Apple tiene todo para ser la manzana más brillante y jugosa del mercado. Tiene talento, un abultado capital, fieles consumidores, una mítica historia y, lo que es más importante, tiene las ideas. En la última década se ha consolidado como una de las compañías más fuertes, con un modelo de negocios que le ha permitido no solo seguir el ritmo tecnológico, sino imponerlo. Ha madurado. Sí, también se ha vuelto un poco más lenta, pero los viejos usuarios la siguen y los nuevos la desean. Entonces, ¿por qué Apple se empeña tanto en luchar contra Samsung en el ring de las patentes? ¿Por qué mejor no enfocar sus energías en seguir floreciendo, en lugar de intentar talar a su principal rival?
Esta semana
ambas compañías volvieron a enfrentarse en una corte de San José, Estados Unios, por mutuos reclamos de violación de patentes. A grandes rasgos, Apple quiere prohibir que se vendan ciertos smartphones de la surcoreana, incluido el Galaxy SIII. Como contrapartida, Samsung busca que el iPhone 5 quede fuera de juego.
Según el periodista de innovación
Haydn Shaughnessy de la revista Forbes, la persecución que Apple hace de Samsung está cerca de ser una comedia. Es que este tipo de juicios sobre quién inventó qué no hacen más que quitar fuerzas a la compañía californiana, cuya reputación cae con cada golpe del martillo judicial. De hecho, Apple es dueña de una porción de mercado mucho menor a la que se esperaba hace dos años, cuando los analistas hacían las proyecciones más optimistas en torno a una empresa que de a poco se empezó a aletargar. En pocas palabras, Shaughnessy cree que Apple está culpando a Samsung de sus propios fracasos.
Llegar a un acuerdo
En este último caso, Apple acusa a la surcoreana de limitar sus ventas por haber copiado varias de las funciones del iPhone, que son claves para la experiencia del usuario. Entre estas se encuentran el gesto “desliza y desbloquea” y la predicción de la frase, por ejemplo.
Hay que ser justos, dice Shaughnessy: cada vez más los smartphones son un
commodity y por eso las pequeñas diferencias valen. Pero la pregunta es si estas funciones son clave para justificar por qué Apple no ha logrado, en los últimos años, lo que se esperaba de ella.
En concreto, la empresa cofundada por los Steve (Jobs y Wozniak) reclama US$ 2.000 millones o, para ser más precisos, US$ 40 por cada
Galaxy SIII y los productos de la línea Note contemporáneos a dicho smartphone. Pero, incluso si Apple ganara el juicio, ese dinero no compensaría el hueco entre lo que la empresa vale ahora y lo que el mercado creyó que valdría, explica Shaughnessy.
Por ello, tanto este como todos los juicios anteriores por patentes a lo largo del mundo son una pérdida de tiempo. Mientras Apple se concentra en cuánta plata puede ganar porque los teléfonos de Samsung también se desbloquean deslizando el dedo por la pantalla, Samsung crece, al igual que sus demás rivales. En ese tiempo, Android se devoró a la manzana en el terreno de los sistemas operativos y Google, Samsung y otras firmas continúan su carrera hacia el mundo de la
wearable technology, mientras que el iWatch sigue siendo un rumor dos años después de que se supo de él por primera vez.
Para Shaughnessy, lo mejor sería que Apple y Samsung llegaran a un acuerdo. En definitiva, al progreso tecnológico no le importa quién tuvo la idea primero, solo agradecerá que a alguien se le ocurrió inventarlo.