La
Tamoya haplonema es una especie de cubomedusa típica de las costas de Brasil que tiene forma de prisma, cuatro tentáculos y un cuerpo más consistente que las que habitualmente se ven en Uruguay. Una picadura de esta medusa puede ser peligrosa, causar hinchazón en la piel y, si bien no es letal, es muy dolorosa.
Los
registros que hay de esta especie en Uruguay datan de 1960 pero son esporádicos y de pocos ejemplares. Sin embargo, en 2012 se detectaron seis ejemplares en las costas uruguayas y en 2013 se reportaron ocho.
Investigadores de Ciencias Biológicas de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República creen que puede deberse a una mayor influencia de aguas cálidas provenientes de Brasil, que las arrastran hacia las
costas uruguayas, pero se requiere análisis más exhaustivos.
Su particularidad es que su veneno es neurotóxico; afecta el sistema nervioso, el corazón y la vascularidad pulmonar y sistémica. No obstante, la especie que llega a la costa uruguaya no tiene la misma virulencia de la que azota a los bañistas australianos donde se registran varias muertes cada año.
Las aguavivas más comunes en Uruguay son la
Chysaora lactea, de toxicidad moderada a elevada, y la
Lychnoriza lucerna, también de toxicidad moderada. Una que reaparece, en especial después de las tormentas, es la Fragata portuguesa (
Physalia physalis), la que posee la toxina más poderosa dentro de los gelatinosos más comunes de la costa uruguaya. Aunque no lo parezca, no es estrictamente una medusa, sino que está formada por organismos coloniales que flotan en la superficie del agua.
En cuestión de picaduras, los niños y los ancianos son los más vulnerables. El ardor reporta un sufrimiento que, en la mayoría de los casos, se parece a una quemadura; pero puede agravarse si ocurre en el rostro o en los ojos. La exposición prolongada al sol incrementa la sensibilidad. Si la persona es alérgica puede padecer vómitos y cefaleas.