A ponerse al día con la mejor lectura

Ante este panorama algo desolador, las editoriales optaron por el sabio camino de la reedición y esa decisión llenó las estanterías de las librerías de textos de indudable valor, pero que ayudaron a que la gente no perdiera el hábito de comprar un libro.

La literatura uruguaya fue una grata excepción, ya que se editaron varios libros valiosos, muchos de autores jóvenes, que confirmaron que hay un relevo generacional de calidad para la literatura nacional.

La selección del año

A nivel internacional de lo mejor del año fue Revival, del incombustible Stephen King, que sorprendió con una vigorosa novela como en sus mejores épocas. La dramática historia de un niño y un pastor de iglesia devenido en mago experto en manipular la electricidad, conmueve de la primera a la última página.

De Inglaterra llegaron dos títulos importantes de compañeros de generación: Julian Barnes e Ian McEwan. Niveles de vida de Barnes, es un excelente texto que parte de los primeros viajes en globo para terminar en una delicada reflexión acerca de la viudez del autor. Por su parte La ley del menor de McEwan, es un texto moderno y sólido que aborda el tema de la eutanasia con valentía.

La sorpresa del año vino de Nueva Zelanda con El proyecto esposa, de Graeme Simsion, una novela tremendamente divertida y original, que gira en torno a las dificultades de un maniático para encontrar pareja. La crítica a las carencias emocionales de los ciudadanos del siglo XXI es estupenda.

El joven autor italiano Paolo Giordano confirmó con su última novela Como de la familia, que La soledad de los números primos (2008) no había sido una casualidad. A partir de la muerte de la mucama de una familia, Giordano traza un profundo análisis psicológico de las relaciones humanas, de pareja y familiares.

En materia policial, lo mejor fue la publicación en español de la primera novela del noruego Jo Nesbo: El murciélago. Muy bien escrita, dinámica y con un final metafórico, la novela permite acerarse al origen de un personaje tan particular como el detective Harry Hole.

De Francia llegaron dos libros refinados. Patrick Deville volvió a mostrar su enorme capacidad antropológica en Ecuatoria, un viaje al corazón de las tinieblas africanas de la mano de los pioneros de la colonización. Y Jean Echenoz, por su parte, presentó en Capricho de la reina siete relatos de gran valor. Van desde un trozo de la vida del almirante Nelson a la historia de las murallas de Babilonia.

Los destacados locales

El premio Bartolomé Hidalgo 2015 distinguió en narrativa a Como si fuera poco, de Roberto Appratto y en poesía a Dualidades, de Circe Maia. Pero hubo otros textos que brillaron a gran altura como La entrada al paraíso, de Martín Lasalt. La historia, que incluye un secuestro, una pareja en crisis y la presencia de los Testigos de Jehová, es una cruda radiografía del Uruguay posmoderno.

En el otro extremo generacional, el veterano periodista y escritor César Di Candia sorprendió con La larga espera de tío Ramón, una novela sumamente entretenida que relata una saga familiar que sirve de excusa para reflexionar sobre el racismo, los privilegios sociales y la ambivalencia moral de la sociedad uruguaya.

También destacó El inglés, de Martín Bentancor, una novela rural que hace honor a la tradición oral. Relata la llegada en 1922 a Canelones de un pionero que a bordo de un Ford T, manejado por un sirviente chino, arriba para hacerse cargo de una estancia que ha comprado desde su país natal.

También hay que destacar Los trabajos del amor, de Damián González Bertolino, el mejor policial nacional del año. La acción transcurre en Punta del Este y tiene como protagonistas a Morales y el Toto, dos delincuentes jóvenes que son contratados para mover un cadáver de un lugar a otro, misión que deben cumplir en una sola noche que se convierte en una pesadilla.

Reediciones

Las reediciones fueron el comodín del 2015 y para muchos lectores la oportunidad de conocer autores. Un ejemplo fue Años luz, del estadounidense James Salter. Es una crónica maravillosa del lento naufragio de un matrimonio, una descripción meticulosa de las pequeñas grietas que devienen en abismos y también del día después de la separación.

Igual de buena es El bigote, del francés Emanuel Carrére, que se mueve en un terreno surrealista a sus anchas, sin patinar nunca. La locura progresiva del protagonista a partir de una anécdota mínima se transforma en una proeza literaria de indudable valor.

Caza al asesino, del desaparecido escritor galo Jean-Patrick Manchette, es un ejemplo de buena novela policial negra de los años ochenta. El autor relata con economía de palabras y gran estilo un par de asesinatos a sangre fría, el final de una relación amorosa, el pasado de un hombre sin futuro y las amenazas de un patrón vengativo, en un ejercicio sólido y audaz.

En Uruguay se reeditó El mar, de Pablo Casacuberta. Se trata de una novela breve, escrita de forma exquisita, que se mueve con comodidad tanto en el plano real como en el fantástico. La trama se divide en dos: un tren que se detiene en medio de un túnel y deja atrapados a sus ocupantes; y la búsqueda del amor de un fotógrafo de insectos.

También a nivel nacional volvió a las librerías Alivio de luto de Mario Delgado Aparaín. Con mucha ternura y buen humor, se cuenta cómo durante los últimos años de la dictadura, la niña Mercedita, comienza a ser estigmatizada debido a que su padre cae preso y su madre la abandona para irse a Estados Unidos con un amante. Gregorio Esnal, un erudito autodidacta, decide arriesgarlo todo para revertir esta situación.