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La música comprimida daña tus oídos

El ingeniero y fundador de la Semana del Sonido, Christian Hugonnet, explica por qué escuchar demasiado tiempo este tipo de música genera problemas auditivos y sociales
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14 de mayo de 2014 a las 05:04
Cuando Los Beatles comenzaron a hacer música en la década de 1960, los técnicos de sonido se encontraron con un problema: la batería era demasiado fuerte como para mezclarla con las guitarras. Para equilibrar los instrumentos, decidieron tomar los niveles más bajos y “empujarlos” hacia arriba. Llamaron a esta técnica compresión dinámica, la cual se convirtió en una suerte de estándar del rock, sobre todo en Inglaterra. Hoy en día, formatos como el mp3 también comprimen la música aunque con otra técnica. No obstante, cualquiera sea el método, las consecuencias son siempre negativas para los oídos.

El concepto de música comprimida implica equilibrar los niveles más bajos con el más alto. Así, en lugar de tener varios niveles, se escucha siempre en el mayor. Pero con el tiempo no solo la música y los instrumentos se comprimieron, sino también las palabras y los avisos publicitarios, entre otros. Eso “es un gran problema”, dijo Christian Hugonnet, ingeniero en sonido y fundador de la Semana del Sonido en Francia. En su visita a Uruguay, en el marco del evento que por primera vez se celebró en el país, el experto dictó una conferencia sobre el impacto de la música comprimida en la salud humana.

Según explicó Hugonnet a El Observador, el problema de escuchar este tipo de música o sonido en general es que uno se termina acostumbrando a oír un nivel de sonido muy alto todo el tiempo. Entonces, “cuando escuches un sonido muy bajo, no lo entenderás”, explicó.

De hecho, cerca de 20% de las personas padecen una enfermedad auditiva por escuchar la música continuamente en un nivel alto. Esto mata a las células internas del sistema auditivo, las cuales “explotan y no son reemplazables”, advirtió Hugonnet, que recomendó cuidar la forma en que se escucha sonido en general, sobre todo en la juventud. “Un sonido alto no es tan duro para el sistema auditivo, siempre y cuando tengas un período de descanso”, resumió.

Al impacto negativo en la salud se le suma un problema cultural, dijo el ingeniero, quien se dedica a crear conciencia sobre la importancia del entorno sonoro en todos los aspectos de la vida humana. “Al estar acostumbrado a escuchar este tipo de música, cuando uno escucha música clásica o acústica, sin amplificación, no entiende o no le gusta. Es una lástima”, opinó Hugonnet.

Sin lugar para el silencio


La música comprimida también afecta el trabajo artístico del compositor, que deja de utilizar sutilezas dinámicas en sus obras, es decir, variedad de niveles. “Estas desaparecerán si la gente no las quiere”, dijo.

Otra consecuencia de esta oda a los niveles altos es la ausencia de silencio. “Una vez que comprimís dinámicamente, no hay tiempo para el silencio”, dijo el ingeniero, quien añadió que eso hace que “la gente se vuelva más boba”. Es que sin silencio, sin pausas, no hay tiempo para reflexionar o al menos entender lo que se escucha.
Creo que la gente debería saber cuándo la música está comprimida y cuándo no”, dice Hugonnet

Para afrontar el problema, el conocimiento es clave. El experto propone no solo educar sobre el impacto de la música comprimida en los oídos y la vida social, sino algo mucho más concreto: etiquetar los CD y demás productos musicales. “Creo que la gente debería saber cuándo la música está comprimida y cuándo no”, explicó.

“Hay que llevar esta consciencia al mundo”, y por eso traer la Semana del Sonido a Uruguay es algo “muy bueno”, dijo Hugonnet, quien pretende que el evento continúe expandiéndose a otros países. Francia, México, Canadá, Colombia, Argentina y Cuba, son algunos de los países que ya participan. Para el ingeniero, la idea es que el evento sea internacional por una simple razón: “Tu problema no es solo tuyo, es el problema de todos en esta Tierra”.




Los niveles de la voz humana




Hugonnet desciende de forma abrupta el volumen en el que está hablando y dice susurrando: "Los susurros son en 40 decibeles (dB)". "Una forma de hablar templada sucede en unos 50 dB", continúa, subiendo apenas el volumen. Y agrega aún más fuerte: "70 dB es esto. Es cuando querés ser escuchado, es el nivel que se usa por lo general en una conversación". Al demostrar cómo son los 80 dB ya está gritando y los 90dB no los demuestra, pero son fáciles de imaginar. El sonido de ambiente de las ciudades suele ubicarse entre los 60 y los 80 dB, dice, por eso las personas suelen hablar a 60 o 70 dB.

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