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La niñez convertida en una droga dura

De los menores internados en el Inisa, 75% declara consumir algún tipo de sustancia; la edad de inicio promedio es de 11 años
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24 de abril de 2017 a las 05:00
Unos 40 adolescentes son atendidos mensualmente en la Unidad de Consumo Problemático del Instituto Nacional de Inclusión Social Adolescente (Inisa, ex Sirpa) por adicciones a drogas.

La cifra refleja que el consumo de sustancias en menores infractores es una realidad diaria en la institución, según indicó la presidenta del organismo, Gabriela Fulco, durante el seminario Calle, droga y delincuencia, organizado por la Universidad de Montevideo el pasado 6 de abril. Fulco indicó que uno de los principales problemas es la edad en la que se comienza a consumir, que promedia los 11 años.

Según un censo realizado por el Inisa en 2015, cuando todavía se lo conocía como Sirpa, 75% de los internos consume algún tipo de droga. "En su mayoría son policonsumidores y la sustancia de mayor consumo es el cannabis (80%), seguido de la cocaína fumada o cocinada y el alcohol. Es notorio, además, el aumento de consumo de psicofármacos. Unido al alcohol se han constatado situaciones de intoxicación", afirmó la jerarca.

A su vez, ese estudio reflejó que la gran mayoría tenía un familiar con antecedentes penales. "Eso lleva a determinar la pérdida progresiva de referentes. Los transforma en víctimas secundarias del delito. Se trata de una generación vulnerable, con escasas posibilidades y desarrollo de sus potencialidades", dijo Fulco.

La relación entre la edad temprana de consumo de los internos, su tormentoso camino hacia la delincuencia y el entorno en el que vivían antes de ser procesados es más clara de lo que parece a primera vista. Fulco lo explicó por "vivencias y situaciones socio-ambientales que incrementan la vulnerabilidad" de los jóvenes y favorecen su consumo problemático y la entrada al mundo de lo ilegal.

El hecho de no tener un referente familiar firme o que no exista una "red social o de contención" lleva, según explicó la jerarca, a que los menores busquen "estrategias de sobrevivencia compatible con una identidad transgresora, como el uso de drogas y armas".

"Se crean lazos de pertenencia a un grupo sustituto de la familia y se recrean jerarquías.

Es característico el pasaje de la sobreprotección a la violencia", sostuvo y explicó que es en ese contexto que se dan situaciones de "mendicidad o trabajo infantil" en los que se cuenta con "una estructura mínima de un hogar y de referentes afectivos".

Estudios en tiempos diferentes

Durante su presentación, Fulco mencionó dos estudios realizados en tiempos diferentes para demostrar cómo la "victimización temprana" –el hecho de no estar en un ambiente contenido durante la infancia– es un camino fácil para delinquir.

El primer estudio mencionado fue realizado en 1985 en la entonces cárcel de Punta Carretas. "Lo que motivó esa investigación fue la recurrencia de datos que extraíamos de los estudios periciales referidos a la existencia de procesos de victimización tempranos. Dicha terminología identifica a experiencias de primera infancia a adolescencia (0 a 17 años)", dijo.

El estudio consistió en agrupar hechos que parecían haber sido traumáticos para los reclusos, como pobreza, trabajo infantil, mendicidad o prostitución y analizar si habían sido factores determinantes para que terminaran delinquiendo de adultos.

En ese caso, fueron entrevistados 1.500 presos que se ofrecieron de manera voluntaria. Se agruparon hechos de apariencia traumática recurrentes en la categoría designada como violencia social.

El estudio concluyó que 89% de los encuestados "registraba procesos de victimización temprana". Fulco lo definió como "el peso del trauma" y un factor "intercausal" de la delincuencia.
El otro estudio presentado fue realizado en 2009 a mujeres de la cárcel de Cabildo.

En ese caso entrevistaron a 450 reclusas y el resultado fue muy similar al realizado en hombres 24 años antes: 85% de esas mujeres registraba procesos de victimización tempranos.

"En el caso de los hombres, el peso de los procesos de victimización tempranos recaía en los componentes que identificamos como violencia social, mientras que en las mujeres recaía en la violencia interfamiliar",explicó Fulco. Un ejemplo de eso fue el predominio del abuso sexual y el atentado violento al pudor.

Las mujeres entrevistadas que afirmaron haber sido abusadas dijeron que las edades promedio en las que sufrieron abuso fue entre los 6 a los 12 años.

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