A su muerte, en 1896, el inventor y químico sueco
Alfred Nobel tenía todo calculado. El padre de los premios que llevan su apellido solucionó en su testamento el monto económico que se otorgaría a los galardonados en el futuro.
Así, Nobel escribió lo que debían hacer sus herederos: comprar inmuebles, que cada año proveyeran a la fundación (que también lleva su nombre) del dinero suficiente como para pagar lo que entonces eran cinco premios, ya que el de economía todavía no se había creado.
De esta forma, el investigador aseguró la supervivencia económica de los premios que, aunque se ajustan al vaivén de la realidad económica del momento, siempre suponen una importante ayuda monetaria a sus beneficiarios.
Antes y después
En el pasado los premios significaban para los ganadores unas 10 millones de coronas suecas, es decir, cerca de US$ 1,5 millones. Este año, la organización anunció que debido a la crisis financiera en Europa, resultaba más apropiado ajustarse también los cinturones y reducir cerca de 20% la ayuda monetaria. Los premiados este 2012 obtendrán cerca de US$ 1,2 millones.
El hecho de que el premio sea compartido entre dos o más personas hará que, en comparación, cada galardonado reciba bastante menos aún. No obstante, “si uno preguntara a los recién premiados si están dispuestos a que se reduzca más, todos seguirían aceptándolo encantados”, aseguró al
diario español ABC Anders Bárány, ex secretario del jurado del Premio Nobel de Física, que está convencido de que “el recorte no afectará al significado del premio”.
Poder garantizar este dinero cada año hace posible que la fundación funcione de forma independiente de las instituciones que otorgan otros premios. Así, los hombres y mujeres que sean reconocidos en el campo de la
medicina,
física, química, paz, literatura y economía seguirán cumpliendo el testamento de Alfred Nobel en cada ocasión.