Hecho de espuma plast de alta densidad, pesa unos dos kilos y mide un metro de largo
Joaquín Peraza tiene 16 años, vive en Paysandú, y en abril puso a volar en el campo de su padre un drone construido por él mismo
El avión no tripulado cuenta con un GPS incorporado, que Peraza compró por US$ 200
Centinela, como se llama el drone, puede manejarse tanto en modo manual como automático
La cámara de US$ 200 que lleva adherida el drone filma en formato mp4, que luego se descarga en la computadora. En el futuro, se podrán transmitir las imágenes en tiempo real
Peraza es un aficionado del aeromodelismo, una pasión que quiso conjugar con el hecho de vivir en el campo
El software que se utiliza para trazar la ruta del avión y ver su recorrido puede instalarse en cualquier computadora
Centinela ha llegado a volar  aun mínimo de 40 metros y un máximo de 300 metros de altura

Tecnología > Paysandú

El adolescente uruguayo que creó un drone vigilante

Nacieron como armas de guerra, pero hoy estos aviones no tripulados se perfilan como una promesa, por ejemplo, en el agro. Joaquín Peraza, de 16 años, construyó el suyo para controlar el campo de su padre
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07 de septiembre de 2013 a las 05:00


Carretea unos 15 metros sobre el pasto y a los pocos segundos ya es un inquieto punto blanco sobre el cielo celeste. Pasa inadvertido sobre las cabezas de los montevideanos que transitan en el empalme de las rutas 1 y 3, allí donde Joaquín Peraza, de 16 años, hizo remontar su avión no tripulado. Tampoco pretende dar un espectáculo. De hecho, la idea es que Centinela, como lo llamó, sea un silencioso vigilante en las alturas.

La escena parece la de un adolescente con un juguete sofisticado. Pero no es cualquier avión, sino uno no tripulado o Unmanned Aerial Vehicle (UAV). También se lo conoce como drone, y está filmando todo lo que sucede a sus pies.

Peraza construyó el prototipo en Paysandú, de donde es oriundo y donde lo pone en práctica en el campo de su familia. Centinela monitorea el ganado y controla que no ingresen intrusos. La del adolescente es una idea en sintonía con una tendencia mundial, donde el agro se perfila como campo fértil para esta tecnología.

Los drones nacieron para matar. Se hicieron conocidos durante la guerra de Estados Unidos contra Irak y forjan su mala fama cada vez que, al día de hoy, mueren civiles en Pakistán, Yemen y Afganistán, bajo esta mano invisible. Incluso en películas futuristas como Oblivion, los drones se ilustran como servidores del villano, ya que aunque vuelen solos y sean autónomos, no tienen capacidad para tomar decisiones humanas que en un contexto de guerra impliquen, por ejemplo, la compasión.

Pero, como varios proyectos lo demuestran, estos aviones pueden ser mucho más que armas sanguinarias (ver recuadro). Y el de Peraza es un ejemplo con el sello de “hecho en Uruguay”.

Un avión con autonomía


Cuando el pequeño avión blanco de 2 kilos y 1 metro de largo aterriza, lo hace con el mismo silencio con que despegó. Su rol de vigilante lo obliga a ser silencioso, de ahí que sea eléctrico. Funciona con una batería recargable y puede manejarse tanto en modo manual como automático.

“Este avión vuela ciego. Yo le cargo la ruta, pero volver o no depende de él”, explica Peraza, que está en quinto de liceo y quiere estudiar Agronomía. Por eso en este caso no es técnicamente correcto hablar de drone. Álvaro Menoni, un analista programador salteño que comparte con Peraza la pasión por el aeromodelismo y trabaja en su propio UAV, explicó que esa es la diferencia básica entre un UAV aeromodelo y un drone: la autonomía.

“Cuando al drone le das una ruta y se va, ya no tenés cómo controlarlo, aunque en algunos casos se puede monitorear lo que va haciendo”, dijo Menoni.
Este avión vuela ciego. Yo le cargo la ruta, pero volver o no depende de él”, explica Joquín Peraza, de 16 años

Los drones pueden programarse para que despeguen y aterricen solos, “aunque es la parte más compleja”. “Estos drones no tienen inteligencia artificial. No saben adónde están volando: si los mandás contra un árbol, se van a dar contra él”, agregó.

En el caso de Centinela, no se precisa verlo para que vuele, aunque es necesario estudiar las variables como el viento y los objetos que puedan interferir en el camino antes de que parta. Al ser eléctrico, es necesario evitar las zonas urbanas, ya que las ondas de Wi-Fi, sobre todo, provocan interferencia.

Una antena, radiotransmisores y cualquier computadora con el software adecuado sirven para poner a volar este drone, cuyo armado costó poco más de US$ 4.000. El programa en el que Peraza traza la ruta del avión marcándole “puntos guía” y en el que luego puede ver el recorrido se basa en software libre, lo que lo hace aun más accesible. Incluso puede descargarse en dispositivos Android.

