Todavía tendrá que pasar tiempo para que él y yo nos reconciliemos. Reconozco mi odio a LeBron James; odio que no me permite admirar su incontestable genialidad ni la de sus compañeros. Entonces, LeBron toma la pelota y yo pido su marca, lo mareo, le tiro el cuerpo aunque él no lo sienta. Y después de mucho machacar, le robo la pelota cuando se va al aro. Le gano y no es de mentira. En el
NBA 2K13 nada es de mentira.
Para aquellos nacidos a comienzos de la década de 1980 (es decir, cuya niñez y juventud estuvo marcada por el crecimiento exponencial del concepto del videojuego), el concepto de “real” es por lo menos enternecedor. “Real” era la jugabilidad, los movimientos y los colores en juegos como
Double Dribble, uno de los primeros simuladores deportivos que llegó a Nintendo en 1987, o el
Lakers vs Celtics, primer videojuego masivo de básquetbol hecho para una PC con sistema operativo DOS.
Y esa misma sensación se percibe en NBA 2K13, que además de las versiones para las consolas PlayStation 3 y Xbox, tiene otras reducidas para iPad, PsP y PC. Este juego lleva a pensar que no se puede vivir más de cerca la experiencia de meterse en el mundo de las franquicias, los grandes estadios y los jugadores sobrehumanos.
En aquellos años 1980, la palabra “simulador” se utilizaba bastante en el mundo del
videogame o los “juegos de computadora”. Desde entonces, el término condiciona al producto: un simulador se esfuerza por acercarse lo más posible al control real de la situación. Por oposición estaba el concepto
arcade, a veces más cercano a una jugabilidad más sencilla.
La frontera se ha difuminado y ahora juegos como NBA 2K13, (que además está producido y musicalizado por el CEO del hip hop Jay-Z) combinan ambas. La batería de opciones es enorme. Se puede jugar una temporada o encarar una gestión de franquicia año a año. También existe la opción de ir derecho a los
playoffs o elegir el
Blacktop, modalidad en canchas callejeras que permite armar partidos de uno contra uno hasta cinco contra cinco, armando equipos entre jugadores. Es posible generar una franquicia propia y hacerla competir en la liga o jugar amistosos con los equipos de aquellos primeros juegos: los Lakers de la década de 1980, los Atlanta Hawks de Dominique Wilkins, los Celtics de Larry Bird o los más viejos de Bill Russell y, por supuesto, los Bulls de Michael Jordan o la gran novedad del
Dream Team de Barcelona 92, al que se puede enfrentar con el USA Team que hace menos de un año se llevó el oro.
Pero de todos, el modo más apasionante es el
My Player (“mi jugador”) o
Create a Legend (“creá una leyenda”), que permite jugar dentro de la cancha con una interfaz en tercera persona, ser drafteado para pasar a una franquicia y manejar, con una complejidad intensa la apariencia del jugador, sus respuestas en conferencia de prensa, su relación con los jugadores y el público a través de las redes sociales, las marcas con las que se consiguen zapatos y las habilidades, cuya activación en juego es difícil pero tremendamente real, intelectualizando movimientos y táctica al extremo.
No hay nada mejor que habilitar con una asistencia a Paul Pierce tras robarle a LeBron James esa pelota en los minutos finales que cierran el partido, mientras el estadio se viene abajo, de verdad.