Paula Span, New York Times News Service
Robert Shoots fue hallado muerto en su garage en Weir, Kansas, en una mañana de marzo de 1989. Había conectado un tubo al escape de su amado y antiguo Chrysler y se había encerrado con el humo y se sentó en el asiento delantero con una botella de whisky. Tenía 80 años.
Su hija dijo que le hubiera gustado que Shoots mencionara su plan cuando hablaron por teléfono la noche anterior, porque no tuvo la oportunidad de despedirse como le habría gustado. Pero no habría tratado de convencerlo de no suicidarse. Años antes, él le había contado cuáles eran sus intenciones. “Yo sabía lo que iba a hacer y cómo lo haría”, dijo. Preocupada de que en su pueblo la molesten, pidió que no se publicara su nombre.
Shoots, un pintor de casas retirado, estaba felizmente casado por segunda vez y disfrutaba de buena salud. Aún pescaba y jugaba golf, no mostraba señales de depresión ni alguna otra enfermedad mental, como las que afectan a la mayoría de las personas que se suicidan.
Sin embargo, él planeaba poner fin a su vida algún día. “Todas las personas que conocía estaban muriendo en hospitales, llenas de tubos, después de yacer ahí durante semanas, y eso le horrorizaba”, dijo su hija. Estaba decidido a evitar ese tipo de muerte.
¿El suicidio cometido por adultos mayores puede ser una elección racional? Ese es un tema que muchos ancianos discuten entre ellos, en voz baja o no, y uno con el que se topan cada vez más los médicos. Sin embargo, la mayoría tienen escasa capacitación o experiencia sobre cómo responder, dijo Meera Balasumbramaniam, psiquiatra geriatra en la Facultad de Medicina de la Universidad de Nueva York.
En Estados Unidos más de 8.200 adultos mayores se quitaron la vida en 2016, de acuerdo con los Centros para el Control y la Prevención
de Enfermedades
“Me he encontrado a varias personas muy viejas que estaban bien y decían que querían quitarse la vida en algún momento”, comentó Balasubramaniam. “Así que muchos de nuestros pacientes sí lo tienen presente en su mente”, afirmó.
No tiene una postura sobre si el suicidio puede ser racional: dijo que su opinión está “evolucionando”. No obstante, en busca de generar más debate médico, ella y un coeditor publicaron una antología al respecto en 2017, titulada Rational Suicide in the Elderly (El suicidio racional entre ancianos), y ella retomó el tema en un artículo recientemente publicado en la revista American Geriatrics Society.
Cada detalle de esta noción, incluido el término “suicidio racional”, sigue siendo intensamente polémico.
El suicidio se ha vuelto una preocupación de salud pública apremiante entre los adultos mayores; en Estados Unidos más de 8.200 de ellos se quitaron la vida en 2016, de acuerdo con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades.
“En general la gente anciana, en particular los varones, presentan las tasas más altas”, indicó Yeates Conwell, psiquiatra geriatra de la Facultad de Medicina de la Universidad de Rochester y quien se ha dedicado desde hace tiempo a estudiar el suicidio.
Esas cifras se mantienen aunque las investigaciones demuestran de manera continua que los adultos mayores se sienten más felices que los más jóvenes y tienen una mejor salud mental.
No todos están deprimidos ni tienen problemas de juicio o criterio
Una compleja red de situaciones contribuye al suicidio en las etapas tardías de la vida, incluidas enfermedades físicas y el declive funcional, diversos rasgos de la personalidad y diferentes estilos para lidiar con las cosas, así como desconexión social.
Sin embargo, Conwell señaló que la gran mayoría de los ancianos que se quitan la vida también presentan alguna enfermedad mental diagnosticable, principalmente depresión.
A menudo el suicidio sucede como un acto impulsivo y no una consideración cuidadosa, tendencia que no concuerda con ninguna definición de acto racional.
“El estado suicida no es fijo”, dijo Conwell. Y agregó: “Es un sube y baja. Hay voluntad de vivir y voluntad de morir, va y viene”.
“La ecuación puede cambiar”, siguió, cuando los profesionistas de la salud tratan la depresión de personas de la tercera edad y trabajan para mejorar su salud, su actividad general y sus relaciones personales.
Parte del debate incluye la falacia de la pendiente resbaladiza, o de la bola de nieve. “Nos preocupa que podamos ir del derecho a morir a la obligación de morir si con la discusión hacemos que el suicidio parezca deseable o justificable”, dijo Balasubramaniam.
No todos ellos están deprimidos ni tienen problemas de juicio o criterio de alguna otra manera.
“Ya concluiste lo que querías hacer. Ves cómo las satisfacciones de la vida son cada vez menos y las cargas son más: eso es la verdad para muchos de nosotros cuando nuestro cuerpo comienza a dejar de funcionar bien”, expresó Dena Davis, especialista en bioética de la Universidad Lehigh, quien ha escrito sobre lo que llama “suicidio preventivo”.
En ese momento, “podría ser racional terminar con tu vida”, continuó Davis. “Debemos comenzar a tener conversaciones que desafíen el tabú” del suicidio, agregó.
Por acalorados que se tornen los debates, con la participación de grupos religiosos y los activistas defensores de las personas con discapacidad y del derecho a morir, por lo menos hay concurrencia en la importancia de realmente discutir el tema. “Discutirlo no significa defenderlo”, dijo Balasubramaniam.
La hija de Shoot vio a su madre morir de alzhéimer y comparte la convicción de su padre de que algunos destinos son peores que la muerte. Mencionó que ya habló con sus cuatro hijos sobre su intención de morir antes de que su vida se deteriore a niveles que le parezcan intolerables, y que ellos aceptan su decisión.
El suicidio es la primera causa de muerte no accidental en personas mayores en España. De hecho, el 40% de los suicidios en ese país son consumados por personas mayores.
Entre 2011 y 2012, el Programa del Adulto Mayor de ASSE presentó datos sobre el suicidio. De un total de 1.103 casos, 363 correspondieron a sujetos mayores de 55 años. En esos años se suicidaron 288 hombres (144 en cada año) y mientras que en 2011 se suicidaron 44 mujeres, en 2012 lo hicieron 31. La década de mayor incidencia está situada entre los 60 y 70 años. A ella corresponde el 2% de los casos.
Inicio de sesión
¿Todavía no tenés cuenta? Registrate ahora.
Para continuar con tu compra,
es necesario loguearse.
o iniciá sesión con tu cuenta de:
Disfrutá El Observador. Accedé a noticias desde cualquier dispositivo y recibí titulares por e-mail según los intereses que elijas.
Crear Cuenta
¿Ya tenés una cuenta? Iniciá sesión.
Gracias por registrarte.
Nombre
Contenido exclusivo de
Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.
Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá