Un lector de microfilm montado en un poste alto, un proyector, varias perillas, una casi redundante lámpara de lectura. El esbozo de este invento parecía ser el sueño de todo trabajador que llega cansado a su casa y solo quiere recostarse a leer en su silla preferida.
Era 1935 y el invento se posicionaba como el “próximo paso lógico en el mundo de las publicaciones”, según opinaba el curador de
Smithsonian y responsable de
Palefuture, Matt Novak. Si bien el pintoresco aparato rechina a los ojos acostumbrados a la delgadez de las tabletas, su similitud es mayor de lo que parece.
Después de todo, el año pasado el minorista online
Amazon anunció lo que parecía imposible: las ventas de libros electrónicos superó a la de libros impresos. Y es que dispositivos como el iPad y Kindle han cambiado de forma dramática la manera en que las personas consumen la información.
Leer "a tu antojo"
Si bien fue René Dagron quien primero patentó el microfilm en 1859, fue el banquero de Nueva York, George Lewis McCarthy quien en 1925 desarrolló el primer uso práctico del microfilm: hacer copias en miniatura de documentos.
El microfilm fue un instrumento práctico para archivar material impreso durante 1930. En Uruguay, la biblioteca del Parlamento aún cuenta con respaldo en microfilm para parte de los diarios El País y La República.
Este ancestro lejano del iPad se nutrió de dicho desarrollo, el cual hizo posible proyectar fotografías en una pantalla, como se ilustra en la imagen. A la izquierda hay un dispositivo para aplicarlo al uso del hogar y las instrucciones.
En el texto que acompaña la ilustración se lee: “Puedes leer un ‘libro’ (que es un rollo de película en miniatura), música, etc., a tu antojo”.