A pesar del desarrollo de las consolas de videojuegos, el viejo y querido Tetris mantiene su lugar en el corazón de millones de personas. El popular juego, creado en 1984, irrumpió en el mundo del entretenimiento con una fórmula tan simple como eficaz: bloques de colores y distintas formas caen desde el cielo de forma continua, mientras el jugador debe ordenarlos para que encajen. Una vez que se completa la fila, esta desaparece. Pero el desafío sigue, porque una nueva fila debe ser completada.
Y en esta secuencia de objetivos cumplidos y otros por cumplir radica en parte la clave de Tetris, un juego que es "un ejemplo perfecto de un ejercicio inútil: no enseña nada útil, no tiene una meta social o física, pero paradójicamente nos mantiene interesados".
Así señaló el investigador británico Tom Stanfford, profesor de psicología y ciencias cognitivas de la Universidad de Sheffield
en su columna semanal de BBC Future. En esta, el experto intenta explicar por qué el Tetris es tan adictivo.
(Tetris es) un ejemplo perfecto de un ejercicio inútil: no enseña nada útil, no tiene una meta social o física, pero paradójicamente nos mantiene interesados", señaló el investigador británico Tom Stanfford en BBC Future
Para él, la respuesta está en la propia condición humana. En concreto, con "una profunda inclinación psicológica a ordenar". Es este, como el billar y otros tantos juegos, propone ordenar algo. En el caso de Tetris, además, el desorden es infinito porque la computadora se encarga de mandar bloques continuamente, que generan más desorden.
En términos de psicología, el jugador experimenta el llamado "efecto Zeigarnik", explicó Stanfford, que describe un fenómeno por el cual una tarea incompleta se queda fijada en la memoria. Así, el jugador se obsesiona con ordenar los bloques, pero esa obsesión no tiene fin porque los bloques no cesan de caer desde la parte superior de la pantalla.
De esta manera, el Tetris consigue enganchar al jugador, que puede quedarse horas y horas pulsando las cinco teclas de control. "Cada momento lleno del mismo estilo de satisfacción que se produce al rascar una ampolla", comparó el psicólogo.
Problema y solución
Mientras una música electrónica suena de fondo, los bloques que caen representan para el jugador tanto el problema como la solución. Es decir, son una tarea inconclusa, pero tienen el potencial de terminarla, explicó el experto. Todo esto, en un mundo "fácil visualmente", donde la acción es más rápida que el pensamiento (un estudio mostró que la mayoría de los jugadores prefiere rotar las piezas para ver si encajan antes que pensarlo).
Así, "como un parásito inteligente, el Tetris se aprovecha de la tendencia de nuestra cabeza a querer hacer cosas y las usa en nuestra contra", resumió Stanfford, resignado porque el desorden de este juego es interminable. Y concluyó que, en definitiva, el Tetris no tiene sentido. "Pero ningún bien juego lo tiene, ¿verdad?".