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Bajo su influencia

Steve Jobs convirtió su vida en mito. A un año de su muerte, recordamos las ideas que lo transformaron en el gurú de toda una generación
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05 de octubre de 2012 a las 06:00


"Influencia” debe ser una de las palabras más cercanas a los prohombres de la humanidad. Esas personas que crearon conceptos y aparatos y descubrieron fenómenos universales que influyeron e influyen en el presente. Uno de los últimos de esa lista es Steve Jobs, de quien hoy se cumple un año de su fallecimiento. Entre otras cosas, Jobs modificó para siempre la forma de relacionamiento de la gente con las máquinas, con la comunicación y el acceso a contenidos.

Como hombre mítico cada hecho de su vida tuvo una significación particular, porque de no haber sucedido o de haber sucedido de otra forma, determinadas proezas de su cosecha no hubieran existido. El primer promotor de esta gesta de vida fue él mismo. En 2005, durante una charla motivacional para alumnos de la universidad de Stanford, Jobs contó cómo algunas experiencias de su vida de estudiante (nunca se graduó) influyeron en la manera en que decidió las líneas de funcionamiento de las computadoras Macintosh y luego Apple.
El diseño es el alma de todo lo creado por el hombre", dijo Steve Jobs

“Un pequeño paso para Steve, pero un gran salto para la humanidad”, podría haber sido su motto. Un repaso a su vida íntima y personal es una radiografía de lo que vino después. Sus clases de caligrafía modificaron los tipos de letra de las Mac, por ejemplo.

Nacido en San Francisco en febrero de 1955, hijo de un hombre descendiente de sirios y de una mujer de Wisconsin que lo dio en adopción a una familia de apellido Jobs. El pequeño Steve se crió en una comunidad californiana con niños que fabricaban aparatos jugando en los garajes de sus casas. Lo que llegó después fue una caminata de diez años por el sendero del “americano hecho a sí mismo”.

Si la cuna fue humilde pero esforzada, en su juventud Steve ejercitó la intuición en el colegio y viajando a la India en busca de iluminación, hasta que el sendero lo trajo de regreso a casa en un valle. Desde el mismo hogar donde jugaban de chicos, Jobs y sus socios –como Steve Wozniak– ayudaron a crear el valle más famoso de la tecnología: Sillicon.

La épica de su historia se apoya en que no todas fueron peras maduras. Si en un principio Jobs se enamoró de lo que había creado como un hijo cibernético (durante una década entre 1975 y 1985), luego vino la pérdida: lo despidieron de su propia empresa y quedó en un páramo de dudas.
La innovación es lo que distingue a un líder de los demás", es otra de las frases famosas de Jobs

Y en una reacción que sería su marca registrada, Jobs tomó del destino su lado más positivo: pensó que lo mejor que le podía pasar era que lo despidieran. La constante reencarnación (¿la habrá descubierto en aquel viaje a India?). Volver a empezar. Siempre a empezar.

Entonces Jobs desarrolló otra empresa (NeXT) y compró otra (que luego bautizaría como Pixar), y a los pocos años las dos fueron muy exitosas. Tan fue así que Apple adquirió NeXT, Jobs volvió a Apple y Pixar desarrolló de tal forma sus capacidades que hoy es el estudio más importante de animación.

Lo empresarial y lo íntimo parecen ser dos cuerdas entrelazadas en la vida de Jobs: en esa etapa conoció a su esposa, Laurene. La reconversión fue económica y a la vez anímica. “Todo esto no hubiese sucedido si no me hubiesen echado”, declaró Jobs, en perspectiva.

Se lo criticó por las pésima forma de tratar a sus empleados, por sus políticas agresivas de venta, por su ignorancia técnica y por su cabeza megaempresarial, pero la proa de su barco estaba demasiado lejos de sus críticos. Jobs no tenía tiempo de mirar ni al acostado ni mucho menos para atrás. Su fama y sus proyectos con la “i” al principio lo elevaron a un grado casi profético. Cuando en 2004 le diagnosticaron el cáncer que terminó con su vida hace exactamente un año, la cercanía de su desaparición lo llevó a decir que “recordar que pronto estaré muerto es la herramienta más importante que encontré para tomar las decisiones más grandes de mi vida”.

La revista Esquire dijo que su gran mérito fue su visión de los productos tecnológicos más allá de la máquinas, sino como símbolo de trascendencia. Ver que un iPod, un iPhone o un iPad podían llevar con sus aplicaciones al usuario a un terreno virtual paradisíaco. La imagen de una vela dentro de un iPad en señal de duelo por su muerte, hace un año, fue una síntesis exacta de la forma de ver el mundo que había creado.

La despedida de Jobs a los jóvenes de Stanford fue: “Mantengan el hambre. Mantengan la locura”. Esa mezcla extraña, que puede trazarse desde Cervantes hasta Newton o de Edison a Einstein, alimentó a Jobs durante 56 años y lo entronizó como el primer prohombre del siglo XXI.

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