Para jugar, el usuario debe ponerse en la piel de Tukano, un niño indígena que pertenece a la cultura andina
El intercambio de objetos o trueque está presente en "Tukano"
Los cuatro niveles del  videojuego abarcan las distintas zonas geográficas de la región andina: la costa, el valle y la selva
Niños de entre 3 y 9 años participaron del testeo del juego "Tukano"

Tecnología > Uruguay

Los niños juegan con la historia

"Tukano", el videojuego para computadora del Museo de Arte Precolombino e Indígena, propone a los más pequeños un viaje en el tiempo y el espacio para conocer la cultura andina y divertirse
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10 de agosto de 2013 a las 09:54


Mariana domina bien los controles: sabe que con la barra espaciadora de su ceibalita Tukano salta, y que con las flechas del teclado verde va de izquierda a derecha y viceversa. Con una mano sostiene un alfajor, con la otra lo dirige hasta la cima de una pirámide escalonada.

Tukano es un niño indígena que pertenece a la civilización andina, tal vez a lo que hoy es Perú o Bolivia. Mariana, de 7 años, va recogiendo las plantas de coca que hay en cada escalón para vencer el mal de altura, para luego reunirse con la curandera que la guiará al próximo nivel: las terrazas. Pero una serpiente muerde a Tukano y Mariana pierde: “Nunca puedo pasar esta parte”, dice con frustración. Y empieza de nuevo.

En la misma mesa, otros niños prueban el videojuego Tukano, desarrollado por el Museo de Arte Precolombino e Indígena (MAPI), y creado por la Intendencia de Montevideo junto con la empresa Ave Interactive.
Aprovechar la infraestructura de Uruguay, donde todos los niños de las escuelas públicas tiene una XO”, y “apropiarse de las nuevas tecnologías” son los objetivos del proyecto, cuenta el director del MAPI, Facundo De Almeida

Los pequeños jueces tienen entre 3 y 9 años, y son quienes dan a los creadores del juego las pistas para ajustar los últimos detalles.

Si bien fue pensado especialmente para las laptops XO, también puede jugarse desde cualquier computadora. Por ahora, está disponible en el sitio del MAPI la versión online. Sin embargo, se espera que pronto esté lista una versión descargable del juego, que fue financiado por Ibermuseos luego de ganar el Premio Iberoamericano de Museos en 2011.

Según cuenta el director del MAPI, Facundo de Almeida, Tukano invita a los más pequeños a ponerse en la piel del personaje y, a medida que se superan los niveles, ir conociendo algo más de la cultura andina.

Tukano recorre playas, pirámides, terrazas y selvas, donde debe cumplir distintos desafíos hasta llegar a la última instancia.

En este último nivel –que, como suele suceder en los videojuegos, es el más difícil de todos–, los niños juegan una suerte de juego de memoria con instrumentos musicales típicos, como la quena, tarka y ocarina. Al superarlo, consiguen el objetivo del juego: convertirse en chamanes y metamorfosearse en jaguares, como indica la mitología andina.

Jugar para aprender


“Aprovechar la infraestructura de Uruguay, donde todos los niños de las escuelas públicas tiene una XO”, y “apropiarse de las nuevas tecnologías” son los objetivos del proyecto, cuenta De Almeida. También busca que el MAPI pueda “salir de sus cuatro paredes” y llegar a todos los niños, incluso cuando estos no puedan ir al museo, ubicado en Montevideo.

Por otra parte, generar respeto por la diversidad cultural es otra de las intenciones del juego, que eligió la cultura andina por estar muy presente en poblaciones de Ciudad Vieja, el barrio del MAPI.

Ahora, el juego “ya está listo”, asegura Lucía Nigro, coordinadora del programa de educación del museo que participó en la creación del contenido.

Por su parte, Gabriel Turielle, CEO de Ave Interactive, explica que “después de unas pocas veces”, Tukano se domina bien. De hecho, en pruebas realizadas antes, los niños “captaron enseguida” elementos que a priori no parecían tan intuitivos, agrega.

Para De Almeida, este videojuego no es un elemento aislado, sino que coincide con la intención del MAPI de fomentar la participación. Y si bien no suplantará a las piezas de exhibición, responde a una realidad clara: que “los museos no solo pueden, sino que deben ser divertidos”.

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