El año 2014 fue complicado para la aviación comercial. Primero estuvo el
vuelo desaparecido de Malaysia Airlines, Luego, un avión de la misma aerolínea fue derribado durante un bombardeo en Europa. Ahora se conoce el caso de AirAsia. Este último parece haber sufrido complicaciones debido a una tormenta a la que se aproximaba. Pero, ¿cuál es el verdadero peligro que una tormenta representa para un avión en pleno vuelo?
En un artículo publicado en la revista
Wired,
Bruce Carmichael, quien comanda el programa de aplicaciones de aviación en un centro de investigación atmosférica, dijo a la revista que “las tormentas son como los abuelos de todos los desastres para la aviación, porque lo contienen todo: turbulencia, granizo severo, congelamiento de motores, pérdida de visibilidad, rayos, viento, corrientes ascendentes y descendentes”.
Los aviones de hoy en día pueden aguantar turbulencias sin que el fuselaje reciba ningún tipo de daño estructural. Sin embargo, estos sucesos pueden terminar con gente lastimada, especialmente aquella que no tiene el cinturón abrochado. Según la
Administración Federal de Aviación de Estados Unidos, alrededor de 60 aviones por año sufren daños por turbulencias y entre 1980 y 2008 tres personas murieron por este motivo.
Si bien no es común que los rayos golpeen aviones (apenas pasa una vez por año), estos no suponen un verdadero peligro para el fuselaje ni para los pasajeros. De hecho, las pruebas de seguridad a las que se someten las máquinas antes de llegar al mercado incluyen golpes de rayos artificiales.
El verdadero problema es el hielo. El granizo puede causar serios daños estructurales. Las turbinas que “ingieren” demasiada cantidad de cristales de hielo pueden apagarse, aunque también pueden volver a funcionar con intervención del piloto.
Este fue uno de los factores claves en el
accidente aéreo de Air France en 2009, en el que cristales de hielo congelaron los tubos de Pitot, encargados de medir la presión del aire. Esto hizo que la computadora pasara de piloto automático a manual, pero los pilotos no pudieron controlar la situación.
Según el artículo de
Wired, ante una tormenta inminente lo normal sería rodearla, debido a que la misma puede alzarse muy por encima de la capacidad de vuelo de un avión. Sin embargo, algunas compañías optan por atravesarlas, ya que la ruta es más directa y, por ende, se ahorra dinero.