"Vas a odiar el Windows 8", predijo mi excompañero Farhad Manjoo en junio. Tenía razón. No se trata de un difícil
período de transición, en el cual la gente al principio se resiste a una nueva interfaz y después la termina abrazando, como sostuvo Steve Sinofsky de Microsoft. Un año después de su lanzamiento, el nuevo sistema operativo de Microsoft
ya es un verdadero fracaso.
¿Qué tan malos son los números? Hay dos puntos de comparación relevantes en las cifras de adopción del Windows 8, pero ambos son tan malos que resulta muy difícil decir cuál es peor. El primero proviene de
Statista, el portal de estadísticas online alemán, que compara el crecimiento en el mercado del Windows 8 en su primer año con el de su predecesor, el Windows 7, en los 12 meses posteriores a su lanzamiento, en octubre de 2009.
El Windows 7, que recibió críticas estelares, mantuvo una trayectoria constante al alza, superando la cuota de mercado del 10% en los primeros meses y alcanzando casi un 20% al culminar el primer año. El Windows 8 en cambio, empezó lento, continuó lento, luego mejoró en el pasado verano boreal y, de forma alarmante, parece haberse estabilizado nuevamente en los últimos meses. Le llevó más de seis meses conseguir el 5% de adopción y todavía no ha alcanzado el 10% luego de estar un año entero en el mercado.
Sin embargo, quizá el dato más concluyente sea el proporcionado por el sitio de tecnología
The Next Web, basado en el último reporte de
Net Applications, sobre la cuota de mercado de los sistemas operativos. En el mes pasado, el crecimiento de la cuota de mercado del Windows 8 fue del 0,05%, cifra significativamente menor al 0,22% del Windows 7. En otras palabras, el Windows 8 está quedándose
cada vez más atrás de su propio antecesor, que es cuatro años más viejo, incluso en la actualidad.