¿Qué tipo de persona querría subirse a una nave espacial rumbo a Marte con plena consciencia de que no podrá volver jamás a la Tierra? ¿Quién estaría dispuesto a dejar su familia, amigos, trabajo, en definitiva, su vida en el planeta, sin posibilidad de retractarse? La respuesta es abrumadora: son más de 165.000 personas de todo el mundo las que dirían: "yo".
Esa cantidad es la que hasta ahora se ha postulado para formar parte del
proyecto Mars One, una misión que pretende enviar al primer grupo de seres humanos a aterrizar y colonizar Marte para 2023. Y nunca volver.
La iniciativa alemana habilitó en julio las inscripciones, que incluyó
al uruguayo de 20 años Juan Ignacio Selves. Para postularse había que completar unos papeles, filmar un video y pagar US$ 15. Al día de hoy, además de haber recaudado más de US$ 2 millones solo por las inscripciones, los responsables del grupo se ven ante la tarea de elegir a los candidatos más aptos para este viaje sin retorno.
A principios de agosto tuvo lugar en Washington la
Million Martian Meeting, en la que algunos postulantes dispuestos en paneles de a cuatro tenían que responder a preguntas de la audiencia acerca de sus razones para querer ir a Marte y no regresar.
Creo que uno nace sabiendo que quiere viajar", dijo uno de los postulantes
Uno de los paneles, recoge el
sitio especializado Space.com, incluyó a Aaron Hamm, un administrador de hoteles de 29 años que afirmó que "ir a Marte es algo que literalmente he querido hacer desde siempre".
Por su parte, la médica de emergencia Leila Zucker, casada y de 45 años, explicó en el video que desde que era una niña, "lo único que quería ser era doctora y viajar al espacio".
"Siempre quise postularme para la NASA", dijo en tanto Austin Bradley, de 32 años. Bradley es estudiante de física, analista de imaginería y paracaidista para el ejército estadounidense. Él es quien fue al encuentro luciendo pelo verde y antenas de alienígena (
ver foto).
En tanto, Joseph Sweeney, de 24 años, se graduó en inteligencia aplicada y aseguró: "Creo que uno nace sabiendo que quiere viajar".
Aceptar los riesgos
Tanto el viaje de seis meses, como el despegue y el aterrizaje implican riesgos. De hecho, quienes logren viajar a Marte no saben ni siquiera si sobrevivirán una vez estando sobre la superficie del planeta rojo.
"Ninguno de nosotros está planeando morir, pero todos reconocemos que podría pasar", explicó Zucker, quien dijo que aceptaría la misión si las posibilidades fueran 50 a 50 de sobrevivir dos años, o de 1 a 100 si fueran 20 años.
Mientras exista una pequeña posibilidad de hacer algo genial, creo que el riesgo vale la pena", opinó Sweeney
"Mientras exista una pequeña posibilidad de hacer algo genial, creo que el riesgo vale la pena", opinó Sweeney, quien se autodescribió como un optimista.
En cuanto a qué dirían al tocar suelo marciano por primera vez, la respuesta de Hamm fue simple: "Durante décadas, hemos dejado marcas en Marte y ahora estamos
dejando huellas".
Para Zucker, esas huellas tendrían que valer la pena: "No puedo dejar mi vida por nada", afirmó la médica que, junto con el resto de las miles de personas que se están postulando, están dispuestas a morir en Marte.