El pichón de lechuzón orejudo del Jardín Botánico

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Lechuzones orejudos de incógnito

Una pareja de estas esquivas aves rapaces y su cría se viven desde hace unos meses en el Jardín Botánico, en el Prado
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12 de noviembre de 2012 a las 10:00
Tienen un pelaje amarronado, que se camufla con la vegetación, y sus hábitos nocturnos y sigilosos los hace difíciles de ver. Pero desde hace unos meses que una pareja de lechuzones orejudos (Asio clamator) y su cría habitan en el Jardín Botánico para el deleite de ornitolólogos y aficionados que le siguen los pasos.

Emilio Lessa, quien lleva 10 años haciendo observación de aves, y un amigo están monitoreando a estas rapaces desde mayo. “Nunca hubo tantas fotos como este año del lechuzón orejudo en la historia de Uruguay”, señala Lessa, quien no disimula la emoción.

El Asio clamator habita desde México hasta la Pampa Argentina, pasando por Uruguay, su tamaño es de unos 38 centímetros y pesan 500 gramos. Se caracteriza por sus orejas largas y peludas, que lo distingue de su pariente el lechuzón de campo. Se encuentran en varios tipos de hábitats tales como zonas de campo, montes de eucaliptus y bosques, donde son más usuales. Se alimentan básicamente de ratones, pero también de pequeñas aves, insectos, anfibios y murciélagos. De acuerdo a la bióloga de la organización Averaves, Matilde Alfaro, en Uruguay son muy comunes, aunque no sea fácil verlos.

Los lechuzones del Botánico son los primeros de los que se tiene registro en el recinto. Para poder observarlos, Lessa y su amigo pidieron permiso para entrar de noche. Durante sus meses de estudio descubrieron un comportamiento atípico en estas aves, que suelen tener una cría por año, pese a que la hembra pone tres huevos. Quizás debido a que su primer pichón murió al caerse del nido, tuvieron una segunda cría.

Los aficionados grabaron las vocalizaciones de los lechuzones, la más distintiva de las cuales suena como una especie de ladrido. También registraron la vocalización de la cría, algo inédito hasta el momento, afirma Lessa.

La primera visualización del pichón data del 14 de octubre y en esa ocasión pudieron estar muy cerca del ave, que se encontraba a un metro del suelo. En la actualidad, hace dos semanas que no ven a los animales, ya que estos se corrieron de lugar, pero saben que aun están en el Botánico porque encontraron egragópilas (bolas formadas por restos pelos, huesos y sustancias no digeridas que regurgitan las aves carnívoras) .

Para intentar ver a los lechuzones, Lessa aconseja agudizar los oídos. “Si no vocalizan, lo más probable es que no los veas”, explica el aficionado, de 56 años, a quien su pasión por las aves le ha traído inconvenientes con la policía, que suele encontrar sospechoso ver a una persona con binoculares y cámara de fotos mirando a la nada. Otro truco para verlos, comenta Alfaro, es ir a los bosques en horario crepuscular o de noche, en silencio y con un foco de luz. Grabar el canto de los lechuzones y reproducirlo es una forma de atraerlos a cortas distancias, ya que no son asustadizos.

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