cuatro premios Florencio— y que, como cuenta esta nota publicada el pasado jueves, quedó en el centro de la polémica por la crítica de una usuaria identificada como Daniela en la mencionada web por la decisión de la puesta de incluir a un personaje con dos madres. La obra está dirigida por la actriz y dramaturga Angie Oña, uno de los nombres destacados de la escena independiente, y escrita por María Rosa Oña.

La obra está interpretada por una compañía compuesta casi en su totalidad por mujeres, y los personajes de la polémica aparecen de forma tangencial y secundaria como parte de la narración del personaje de la cuentacuentos, pero alcanzó para motivar el siguiente comentario:

"Fuimos porque pensamos que tenía buenas valoraciones. Muy bien actuando. Y nos reímos con el primer cuento. Cuando pasamos al segundo lamentablemente no nos gustó que como padres no nos avisaran que la obra era LGBT para niños. Llevamos a nuestras niñas pequeñas a ver cómo la protagonista tenía dos mamás y por qué los niños de la escuela que se llamaban Carlitos eran nenas travestidas. Mala calificación por poner que era para todo público cuando claramente no lo es. Hay edad para explicar esas cosas y los padres tenemos derecho a elegir qué ven nuestros hijos con información de antemano. El único hombre era el sonidista. No hay igualdad de género en la obra. Solo actuaba un género. Tenerlo en cuenta antes de llevar niños pequeños."

En los días siguientes, otros usuarios de la web también escribieron comentarios similares y calificaron con una estrella a la obra.

La situación fue ganando peso con el correr de los días, generó todo tipo de repercusiones, comentarios de parte de sus responsables, un comunicado de apoyo de parte del Teatro Victoria y, tal como confirmó El Observador el pasado viernes, entre otras cosas provocó que el INAU decidiera que la obra volverá a ser calificada. Este sábado, sin embargo, se conoció el nuevo veredicto del INAU, que ratificó que la obra es apta para todo público.

“Por todas las consecuencias que tuvo y la repercusión nacional del caso, consideramos que debíamos volver a actuar”, había explicado María Portillo, directora del departamento de Espectáculos Públicos del INAU, organismo que se encarga de esa fiscalización, cuando se conoció la decisión.

La polémica por la obra infantil provocó la reacción de la directora de la obra y también de la Sociedad Uruguaya de Actores, que en el correr del sábado publicó un comunicado solidarizándose con la puesta y rechazando la recalificación, un hecho que consideraron como "violento" y de "persecución artística".

"Lo que más nos preocupa es que la institución INAU, rectora de las políticas de protección de niños, niñas y adolescentes, organismo que un año atrás vio y calificó la obra, se disponga a 'recalificar' el espectáculo. (...) Recalificar un espectáculo que promueve la diversidad, las diferentes expresiones del amor y la pluralidad de conformaciones familiares es un acto violento, de discriminación y persecución artística", se expresó desde SUA.

La calificación por edades en los espectáculos uruguayos no tuvo en Juanita Jalea su único cuestionamiento por estos días. Al margen de los comentarios en Cartelera —críticas similares a nivel mundial, o más bien un boicot, sufrió la película para niños Lightyear, de Pixar, que mostraba a dos mujeres besándose—, hace algunas semanas el director Adrián Caetano, que montó una versión de La gallina degollada de Horacio Quiroga para la temporada de clásicos de la Comedia Nacional, cuestionó en varias entrevistas la decisión de que su obra fuera habilitada para mayores de 18 años.

“Creo que vivimos un retroceso, que es un gran error. (...) Me dio mucha pena. Muchos actores de la Comedia me decían ‘es la primera vez que me pasa esto en mi carrera’. Me causa gracia y me da pena porque siento que ahí sigue habiendo un afán por ocultar las cosas. (...) Vos podés avisarle al espectador que lo que va a ver es fuerte, pero no podés censurar. Es un atraso”, expresó el director de La Gayina en entrevista con El Observador.

