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Conectados 24/7

Las recompensas y costos de estar enchufado al teléfono, tableta, computadora, televisor y más dispositivos todas las horas, cada día de la semana
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26 de octubre de 2013 a las 05:00


¿Qué es lo primero que hace cuando se despierta? Opción A: desayuna. Opción B: se lava la cara. Opción C: agarra su celular y chequea los mensajes, mails, noticias de Facebook y últimos tuits. Al menos en Estados Unidos, cuatro de cada cinco personas usan el celular en los primeros 15 minutos después de levantarse y 80% de ellos lo hacen antes de siquiera ir al baño. Así comienzan su día, en el que varios dispositivos pasan por sus manos y por sus ojos hasta que vuelven a la cama junto con sus celulares.

Los datos, que parten de una encuesta realizada este año por la consultora IDC y esponsoreada por Facebook, reflejan cómo los estadounidenses se relacionan con sus smartphones. Es a través de estos dispositivos que están conectados todo el día, todos los días. Para ser más precisos, 79% de los encuestados dijeron tener su celular “arriba o cerca” durante la jornada entera.
Pareciera  que el silencio es una situación que genera angustia y que ha sido relegada a unas pocas instancias”, explicó el psicólogo Balaguer

Pero ni Estados Unidos es el único lugar donde pasan estas cosas ni el celular es el único dispositivo al que nos conectamos. En el correr del día, aparecen otros protagonistas tecnológicos: la computadora, la tableta, la televisión, la consola de videojuegos. Más adelante tal vez sean los relojes y los lentes inteligentes los que también sirvan de puente entre nuestro entorno inmediato y el mundo entero.

Porque, en sentido estricto, el usuario no se está conectando con el dispositivo en sí, sino con personas. Habla, escribe, chatea y comparte su vida con amigos, familiares, colegas, jefes y hasta con desconocidos, tecnología de por medio. En muchos casos, lo hace de forma casi permanente y sin ser del todo consciente de esa dinámica hiperconectada de la vida diaria.

Más puertas de entrada


El hecho de que la tecnología portable entre en el bolsillo –lo que en inglés se llama pocketability– es una de las causas de esta conexión continua, según IDC. Para la socióloga y cocoordinadora del Observatorio de Tecnologías de Información y Comunicación de Facultad de Ciencias Sociales (Udelar), Ana Laura Rivoir, la cantidad creciente de dispositivos es otra de las razones. En concreto, la clave está en el acceso a internet desde diferentes aparatos, a través de los cuales las personas pueden comunicarse entre sí.

“La sociedad está mediada por esta tecnología y estructurada entorno a internet”, dijo la socióloga, quien señaló que el fenómeno global también se ve en Uruguay.

En el país existen 1,95 millones de usuarios de internet (71% de la población), según el Perfil del internauta uruguayo 2013 realizado por Grupo Radar. Esta cifra incluye personas de todas las edades y zonas geográficas, aclara el informe. A su vez, 31% de los uruguayos tienen internet en el celular y lo usan, una cifra que creció 71% desde el año pasado. De estos usuarios, 44% tiene un smartphone, es decir, 370 mil personas. En 2012 eran tres veces menos.

Sin lugar para el silencio


Esta posibilidad de estar conectados 24/7 tiene, como todo fenómeno, sus efectos negativos y positivos, su precio y su recompensa. Las personas han cambiado y, por ende, la sociedad que conforman es diferente. “Culturalmente nos hemos vuelto hacia afuera”, dijo el psicólogo y asesor en educación para Plan Ceibal, Roberto Balaguer.

En este contexto en el que los estímulos del exterior son constantes, hay algo que amenaza con desaparecer: el silencio. “Pareciera ser una situación que genera angustia y que ha sido relegada a unas pocas instancias”, explicó Balaguer, para quien esto perjudica “nuestra búsqueda hacia adentro”.

Por otro lado, hay quienes se preguntan hasta qué punto el estar “conectados” con el mundo virtual nos desconecta del real.

En agosto, un video de dos minutos se volvió viral. Verlo implicaba cierta dosis de vergüenza ajena y decepción con los demás y con uno mismo. I forgot my phone (“Olvidé mi celular”), disponible en YouTube, sigue a una mujer que decide salir de su casa sin el teléfono durante el almuerzo, mientras hace ejercicio y juega a los bolos, en un concierto y un cumpleaños. En todos los casos, la protagonista ve con desilusión cómo todos la ignoran, demasiado concentrados en las pantallas de sus dispositivos.

