El Tour de Francia adoptará para su edición de 2016 un triple nivel de control, incluida una cámara térmica de alta tecnología, para detectar motores en las bicicletas, además de las tabletas (sistema de resonancia magnética), ya utilizadas por la Unión Ciclista Internacional (UCI) en la salida de las etapas. La cámara evalúa la diferente densidad de los materiales en función de sus propiedades térmicas.
"Este problema es peor que el dopaje, el futuro del ciclismo es lo que está en juego", dijo Thierry Braillard, secretario de Estado para el Deporte.
El primer caso de fraude tecnológico se detectó en enero de este año, en la bicicleta de una joven belga durante el Mundial de ciclocross. La atleta fue sancionada con una suspensión por seis años.
Para tramposos
La empresa alemana Vivax Assist comercializa un sistema que solo pesa 1,8 kilos y que da una idea de cómo los tramposos podrían disimular un motor. Este se vende por 2.700 euros. El motor no mide más de 22 centímetros de largo. Añade un peso de 750 gramos, más las baterías. Estas se colocan en el asiento o dentro de la botella por 500 euros adicionales.
Con un motor de 200 vatios, la fuerza se transmite al eje de pedalear mediante una punta helicoidal. Se pone en marcha al apretar un botón en el manillar. Una
batería recargable proporciona la
electricidad necesaria para que el sistema funcione entre 60 y 90 minutos.
También existen ruedas "especiales" capaces de generar por vía electromagnética de 20 a 60 watts de potencia. Este sistema puede activarse automáticamente con la frecuencia cardíaca del ciclista o a través de
bluetooth.
El objetivo del dopaje tecnológico es que los ciclistas obtengan una potencia extra en cada pedaleada para mejorar su rendimiento.