Una alfombra elaborada con la piel de un lince ibérico, procedente de una colección privada

Ciencia > Genética

Hay más linces ibéricos disecados o convertidos en alfombras que vivos

Científicos de Doñana localizan 466 especímenes históricos en colecciones de cazadores y de museos y emprenden su análisis genético para intentar salvar de la extinción a los últimos 312 ejemplares que viven en libertad en el planeta
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02 de enero de 2013 a las 10:00
El equipo del biólogo José Antonio Godoy ha visto “de todo”: trofeos de caza del lince ibérico sobre chimeneas, alfombras pardas con motas negras elaboradas con sus despojos, mantas de piel de lince sobre camas. En un salón de un cortijo, situado en un coto del sur de Castilla-La Mancha habituado a escopetas como la del rey Juan Carlos, los científicos han contemplado incluso una hilera de 20 cabezas de lince ibérico, decorando una pared. “Hemos visto hasta linces ibéricos disecados al lado de la tele de un bar, entre la muñeca flamenca y el torito”, cuenta Godoy, uno de los padres del genoma de la especie.

Su grupo de investigación, de la Estación Biológica de Doñana (CSIC), ha emprendido una tarea monumental: localizar especímenes del felino más amenazado del mundo en museos de historia natural de Europa y EEUU, pero también en las recónditas y dispersas colecciones privadas de cazadores. Tras años de persecución, han registrado 466 especímenes, 157 de ellos en manos privadas.

“Hay más linces ibéricos muertos que vivos”, resume de manera descarnada Godoy. Y no es una hipérbole. El censo de 2011 en Andalucía habla de sólo 312 linces ibéricos viviendo en libertad, confinados en sus últimos reductos del planeta: Sierra Morena y Doñana.
Hemos visto hasta linces ibéricos disecados al lado de la tele de un bar, entre la muñeca flamenca y el torito”, cuenta José Antonio Godoy, uno de los padres del genoma de la especie

La ciencia necesita localizar los restos de linces muertos para ayudar a los vivos. Son animales enteros disecados, o pieles y huesos procedentes de una época en la que el lince ibérico era visto como una alimaña, y como tal perseguido y tiroteado. En el Palacio de Doñana, dentro del Parque Nacional, hay una fotografía que muestra al rey Alfonso XIII de Borbón, abuelo del rey Juan Carlos, posando con un ejemplar recién cazado.

Tiroteados por el rey


Era uno de los trofeos más codiciados por las escopetas de la nobleza española. En el libro Doñana (1974), de Juan Antonio Fernández, se menciona una montería celebrada el 25 de enero de 1924 con la participación del rey Alfonso XIII, en la que caen bajo los disparos 83 venados, 42 jabatos, 15 gamos y tres linces ibéricos. Hoy, el monarca borbónico habría sido condenado a 20 meses de cárcel y a 115.000 euros de multa, si se aplicara la misma pena que al matrimonio acusado de envenenar en 2008 a un ejemplar en su finca de Andújar (Jaén).

El felino, como muchos otros depredadores, fue perseguido en España y Portugal hasta finales de la década de 1980. Ambos gobiernos, de hecho, ofrecían incentivos económicos para tirotear a las alimañas. Pero hoy el lince es un símbolo mundial de la conservación de la naturaleza y, paradójicamente, se enfrenta a una amenaza que también afectó a sus enemigos Borbones: la endogamia, la falta de diversidad genética.

En agosto, el equipo de Godoy anunció que había secuenciado el genoma del lince ibérico. Son 2.700 millones de pares de letras que conforman el libro de instrucciones de la especie. Pero es un texto con errores, heredados de generación en generación. Y los errores se acumulan. El objetivo de Godoy es cuantificar esa pérdida de diversidad genética, para detectar debilidades, mejorar los programas de conservación y salvar a la especie de la extinción. Para ello, los investigadores necesitan conocer cómo era el ADN del lince en el pasado, antes de que el animal estuviera acorralado y en las últimas. Y ahí son fundamentales los ejemplares disecados o convertidos en alfombras, tiroteados hace décadas.

“No sé nada del lince”


Tras negociar con algunos propietarios de los especímenes, los científicos han obtenido ADN de las almohadillas de las patas, de las láminas de hueso de sus narices, han perforado cráneos con taladros en busca de tejidos bien conservados y hasta han extraído dientes de ejemplares disecados, para tomar muestras y volverlos a colocar para no alterar las obras de los taxidermistas. “Con estos análisis genéticos podemos reconstruir cuál ha sido la dinámica del declive”, explica Godoy. “Saber cómo ha cambiado el lince ibérico con el tiempo es un recurso fantástico para su conservación”, esgrime.