Las imágenes simplemente se descargan desde la tarjeta SD de la cámara, que graba en formato mp4. Más adelante, el video podrá verse en tiempo real, contó Peraza, quien también está fabricando un UAV naftero de mayor tamaño, llamado Fénix.

Otros UAV tienen incorporadas cámaras térmicas, que aportan información sobre los nutrientes de los cultivos, por ejemplo. En agricultura de precisión (una de las áreas que más incorpora UAV), es posible determinar qué tipo y cantidad exacta de pesticidas rociar, lo que reduce el impacto ambiental y ahorra dinero. De hecho, la Asociación para el Sistema Internacional de Aparatos No Tripulados (Auvsi) estima que en 2015 la repercusión económica de los drones en la agricultura de Estados Unidos será de más de US$ 2.000 millones y creará más de 21 mil puestos de trabajo.

Mercado charrúa


Además del de Peraza, en cielo sanducero también vuela el UAV de Menoni y su colega Martín Montesano. Es “un poco más preciso” que el de Peraza y tiene la ventaja de arrojar datos del avión en tiempo real, contó Menoni. También mediante una cámara convencional adaptada, este aparato realiza modelos digitales de terreno en 3D, a través de fotos que toma cada cierto intervalo de tiempo y que luego se procesan en un software basado en Google Earth.

La imagen da información sobre la elevación del terreno, densidad de árboles y otros datos que luego se superponen en un mapa de Google Earth para verse en contexto. “Tiempo y precisión” son las ventajas frente a una avioneta tradicional, explicaron los desarrolladores, que logran cubrir 350 hectáreas en un día. Ahora, están esperando la validación de los datos para lanzar el servicio al mercado.

En Uruguay, la empresa de tecnologías de GPS GeoFly cuenta con drones de la estadounidense Trimble, que cuestan US$ 100 mil. Según contó su director, Abelardo Aldabalde, con estos aviones se cubren sobre todo las áreas de menor tamaño y la calidad de las imágenes es casi la misma que las que toman las avionetas. Sin embargo, según Aldabalde no habrá un mercado para estos aviones en sí mismos en el futuro inmediato, sino para el servicio que se puede ofrecer con ellos.

Un servicio similar es el que planean brindar Menoni y Montesano, aunque con drones mucho más accesibles. En cuanto a si Uruguay está preparado para ver el cielo surcado por drones, la respuesta es la que antecede a todo fenómeno naciente e inevitable. “Está claro que algo va a tener que pasar, porque la tecnología ya está”, aseguró Menoni, quien junto con Montesano fundarán en breve su propia empresa para vender el servicio de mapas topográficos.

En el mundo, el gran freno que deberán superar los drones es el estigma por ser los malos en el campo de batalla y por invadir la privacidad de las personas sobre las que vuelan. También tendrán que saltar el vacío legal, ya que su uso no está regulado en muchas partes del mundo, incluido Uruguay. En el otro extremo, en Estados Unidos ya empezaron a prohibirse incluso antes de volverse masivos. De hecho, en Kansas ya se habilitó la “caza de drones”.

Toda esta ausencia normativa podría encauzarse dentro de dos años, al menos en Estados Unidos, donde se espera que la Administración Federal de Aviación publique un “código de conducta” de estos aviones sin piloto ni pasajeros.

En tanto, en Uruguay hay luz verde para sacar a pasear (y a trabajar) a estos pequeños peones de campo tecnológicos, que mientras vuelan parecen presagiar lo que vendrá.




Otros usos


Militar. Los drones nacieron con este fin. Estados Unidos los dio a conocer (escándalo mediante) contra Irak y los sigue utilizando en Pakistán. Disparan misiles, alcanzan lugares recónditos y espían. La ONU cuestiona su uso contra civiles.

Delivery. Para publicitarse, una pizzería y una lavandería estadounidenses realizan entregas con drones. En China, una empresa de mensajería los usa para entregar paquetes en los lugares más apartados.

Asistencia. Los drones son ideales para llegar adonde los humanos no pueden ir. Un ejemplo es el de Alemania, que presentó un UAV que carga un desfibrilador para socorrer a personas en lugares de difícil acceso.

Vigilancia. Brasil los incorporó para vigilar su frontera. Alemania los emplea contra bandas de grafiteros que “atacan” trenes. En Perú, los usan para cuidar el patrimonio, y en Sudáfrica contra cazadores furtivos.

Entretenimiento. El Parrot AR.Drone 2.0, que en Uruguay se consigue a US$ 300, se maneja con una app en el celular o tableta. Modelos similares se usan en cine y tele. Por ejemplo, el Tour de France 2013 fue filmado así.







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