Altea, un viaje a Santorini en plena España

Sus aguas transparentes, de un azul profundo, sus calles estrechas y empedradas, sus casas completamente blancas rematada con cúpulas azules, sobre todo la de su Iglesia Nuestra Señora del Consuelo, en la plaza central, hacen de este pueblo un viaje instantáneo al encanto de la famosa isla griega.

Pero este rincón alicantino, ha logrado mantener a través del tiempo, aquella esencia de pueblo de pescadores.Su casco antiguo, conocido como el Fornet, refleja la herencia morisca que la ha acercado al mar y ha colmado sus fachadas de azulejos. 

Esta mágica playa pesquera del mediterráneo atesora portales de recinto amurallado de la época medieval, como el Portal Nou y el Portal Vell, ambos del siglo XVII.

Altea se alza sobre una colina, su arquitectura musulmana perfectamente conservada, las calles sinuosas y empinadas, los adoquines desparejos, y un aire de absoluta tranquilidad, hacen que hoy el pueblo se el preferido de artistas y bohemios.De hecho, en los bajos, varios talleres y estudios de arte mantienen sus puertas abiertas a los visitantes.

La playa de la Olla, la de Roda y la playa Cap Blanc, junto a la de Cap Negret, están muy cerca para pegarse un chapuzón en el verano.

Desde el Mirador de los Cronistas o de la Muralla, al lado de la Iglesia, se puede disfrutar una de las mejores vistas de la costa, la Bahía de Altea, la Serra Gelada y hasta el Peñón de Ifach en la cercana Calpe.

Su gastronomía es un capítulo aparte, ya que su época de tradición pesquera han dejado platos la que el pescado fresco y el marisco son los protagonistas junto a las hortalizas. Y qué belleza saborear una paella o un arroz con alubias y bacalao desde las tantas terrazas de sus bares y restaurantes, por la noche.

Cada rincón de Altea es bonito, su historia, su arquitectura, sus calles estrechas, sus terrazas gastronómicas, las tiendas de diseño y su belleza natural le dan un toque tan maravilloso como la emblemática isla griega. Un pueblo que no puede dejar de visitarse.