Caetano aseguró que no pidió que se revisara la calificación de su obra, pero eso es algo que ha sucedido en otras oportunidades. Por ejemplo, cuando una obra se repone, explicó Portillo, los calificadores suelen volver a verla para confirmar que la calificación sigue vigente. También, cuando suceden cosas como lo que pasó con Juanita Jalea. El caso contrario pasó en 2010 con la película uruguaya El cuarto de Leo, de Enrique Buchichio: los productores consideraron que la calificación AM 15 era excesiva y que respondía, según un comunicado publicado en ese momento, al "último resquicio de una homofobia latente en algunos guardianes morales". El cuarto de Leo sigue a un joven uruguayo en busca de su identidad sexual. 

¿Cómo se califica en Uruguay?

Si bien los espectáculos públicos se califican en Uruguay desde la década de 1970, actualmente para determinar cuáles son aptos para cada franja etaria el INAU se rige por la resolución 2526 del año 2004. Hoy, las obras de teatro y las películas que se estrenan en el cine deben ser calificadas en siete franjas: ATP (apta para todo público), AM 6 (apta para mayores de seis años), AM 9, AM 12, AM 15, AM 18 y R 18. 

Para las calificaciones que presentan la sigla AM delante, el texto establece lo siguiente: “permite el ingreso de niños y adolescentes mayores de esa edad solos, y los menores de edad de esa franja siempre y cuando estén acompañados por madre, padre o tutor”. Si lo que está delante es una R, eso cambia: “contenido expresamente restringido a mayores de 18 años”.

El INAU tiene a su servicio catorce calificadores que trabajan de forma honoraria, número que bajó tras la pandemia, cuando había más de veinte. Cada espectáculo es visto por dos integrantes del tribunal, y en caso de que no exista consenso entre ellos respecto a la calificación, se llama a un tercero para desempatar.

“Tenemos una plantilla de veinticinco personas, que desde la pandemia variaron a catorce, porque son personas retiradas del ámbito laboral, entre los que hay médicos, abogados, psicólogos, personas con estudios terciarios. Son personas con las que tengo una experiencia de muchísimos años. Son calificadores elegidos por la dirección en base a los conocimientos que pudieran tener en la materia”, explica Portillo, que comenta además que en 2022 se abrieron tres lugares para nuevos calificadores, que se manejan a través de Whatsapp y que lo único que aporta el INAU en términos económicos para su trabajo es, si así lo requieren los calificadores, el costo del traslado a las salas de espectáculos.

Las categorías que los calificadores evalúan a la hora de enfrentarse a una obra son la violencia que presente, el lenguaje o el vocabulario no adecuado, el contenido sexual, la presencia de imágenes o contenido vinculado al terror, el uso y consumo de drogas, y las conductas perjudiciales.

Por supuesto, la sensibilidad de los tiempos ha cambiado y el juicio que antes podía considerar que determinado elemento presente en un espectáculo era suficiente para no marcarlo como ATP, hoy es más laxo.

Portillo menciona el ejemplo de contenidos que, como el de Juanita Jalea, hagan referencia tangencial o integren colectivos LGBT. Desde que el matrimonio igualitario es legal en Uruguay, buena parte de las barreras para ese tipo de cuestiones se levantaron.

"Pensando en este caso, el de la obra con las dos madres, quizás en un pasado menos diverso que el momento que vivimos hoy eso hubiese entrado dentro de las observaciones. Pero se han generado cambios en la sociedad. Personalmente, creo que estamos en el 2023 y que tenemos que estar abiertos y receptivos a todos los cambios. No es que se nos impongan, pero si son parte de la realidad humana no podemos discriminar, no podemos hacer diferencias", comentó.

De todas formas, como se lo especificó a El Observador hace algunos días, lo que termina contando es la decisión de los responsables de los niños, y que está en ellos también decidir qué ven sus hijos y utilizar eso para disparar conversaciones. Al fin y al cabo las calificaciones, a excepción de R 18, no son restricciones, sino recomendaciones.

"Uno como papá puede ser muy abierto y pretende que los chiquilines, ya de corta edad, empiecen a saber lo que vive la sociedad, estas transformaciones. Hay otros que son más cerrados en ese sentido. Pero antes que eso, los papás se tendrían que haber informado: qué tipo de presentación de la obra, cuál es el tema principal, eso es parte de la responsabilidad de los papás", aseguró la inspectora.

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