Además de ser un llamado de atención, el video pone sobre la mesa otros temas, como la nomofobia (el miedo a salir sin el celular) y el phubbing (la práctica de usar el teléfono para ignorar a los demás). Ambas son patologías que aún no se diagnostican, aclaró Balaguer, pero que empiezan a tomar fuerza.

Otra de estas nuevas patologías tecnológicas se llama fomo o fear of missing out, es decir, “el miedo a quedar por fuera”, explicó el psicólogo. Es que el celular, en concreto, es un dispositivo que contiene a los otros y por eso se convierte en una suerte de “cordón umbilical inalámbrico”. Este mantiene al usuario en contacto con los demás y le da “cierta garantía de amparo”, agregó Balaguer.

Cuándo es demasiado


Por lo general, el riesgo de estar conectado 24/7 se asocia con la dificultad para concentrarse debido a la cantidad de estímulos permanentes y la falta de sueño, sobre todo en los niños de la generación touch y adolescentes nativos digitales. Según recoge el diario The Huffington Post, 70% de los niños tienen televisión en el cuarto y más de un tercio cuenta con una computadora con internet en su habitación.

Pero no es necesario ser nativo digital para llevarse los gadgets incluso hasta la cama. Para difundir los efectos negativos que esto tiene sobre la salud, el sitio Online Psychology Degree publicó algunos datos que dicen, por ejemplo, que 95% de las personas usan sus dispositivos una hora antes de irse a dormir y luego tienen problemas para conciliar el sueño.

El hecho tiene una explicación científica. La exposición durante dos horas a una pantalla electrónica reduce en 22% la melatonina, el químico que promueve el sueño.

A su vez, una mala noche de sueño se asocia con estrés, depresión, bajo rendimiento laboral y accidentes de tránsito. Para ser más drásticos, el estudio señala que dormir menos de seis horas aumenta a la mitad la probabilidad de un ataque cardiaco.

Aun así, la cantidad de horas en que uno puede estar conectado de forma saludable es “la pregunta del millón”, dijo Balaguer, quien destacó que es necesario tener en cuenta para qué uno se conecta. “La historia de las personas que han hecho proyectos más o menos sobresalientes se escribe con noches sin dormir”, opinó. En otras palabras, hay que ver si se está intentando “evadir el mundo o aportar a él, y discriminar entre uno y otro no es tarea fácil”.
Hay que ver en qué dinámica estamos insertos y saber reconocer si nos hace felices a nosotros, a la familia y a la sociedad”, dijo la socióloga Rivoir

Otros riesgos de la conexión ilimitada suponen estar más expuestos a ataques cibernéticos y acoso en las redes sociales, sobre todo entre los adolescentes.

Sin embargo, esa escena común de los amigos reunidos cada uno mirando su celular no tiene que ser tan negativa, aclaró la socióloga Rivoir. Por ejemplo, quienes se reúnen físicamente pueden, a través de las redes, incluir a los que no están allí. Esta forma de relacionarse crea un nuevo “espacio público” que es internet, así como también otras maneras de interactuar que no son excluyentes sino complementarias de las que ya existían, aclaró la experta. Además, cambian la relación entre el espacio y el tiempo, y dan esa sensación de estar siempre acompañados, agregó.

Por su parte, Balaguer señaló la posibilidad de reunirse con personas de iguales intereses y estar en contacto con aquellos que están lejos como grandes ventajas de esta conexión sin horario determinado.

Y es que en sí misma la tecnología no produce nada. Quienes causan sus efectos son las personas con el uso que hacen de ella. “Por ejemplo, las movilizaciones se pueden organizar a través de las redes sociales, pero quien se manifiesta es la gente”, ilustró Rivoir, quien por esa razón es escéptica respecto a los estudios que vinculan, por ejemplo, el uso de Facebook y la infelicidad.

Otro ejemplo es tener una conexión permanente por razones de trabajo, lo que convierte al celular en una extensión de la jornada laboral, explicó Rivoir. “Si uno quiere estar viviendo así, lo hace y punto”, sentenció la socióloga.

“Hay que ver en qué dinámica estamos insertos y saber reconocer si nos hace felices a nosotros, a la familia y a la sociedad”, dijo la socióloga. En definitiva, hay que preguntarse a uno mismo si el estar conectados todo el día vale la pena.

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