Para conseguir las muestras, los científicos han tenido que negociar hasta con algún miembro de la Familia Real. Una de las mayores colecciones de felinos ibéricos se encuentra en el Palacio Real de Ríofrío, en Segovia. Allí se exponen restos de ocho linces ibéricos, cazados a mediados del siglo XX.
Con estos análisis genéticos podemos reconstruir cuál ha sido la dinámica del declive”, explica Godoy. “Saber cómo ha cambiado el lince ibérico con el tiempo es un recurso fantástico para su conservación”

En un artículo publicado en la revista BioScience, Godoy y su equipo reivindican la importancia de estas colecciones privadas de animales disecados como fuente de material científico. Y urgen a regularizarlas para que no se pierdan. La bióloga Mireia Casas fue la principal encargada de recorrer España en coche e ir puerta por puerta en busca de linces ibéricos escondidos en desvanes. Entre 2009 y 2010, Casas preguntó a guardas de fincas, a cazadores históricos y a camareros de bares de zonas linceras, entre otros muchos, si conocían la existencia de ejemplares disecados. También buscó los especímenes que ya constaban en registros realizados en los periodos 1987-1988 y 1995-1997. Ahí saltaron las alarmas.

“En apenas 20 años se ha perdido el 40% de los ejemplares, muchos de ellos han acabado en la basura”, alerta Godoy. En algunos casos, los propietarios estaban perfectamente localizados desde 1987, pero al volver a entablar contacto con ellos pusieron excusas peregrinas para anunciar la desaparición de especímenes disecados o de pieles. Casas recuerda el caso de un dueño registrado en el censo de hace 25 años, con nombre, apellidos y fotografías de su colección. “Llamé a su puerta, me dijo que no sabía nada de linces y me cerró”, rememora Casas, antes en el CSIC y ahora buscándose la vida como científica en Nueva Zelanda.

Godoy teme que detrás de estas evasivas de los propietarios se encuentre el miedo a incumplir la ley, aunque los ejemplares fueran cazados en una época en la que era perfectamente legal e incluso aplaudido meterle un perdigonazo entre los ojos a un lince ibérico.

Miedo a la ley


Muchos propietarios no saben que existe un procedimiento para legalizar especímenes capturados antes de 1980, cuando se firmó la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas (CITES). Y la ley prohíbe que los animales cazados ilegalmente estén en manos privadas. “Así que mucha gente o esconde sus especímenes o los tira a la basura. Por ejemplo, hemos oído hablar de especímenes desechados tras la aprobación en España en 1980 de la ley que criminalizaba su posesión, y después algunas personas negaron haber poseído un ejemplar registrado previamente”, detallan los autores en su trabajo.

El equipo, que incluye a Miguel Delibes de Castro, ex director de la Estación Biológica de Doñana, pide a las autoridades españolas que sigan el ejemplo de Portugal. El país luso ha llevado a cabo un programa piloto, dirigido por Margarida Fernandes, del Instituto de Conservación de la Naturaleza y la Biodiversidad, en Lisboa, para legalizar la situación de varios especímenes de lince en manos de coleccionistas portugueses.

“Un programa similar al iniciado en Portugal podría producir resultados positivos en España”, afirman. “Lo ideal sería preservar a largo plazo todos estos ejemplares históricos, porque podemos volver a necesitarlos. Cualquier sabe lo que puede ocurrir en el futuro en la conservación del lince ibérico”, argumenta Godoy. “Si no se hace nada, dentro de 20 años no quedará prácticamente ninguno de estos especímenes”, sentencia Casas.




Linces guardados en colegios e institutos


La Estación Biológica de Doñana, con 120 ejemplares, y el Museo Nacional de Ciencias Naturales, con 94 especímenes en sus almacenes de Madrid, son las instituciones que más linces ibéricos históricos poseen, aunque el resto están desparramados por medio mundo. El Museo de Historia Natural de Londres custodia 21 muy antiguos, cazados entre 1840 y 1895 ; el Museo de Historia Natural de Suecia, 2; y un pequeño museo local de Clermont-Ferrand, en Francia, guarda cuatro ejemplares. En EEUU hay al menos tres, uno en el Museo Nacional de Historia Natural y otros dos en el museo del Instituto Smithsonian, según el meticuloso registro de Mireia Casas y José Antonio Godoy.

En España hay algunas localizaciones curiosas, como el Colegio de Nuestra Señora de los Reyes, en Sanlúcar de Barrameda, y tres institutos, el Aguilar y Eslava, en Cabra (Córdoba); el Padre Luis Coloma, en Jerez de la Frontera (Cádiz) y el Padre Suárez, en Granada. Estos tres últimos fueron capturados entre 1874 y 1880. Mucho más reciente es el que custodia el Ayuntamiento de El Real de la Jara (Sevilla), capturado en 1970, o el del Museo Municipal de Penamacor (Portugal), un ejemplar de 1985.

Casas ha localizado un lince ibérico expuesto en un bar del sur de Portugal y Godoy recuerda ejemplares en bares españoles en el pasado. Entre los 157 especímenes registrados en 75 colecciones privadas de España y Portugal hay ejemplares muy antiguos, de 1875, pero también otros sorprendentemente modernos, de 1995, un año en el que el lince ya era una preocupación para las autoridades. El anonimato ha sido una de las condiciones impuestas por los propietarios de estas colecciones a cambio de facilitar el trabajo a los científicos.





Vía Materia.

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