Ya recorrí el mundo dos veces. Fui arrestada en Vladivostok, peleé con un boxeador profesional en un tren en movimiento, me asaltó Jessie James, me secuestró una monja y zafé de morir en la explosión de un barco al llegar a Nueva Orleans.Visité Chittagong, Waltair (actual Visakhapatnam) y Ponta Delgada –spoiler: la vía “más eficiente” para cruzar el Atlántico– y otras 80 ciudades. Viajé en un elefante y en una litera real, ambos mecánicos. Una vez gané la apuesta que dio comienzo a la aventura y otra vez me entretuve demasiado intercambiando artefactos en los mercadillos del mundo. Pero todavía no encontré una ciudad que supuestamente está “en movimiento”.
Todo lo viví como el leal Jean Passepartout, asistente del excéntrico Phileas Fogg –al que, incluso, intenté conseguirle una novia al pasar por Lima–, personajes de la novela
La vuelta al mundo en 80 días, de Julio Verne, adaptados casi con la misma pluma en
80 Days.
El juego –que vale los US$ 4,50 que piden en las tiendas de Android e iOS– está lleno de momentos tensos y estimulantes: las opciones te podrán meter en problemas, podrán afectar tu relación con Fogg, podrán hacerte más confiable, o podrán llevarte a la bancarrota. Cualquiera sea la decisión,
80 Days te hace sentir responsable de tu viaje (de tu propia aventura, como decían los libros infantiles). Y, por suerte, es un juego que no molesta a nadie con esos odiosos pedidos de energía por Facebook. Es una entretenida historia que contagia las ganas de salir a explorar.